Estamos frente a una agenda informativa que refuerza el voto de las capas más educadas, de clase más alta, de personas que no tienen problemas para llegar a fin de mes. La agenda de los que más necesitan no está en la discusión pública: la salud, la educación, la vivienda, las pensiones, etc. En la agenda actual, los más vulnerables no están convocados a esta elección y acudirán menos a votar que los más acomodados, que sí están convocados con los temas que han instalado. Este es un plebiscito del Chile más rico, más millennial, más joven, y no de los temas de los más pobres, menos educados, más adultos y viejos, que no están en la agenda. Los errores de la Convención también pasan por la instalación mayoritaria de temas que conciernen a minorías, sin preocuparse por los temas de la mayoría. Empezaron por el final. Otro gallo habría cantado si hubiesen comenzado por los temas de las mayorías: salud, educación, vivienda, trabajo decente… Los temas instalados por la CC son –fueron–, además, temas muy millennials que no apelan a los viejos, que son los que más votan. El Chile más joven y moderno versus el Chile más viejo y tradicional. Eso tampoco convoca a los más vulnerables, que son mayoría.
Cuando Chile se encontraba en el piso de la crisis asiática en 1999, Joaquín Lavín llegó en primera vuelta a solo 30 mil votos de Ricardo Lagos, diez años antes que Piñera produjera alternancia en el poder. En el año 2009, cuando Piñera gana por primera vez la Presidencia, la economía venía de bajada por la crisis del subprime. ¿En crisis económica a la derecha le va mejor? ¿Hoy, en la peor combinación de crisis económica posible, le irá mejor a la derecha de nuevo?
Hoy Chile se encuentra en una situación peor que en el piso de la crisis asiática en términos de percepción de futuro. Mucho más de la mitad del país cree que Chile estará peor en un año más. Se derrumbaron las expectativas futuras, sobre el futuro. Aumentaron 10 puntos porcentuales aquellos a los que no les alcanza para llegar a fin de mes, arribando al 53%. Esos son los mismos que se autoclasifican en la “clase baja”, los mismos que dejan de ir a votar en mayor medida.
Pocas veces en la historia, desde 1987, cuando hiciéramos la primera encuesta nacional, habíamos medido tanta negatividad presente y futura.
La negativa de evaluación con la Convención Constitucional esta marcada por el contexto negativo, donde esta, lejos de traer soluciones, ha traído confusión e interrogantes. El 47% dice que lo peor de la nueva Constitución (NC) es que no se entiende, que es confusa. La gente quedó más confundida que informada con la publicación del “borrador” de la NC.
La gente está poco informada; solo el 23% dice estar bien informado. No comprende y considera confuso lo que está disponible. La evaluación de la NC es “ahí no más”, un 21% tiene buena opinión, un 28% tiene mala opinión, y otro tercio (29%) dice “regular”. Es decir, no es ni chicha ni limonada.
No hay una visión de que esta Constitución es “de” alguien, hecha “por alguien” en particular, como afirma la oposición. Tampoco los temas que ha puesto la elite en la agenda informativa como deficientes en la NC, son de interés significativo para la población en general: la eliminación del Senado; la plurinacionalidad; los Pueblos Originarios; el sistema de justicia separado; el sistema político, etc., etc. Desde luego no hay ningún dato que indique, en las preguntas abiertas, que es vista como una Constitución indigenista (distinto es con preguntas cerradas sin confirmación de preguntas abiertas, que sirven mucho para el constructivismo). Ninguno de esos temas es objeto de menciones espontáneas con peso. Esos temas claramente no convocan a los que buscan mejores derechos sociales, que son la mayoría. Ellos convocan a los más educados y más acomodados.
Estamos frente a una agenda informativa que refuerza el voto de las capas más educadas, de clase más alta, de personas que no tienen problemas para llegar a fin de mes.
La agenda de los que más necesitan no está en la discusión pública: la salud, la educación, la vivienda, las pensiones, etc. En la agenda actual, los más vulnerables no están convocados a esta elección y acudirán menos a votar que los más acomodados, que sí están convocados con los temas que han instalado. Este es un plebiscito del Chile más rico, más millennial, más joven, y no de los temas de los más pobres, menos educados, más adultos y viejos, que no están en la agenda.
