Para el historiador mapuche Fernando Pairican, autor del libro «Malón, la rebelión del movimiento mapuche», así como para académicos y un exfuncionario del Gobierno de Sebastián Piñera –encargado de seguridad en la zona del conflicto mapuche–, los Órganos de Resistencia Territorial (ORT) son los responsables del aumento de la violencia, simbólica y física, en las regiones del Biobío y La Araucanía. Según el exfuncionario gubernamental, las autoridades tienen pleno conocimiento de quiénes están detrás, incluso tendrían carpetas con «fotos de sus caras», pero el problema –sostiene– es la dificultad de obtener pruebas. Pairican, por su parte, explica las acciones violentas como el resultado de la violencia del Estado y que tiene su punto de inflexión cuando se producen las muertes de Jaime Mendoza Collío y Matías Catrileo. «Si tuviera que poner un simbolismo, estas dos muertes entre el 2008, 2009, van a generar un incremento de la violencia en toda una generación, que es la generación de 20 a 25 años”, puntualiza. La CAM, al compararla con los ORT, es conducida –plantea Pairican– por líderes de otro tiempo, que «hoy día están más envejecidos. Esa es la generación de Llaitul, la generación de Huenchunao». En la ecuación de la violencia –coinciden los observadores– debe incorporarse a las forestales: “Me refiero a los empresarios. Porque, a la larga, quien ha generado el conflicto ha sido la empresa forestal, que ha intentado dar unas soluciones culturales, tratar de generar emprendimiento económico, pero no quiere discutir qué ha generado en el mundo indígena”, dice el historiador.
Un alto exfuncionario del Gobierno de Sebastián Piñera en La Araucanía, quien pidió reserva de identidad, asegura que los líderes de los Órganos de Resistencia Territorial (ORT) «están totalmente identificados y ubicados geográficamente en el Biobío y La Araucanía”. Incluso afirma que existen carpetas “con fotos de sus caras”. Pero la complejidad para probar su participación en delitos “es lo que frena que se tomen detenidos”, asevera a El Mostrador.
¿Pero por qué no han sido detenidos, incluso cuando se han adjudicado sendos ataques? Para el funcionario de la administración anterior, el problema “es de tipo técnico-jurídico”. “Aquí hay jueces pro mapuche y eso lo pudimos ver en el Gobierno pasado. Además, para los fiscales es difícil llevar a juicio estos casos, ya que se pide un estándar de pruebas demasiado alto”, señala.
“El problema central –agrega– es que el sistema procesal penal te obliga a asociar un hecho a una persona con un delito. Y en el caso de la asociación ilícita es aún más complejo, porque debes acreditar en un tribunal que estas personas se reunieron con el fin de cometer un ilícito”.
De acuerdo a su experiencia, estas organizaciones están compuestas –como se ha sabido– por “grupos radicalizados, con entrenamiento paramilitar, un fuerte componente ideológico” y que, si bien surgen al alero de la Coordinadora Arauco-Malleco, “la CAM no las controla”. Todo esto según la información a la que tuvo acceso cuando trabajó en la coordinación de acciones de seguridad e inteligencia junto a las policías en La Araucanía.
Asimismo, este exfuncionario público señala que los ORT “albergan a cerca de 417 integrantes. La mayoría son jóvenes”.
A la fecha, se conocen con certeza seis ORT. Nombres que se empezaron a repetir en lienzos y escritos dejados en atentados y ataques en las regiones del Biobío, La Araucanía y Los Ríos.
-Coordinadora Arauco-Malleco (CAM): La CAM nace en 1996 como describen sus fundadores en textos, son parte de «unidades de mayor capacidad y especialización para poder ejecutar acciones de tipo táctico-estratégico y que vayan en dirección de nuestro proyecto político». Es por eso que en sus comunicados niegan ser parte de ataques a personas, solo a elementos que son parte de un sistema capitalista.
La primera acción reivindicatoria de la Coordinadora Arauco-Malleco es el atentado a camiones en la comuna de Lumaco (1997), lo que representó un giro en el paradigma en la lucha mapuche y el surgimiento de la radicalización.
A la fecha, se han adjudicado ataques en las regiones del Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos. Y su líder es Héctor Llaitul.
–Weichán Auka Mapu (WAM): Órgano de Resistencia Territorial que nace el 2016. Uno de sus principios es generar estrategias de resistencia “frente al enemigo usurpador y opresor». Este grupo armado se habría levantado tras discrepancias surgidas con el líder de la CAM, Héctor Llaitul.
-Liberación Nacional Mapuche (LNM): ORT que se ha adjudicado ataques en de Lautaro, Vilcún, Nueva Imperial, Loncoche, todas comunas de la Región de La Araucanía, y en Máfil, de la Región de Los Ríos.
