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El cierre de la fundición Ventanas y la eliminación de las zonas de sacrificio ambiental Opinión Crédito: Agencia Uno

El cierre de la fundición Ventanas y la eliminación de las zonas de sacrificio ambiental

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Rodrigo Jiliberto
Por : Rodrigo Jiliberto Economista, profesor de la U de Chile y colaborador del Centro de Sistemas Públicos de Ingeniería Industrial
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Entender cómo es posible que unos ciudadanos y ciudadanas hayan sido por décadas vulnerados en sus derechos básicos a vista y paciencia de las diversas instituciones del Estado, situación que los ha sumido en la desesperanza y la frustración, es fundamental para solucionar el problema. Si se persevera en considerar que se trata de un problema exclusivo de la norma A o B, o de la empresa Z o Y, es seguir pensando que se enfrenta un problema ambiental convencional, no el de una Zona de Sacrificio Ambiental.


Para entender el alcance del cierre de la refinería de Ventanas de Codelco es necesario entender el problema de las Zonas de Sacrifico Ambiental (ZSA). Las ZSA, hasta hoy tres reconocidas en el Ministerio del Medio Ambiente –Huasco, Quintero-Puchuncaví, y Coronel–, por disponer de Programa para la Recuperación Ambiental y Social (PRAS), pero algunas otras en ciernes (Mejillones, Coronel) constituyen un fallo sistémico de la institucionalidad ambiental.

Las ZSA no revelan un problema ambiental, no al menos uno tenga que ver con un problema de contaminación atmosférica o de agua, o del suelo y la salud humana o la biodiversidad. Ellas son un problema del sistema de política pública ambiental. Como tales, requieren de una solución en el ámbito institucional. Revelan la profunda incardinación entre el modelo de desarrollo de la Constitución del 80 y la imprescindible injustica ambiental y territorial para que este prosperara.

La propia denominación que se les da confirma lo que acá se señala. El término ZSA no denuncia un tipo de problema ambiental, sino el problema de una zona. La cuestión que plantean las ZSA es: ¿cómo así se llegan a configurar zonas de esta naturaleza que, como en este caso específico de Quintero-Puchuncaví, pueden perdurar por décadas y décadas sin que el Estado logre hacer algo al respecto? La cuestión es que en Chile, en términos de política pública ambiental, tenemos problemas de contaminación atmosférica, de cambio climático, de contaminación de aguas, y…  ZSA.

No obstante, a pesar de su singularidad, las ZSA han sido tratadas con las herramientas que se utilizan para gestionar, en este caso primordialmente la calidad del aire, no una ZSA. Los PRAS constituyeron un esfuerzo más integrador, pero sin un diagnóstico de la gravedad institucional que las propias ZSA implican. Y así es como las cosas siguen igual.

Entender cómo es posible que unos ciudadanos y ciudadanas hayan sido por décadas vulnerados en sus derechos básicos a vista y paciencia de las diversas instituciones del Estado, situación que los ha sumido en la desesperanza y la frustración, es fundamental para solucionar el problema. Si se persevera en considerar que se trata de un problema exclusivo de la norma A o B, o de la empresa Z o Y, es seguir pensando que se enfrenta un problema ambiental convencional, no el de una ZSA.

Lo primero que revela una ZSA es la perseverancia del problema, lo que está asociado a su sistemicidad, no la maldad de una u otra autoridad. Se puede decir que las ZSA son el resultado de la confluencia de un conjunto de factores que se refuerzan. Pudiera sintetizarse, de manera muy atrevida, diciendo que las ZSA tienen su origen en una alta concentración de economías territoriales en una zona que progresivamente atrae a más y más industria pesada, para cuyas sinérgicas y sistémicas externalidades ambientales, económicas y territoriales, la institucionalidad ambiental y territorial no dispone de herramientas eficaces de gestión, las que en general son incapaces de dar cuenta de efectos sinérgicos y sistémicos, son fragmentarias y están muy débilmente coordinadas, amén de tratarse de instituciones débiles. Eso, adornado por una flagrante asimetría entre los actores en juego, por un lado, la ciudadanía desprovista de recursos, y por el otro, grandes empresas dotadas de recursos, acceso a los medios y al poder político. Todo ello en el contexto de una economía local primaria y poco desarrollada que tiende fácilmente a la desarticulación.

Todos estos factores se retroalimentan los unos a los otros. La  Ilustración 1 El sistema de las Zonas de Sacrificio Ambiental, gráfica esta fuerte retroalimentación que hace que el sistema sea tan persistente, y perdure en el tiempo. Este sistema solo produce ZSA.

Ilustración 1. El sistema de las Zonas de Sacrificio Ambiental

Fuente: Taller Análisis Ambiental Estratégico ZSA Quintero Puchuncaví. ETHICS FCFM Universidad de Chile, 2020

Esta ilustración demuestra que la solución a la ZSA no puede consistir en intervenir en un elemento del sistema, sino en abordar el conjunto. Para ello, el Estado debe trasformar la ZSA en un problema de gestión socioambiental territorial y generar las herramientas para hacerlo adecuadamente. En primer término, se debe asumir la gravedad social del problema, que es una situación de emergencia social. La gravedad debiera dar lugar a un estado de excepción institucional que permitiera instaurar una autoridad con poderes para dirigir y coordinar los diversos instrumentos de política pública, ambiental, territorial y económicos en ese territorio, en orden a extinguir la ZSA en un plazo determinado. Esta autoridad debiera contar con recursos extraordinarios para asumir su tarea y dotarse de una gobernanza inclusiva para llevarla a cabo. En definitiva, es necesario institucionalizar el problema de las ZSA. No solo por Quintero-Puchuncaví, sino también por el resto y por las que vienen, que son un producto natural de nuestros bríos de desarrollo económico, nuestras debilidades institucionales, nuestro débil desarrollo territorial, y nuestra débil gobernanza ambiental y territorial en contextos de alta concentración de economías de escala territorial.

La lectura del cierre de la fundición Ventanas de Codelco, entonces, no puede ser lineal. Es una medida puntual y, como tal, si este diagnóstico es cierto, aunque individualmente supone una reducción significativa de emisiones, no es suficiente para nada. Pero por primera vez se constata una señal muy fuerte del Estado para con esas comunidades, y para con todos aquellos que las han acompañado cuando nadie hacía nada, eso es de vital importancia. Por primera vez alguien les dice: no están solos. Estamos dispuestos a hacer sacrificios de verdad, no solo a escribir programas de incierto cumplimiento. Es difícil mensurar la importancia de ese gesto. Es de esperar que el siguiente paso sea un abordaje más estructural, en el sentido que aquí se ha venido comentando.

Desde la perspectiva de la propia empresa, la medida es de una coherencia abrumadora. No se ve todos los días. El reconocimiento de que la inversión pendiente no iba a ser capaz de alcanzar los niveles de calidad esperados, y asumir el coste del cierre, cuando podía haber continuado con el simulacro de cumplimiento, marca un antes y un después en la ética de sustentabilidad y transparencia de la empresa y de la industria minería. Impulsa a Codelco hacia arriba. Y lo hace la minera pública.

Como decía Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Bueno, acá se dio un primer gran paso, a la espera de los que vienen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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