Los errores de la Convención también pasan por la instalación mayoritaria de temas que conciernen a minorías, sin preocuparse por los temas de la mayoría. Empezaron por el final. Otro gallo habría cantado si hubiesen comenzado por los temas de las mayorías: salud, educación, vivienda, trabajo decente… Los temas instalados por la CC son –fueron–, además, temas muy millennials que no apelan a los viejos, que son los que más votan. El Chile más joven y moderno versus el Chile más viejo y tradicional. Eso tampoco convoca a los más vulnerables, que son mayoría.
El resultado de la ausencia de los temas de garantías sociales en la discusión convencional tiene un efecto devastador en el imaginario colectivo. Al comparar las dos constituciones, 1980/ NC, sorprende que la población no conozca sus diferencias en materia de derechos sociales, evaluando a ambas de manera muy similar. Es decir, la gente aprueba o rechaza no por esas diferencias que parecen no existir, sino por todo lo otro mencionado.
Al mismo tiempo, el Gobierno esta brutalmente acoplado al Apruebo y la oposición al Rechazo. El Rechazo es también un rechazo al evidente estado económico de Chile. Se pensó, al momento de la llegada del nuevo Gobierno, cuando las expectativas de futuro eran positivas, que este podría “cambiar” las cosas. Muy rápidamente la gente se dio cuenta de que a pesar del alza en salario mínimo, las cosas no cambiarían. El futuro se corría hacia el horizonte lejano, lejos de la boca del túnel. Ni el Apruebo ni el Rechazo es solo sobre la NC. Es sobre todo lo que nos pasa. Y por el momento gana el pesimismo, el Rechazo.
En efecto, el proceso de la NC empezó a mostrar que el 4 de septiembre, lejos de ser el final del camino, parece más bien el comienzo del mismo, con ambos posibles resultados. Los que esperan desde 2019 sufren una tremenda decepción de pensar que, lejos de terminar, se está comenzando.
En otras palabras, ¿por dónde este proceso puede volverse algo positivo, un espacio donde una parte importante de los que tienen menos lleguen a la urna, impidiendo que los más acomodados alcancen mayoría?
Al final del día, este plebiscito se gana porque unos defienden mejor que otros lo que pueden perder y, la verdad sea dicha, es que hoy una buena parte de las personas que tienen menos no saben bien qué se puede ganar con esta NC y deciden quedarse en la casa. Si no son los derechos sociales, si no hay tanta diferencia con la de 1980 en ello, ¿qué es lo que finalmente están eligiendo?
El Chile acomodado está organizado haciendo profesionalmente su campaña, que incluye fake news y videos a diario enviados a miles de personas por WhatsApp, mientras el Chile que quiere defender a los más vulnerables no parece estar organizado por ningún lado, solo reclamando, echándoles la culpa a los medios, a la derecha que inventa cosas (como si fuera la primera vez que la derecha hace campaña sucia y como si nadie más hiciera nunca campaña sucia). Claramente, así es imposible que se gane un plebiscito.
La situación es como es, y en política no sirve llorar. Ceteris paribus, gana el Rechazo.
Si votan cerca de 10 millones o menos, lo más probable es que gane el Rechazo, y así se ve hoy. Si votan 11 o 12 millones, lo más probable es que gane el Apruebo, pero nada indica que ese escenario sea posible hoy. Quedan 60 días para el plebiscito y obviamente que las cosas pueden cambiar, pero lo mismo se decía hace 30 días y no ha pasado nada.
(FICHA DEL ESTUDIO. Los datos mencionados fueron publicados hoy y pertenecen al Barómetro del Trabajo de la Fundación Fiel, financiado por FES Friedrich Ebert Stiftung, y están hechos sobre la base de 1000 entrevistas que representan al país en un panel al cual se le aplican cuotas para reflejar el censo –terminadas el 24 de junio–. Cabe agregar que sabemos que los paneles subrepresentan a los estratos más bajos, por lo que si hubiera que declarar algún sesgo, sería ese. Estos sesgos se corrigen con ponderadores, pero no se pueden ponderar las opiniones individuales no recogidas, solo se pueden ponderar las opiniones expresadas. La ponderación lo que hace es devolverle el peso poblacional según el censo a todos los que respondieron, de tal manera que la encuesta es el perfecto espejo del censo en cuanto a composición y cantidad. Eso no es lo mismo que ponderar “opiniones”. Esta declaración la hacemos en el espíritu del “acto de transparencia”, el estándar solicitado por la AAPOR/WAPOR, las asociaciones americana y mundial de Estudios de Opinión: publicar las debilidades de la metodología aplicada).