-Resistencia Mapuche Malleco (RMM): Operan en las regiones de La Araucanía y Los Ríos. Se han adjudicado atentados en la comuna de Victoria y Ercilla. Además del ataque sufrido por la Ministra del Interior, Izkia Siches. Asimismo, el incendio que afectó a cabañas de los padres del expresidente de la DC y convencional constituyente, Fuad Chahin.
-Resistencia Mapuche Lavkenche (RML): ORT que se ha adjudicado atentados en la provincia de Arauco y Cautín. Incluyendo Cañete, Contulmo, Curanilahue, Los Álamos, Lebu, Tirúa y Carahue.
-ORT Anganamun: Se han adjudicado ataques en el fundo Portahue de la comuna de Galvarino y en la Forestal Cautín. En Arauco y Contulmo (Región del Biobío).
-Alianza Territorial Mapuche (ATM): En el caso de la ATM, llama la atención que el año 2012, integrantes de esta ORT fueron parte de un trabajo en conjunto con Cepal. Trabajo que finalizó con un documento titulado “Desigualdades territoriales y exclusión social del pueblo mapuche en Chile. Situación en la comuna de Ercilla desde un enfoque de derechos”.
En dicho escrito, la ATM se describía como “una de las organizaciones que trabajan por elevar la calidad de vida de sus comunidades, por lo que manifiesta un alto interés en estudios y políticas que contribuyen al reconocimiento de sus derechos, así como a la búsqueda de soluciones a sus vulnerabilidades”. Entre los comuneros que integraron esta investigación se nombra a Mijael Carvone Queipul (comunidad Temucuicui), además del lonko Juan Catrillanca (comunidad Temucuicui) –padre del comunero asesinado Camilo Catrillanca– y el lonko Juan Curinao (comunidad Guanãco Millao), ambos de la ATM, según el documento.
Además que dentro de sus voceros se encuentra el lonko Alberto Curamil, ganador del Premio Goldman, considerado como el “Nobel Medioambiental”.
A esta última se le vinculó a un ataque en la comuna de Collipulli el año 2017, asociación entre esta ORT y el atentado que no pudo comprobarse hasta la fecha.
Para Fernando Pairican, historiador mapuche, doctor en Historia de la Universidad de Santiago y autor de libros como Malón, la rebelión del movimiento mapuche, La vía política mapuche y La biografía de Matías Catrileo, la descripción de la Coordinadora Arauco-Malleco como la “madre” de los ORT es más bien una representación “que le ha dado la prensa”.
“Es más complejo que eso. Yo creo que estas organizaciones están compuestas por personas que ni siquiera están vinculadas a la CAM. Son personas que fundan organizaciones nuevas y que son resultado de la violencia del Estado. Porque son de zonas que han sido violentadas en los últimos años, entonces, hacen una reflexión distinta sobre la relación con el Estado. Por eso es que son más jóvenes y no necesariamente su trayectoria histórica está vinculada a una organización. Yo creo que hacen un diagnóstico más propio”, señala.
Para el doctor en Comunicación por la Universidad de Sevilla e investigador en estudios sociales y culturales, el académico Carlos del Valle, los ORT representan ese paso de “una forma de violencia simbólico-política, que inicia la CAM en la segunda parte de los 90, a una violencia física sin control. Los ORT, en este sentido, son manifestaciones de las fisuras del descontrol. Los ORT representan el paso de una ofensiva a una ofensiva radical”, explica.
Con respecto al incremento de la violencia, Pairican señala que “esta (la violencia) es un escalamiento mutuo. Es una forma de diálogo asimétrico”. “Tal como el Estado incrementó la violencia cuando (los mapuche) usaban solo palos, era factible que, en algún momento, jóvenes o niños mapuche que vivieron violencia, cruzaran la decisión de ya no andar tirando piedras, sino pasar a otro tipo de armamento”.
Incluso se atreve a identificar un punto de inflexión: “Se empieza a manifestar eso, después de la muerte de Matías Catrileo y Jaime Mendoza Collío. Yo creo que va a marcar ese eje. Si tuviera que poner un simbolismo, estas dos muertes entre el 2008 y 2009, van a generar un incremento de la violencia en esa generación, que es la generación de 20 a 25 años”.
Para el académico de la UFRO, Carlos del Valle, “las actuales son formas estratégicas ofensivas, donde la violencia ocupa un lugar central, primero como ‘llamadas de atención'».
