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Las contradicciones de las 40 horas Opinión Crédito: Agencia UNO

Las contradicciones de las 40 horas

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La reducción de la jornada laboral interpela, entonces, contradicciones que bien vale la pena ir discutiendo. Contradicciones sobre qué es ser un buen jefe o buena jefa, contradicciones sobre qué es ser un buen trabajador o buena trabajadora. Aprovechemos estos tiempos revueltos para debatirlas.


Cinco años ya han pasado desde que ingresó el proyecto de modificación del Código del Trabajo que reduce la jornada laboral semanal de 45 a 40 horas. Hoy forma parte central del programa del actual Gobierno y parece instalado como algo inevitable, que incluso llegaría más tarde que iniciativas que muchas empresas ya han instalado. De hecho, el propio Gobierno ha lanzado el “Sello 40 horas”, a través del cual se reconoce a las empresas que ya están implementando este límite a las horas trabajadas. Que la realidad se imponga, parece ser la estrategia.

En efecto, muchas de las mediciones y rankings de gestión consideran ya hace un buen tiempo la instalación de medidas vinculadas al tiempo de trabajo, sea de reducción de jornadas, de aumento de días de vacaciones o de flexibilización de las jornadas.

Y es que el debate por las 40 horas, además de la histórica contradicción entre capital y trabajo, despierta al menos dos profundas contradicciones de nuestras culturas laborales, que no hemos logrado procesar en los espacios de trabajo, ni en el debate social más amplio. Y ahí la oportunidad de este momento.

La primera contradicción alude directamente a los empleadores y a quienes estamos a cargo de dirigir personas. Todos reconocemos la importancia de definir objetivos, de delegar y dar autonomía. Sin embargo, cuando la tensión o la incertidumbre aumentan, la respuesta más automática es volver a mostrar autoridad, vigilar, exigir. Asegurarse de que la gente trabaja, y que trabaja mucho (en horas, no necesariamente en calidad). No es solo una cuestión de costos, es una demostración de fuerza.

La segunda contradicción nos compete a todos en cuanto trabajadoras y trabajadores. Afortunadamente, cada vez valoramos con más fuerza la vida familiar (con lamentables diferencias de género que perviven), el descanso y el ocio. Los dos años de pandemia ayudaron a reconocer nuestro desgaste y a criticar la desmesura del trabajo en nuestras vidas. Paralelamente, y ahí la contradicción, jugamos el juego del éxito, que exige todo nuestro esfuerzo, todas nuestras horas de trabajo. Sea respecto de los propios proyectos, sea por las metas que nos puso la empresa, asumimos que todo vale para su logro, y por supuesto el sacrificio de las demás esferas de la vida. Desde un punto de vista somos trabajadoras y trabajadores con derechos y vida extralaboral, desde el otro, somos voraces actores en busca del logro y el reconocimiento. Y eso aplica tanto para independientes como para contratados.

La reducción de la jornada laboral interpela entonces contradicciones que bien vale la pena ir discutiendo. Contradicciones sobre qué es ser un buen jefe o buena jefa, contradicciones sobre qué es ser un buen trabajador o buena trabajadora. Aprovechemos estos tiempos revueltos para debatirlas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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