“Con los atentados incendiarios que comienzan en 1997 (quema de camiones en Lumaco) y durante los últimos años, se ha transferido en una violencia fuera de control. Los atentados incendiarios para visibilizar al movimiento en un sistema de medios altamente concentrado y colonial, han pasado a una situación de descontrol, incluso para sus dirigentes. La violencia simbólica siempre pasa a la violencia física. Es cuestión de tiempo”, agrega el investigador.
Para el historiador Pairican,“la violencia es un círculo y, cuando te revienta, es cuando como sociedad hay que preguntarse ‘¿cómo llegamos a esto?’. Esa es la pregunta”.
Y pone como ejemplo al país al que ansiamos parecernos a toda costa, pero al parecer en materia indígena solo desde la parte amable de la historia.
“Cuando los maoríes (Nueva Zelanda) pusieron bombas, se tuvieron que preguntar cómo llegaron a ese estado. Y ahí empieza el proceso de reparación y de trabajo, más que intensificar la violencia. Y eso yo creo que en Chile, la sociedad no indígena, no se lo ha querido preguntar. Porque si quisiéramos preguntárnoslo, no tendríamos esa animadversión en la Convención sobre los derechos indígenas. Entonces no hay una decisión real. Yo creo que esta es como una obra de teatro donde ninguno es sincero”, indica el historiador mapuche de la Universidad de Santiago.
De acuerdo a uno de los artículos del historiador Fernando Pairican y Rolando Álvarez, titulado “La Nueva Guerra de Arauco: la Coordinadora Arauco-Malleco y los nuevos movimientos de resistencia mapuche en el Chile de la Concertación (1997-2009)», la CAM tuvo logros y fracasos.
“Sus aciertos son haber logrado poner en la palestra la cuestión mapuche, revolucionando la cuestión mapuche, teniendo un orgullo perdurable en el ‘ser mapuche’. Además, se han realizado recuperaciones efectivas de tierra. Por último, el nacimiento de un militante ‘mapuchista’, con grupos no menores de personas adheridas al ideario mapuche reivindicado por la CAM”, se relata en el texto.
Y entre los fracasos, se indica en el documento uno “clave”: que la Coordinadora Arauco-Malleco “no ha podido generar un Movimiento Político Mapuche amplio, donde converjan todas las representaciones del pueblo mapuche, quedando muchas veces aislado de sus pares y ante el Estado como el único enemigo a desarticular”.
Respecto al liderazgo de sus werkenes, Pairican indica a El Mostrador que “como ocurre en organizaciones de este tipo, los líderes se van desgastando”. Y agrega que, en el artículo señalado anteriormente, los líderes ahí mencionados (CAM y otros), “hoy día están más envejecidos. Es la generación de Llaitul, la generación de Huenchunao, los líderes de ese tiempo”.
Y agrega que “lo que tú estás viendo acá (ORT) es un nuevo tipo de movimiento, son más jóvenes. Por lo tanto, es más resultado de las políticas que la Concertación desarrolló sobre el territorio mapuche. Tanto positivas como negativas”.
Para el historiador mapuche, en este escenario hay un actor relevante que, aunque a veces prefiere no parecerlo, sí es “un actor político”.
“Me refiero a los empresarios. Porque, a la larga, quien ha generado el conflicto ha sido la empresa forestal, que ha intentado dar unas soluciones culturales, tratar de generar emprendimiento económico, pero no quiere discutir qué ha generado en el mundo indígena”.
Y va más allá: “El conflicto mapuche no estaba en este nivel antes de la llegada de las forestales y, cuando se instalan, lo que se ve hoy día es una división, en el mundo indígena también, a raíz de las forestales”, puntualiza Pairican.
–¿Es un ente divisor entre las comunidades?
-Claro, genera una disputa política dentro del movimiento indígena. Las forestales a la larga también propiciaron esa división y eso, entre otras cosas, es lo que ocurre con la tragedia del peñi que muere hace unos días (Segundo Catril).
“Para mí el empresariado chileno es un actor político. Y creo que en ese ámbito ellos también, si bien quieren dar soluciones, esas soluciones siempre están en la medida de la productividad. Creo que también deben dialogar con el mundo comunitario, pero a la larga la forestal ha generado división. Por ejemplo, yo negocio con estos y no negocio con estos otros. Entonces, también incorporan ellos su decisión política”, sostiene el historiador y autor del libro Vía política de los mapuche.
Finalmente, Fernando Pairican reflexiona sobre la riqueza y desigualdad en la zona que reconoce como Wallmapu.
“Los beneficios económicos de la forestal no se han visto reflejados en esta región (la más pobre del país), porque es una región donde se han incrementado esas diferencias, ni tampoco se han visto en el mundo indígena. Por lo tanto, lo que hace la forestal es generar proyectos de trabajo precarizado con algunas comunidades, pero con el objetivo de generar también una división”, señala.