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Diplomática Manahi Pakarati: “Nací con las tres desventajas más grandes de este mundo: ser mujer, indígena y pobre” PAÍS

Diplomática Manahi Pakarati: “Nací con las tres desventajas más grandes de este mundo: ser mujer, indígena y pobre”

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Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista - Editora del newsletter Efecto Placebo
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Cuando apareció junto al Presidente Boric en el cambio de mando, vestida de blanco y con tocado de plumas, muchos cuestionaron el protagonismo que causó el vestuario de la Directora general del Ceremonial y el Protocolo. «Las críticas son por desconocimiento. Tenemos que aprender a que somos diversos y que ya casi vamos a ser un Estado plurinacional, donde vestir una trapelacucha, un asku (vestido aymará) debería ser cada vez más normal». ¿Pero quién es ella? Aquí la embajadora, que lleva 25 años en el cuerpo diplomático, responde a eso y mucho más. Mujer fuerte y sin prejuicios hizo un acuerdo con su marido al poco tiempo de casados: ella sería la proveedora y él trabajaría en la casa y cuidaría a los niños. Conoce bien el proceso Maorí en Nueva Zelandia, donde estudió y vivió, pero sobre La Araucanía es cauta: “Ahí hay más asuntos mezclados que la causa mapuche; tráfico de armas, narcotráfico, intereses forestales, winkas que viven ahí por generaciones… hay que reparar a esas personas también. Mientras más tiempo pasa, más difícil se vuelve la solución. Empezamos tarde, pero nunca es tan tarde”.


Su presencia al lado del Presidente Gabriel Boric, en el cambio de mando el pasado 11 de marzo, la puso en el ojo de la opinión pública.

Manahi Pakarati Novoa (49) vestida con traje de gala rapanui —que se utiliza solo en actos muy importantes y de relevancia—, una corona de plumas, collares y brazaletes polinésicos y un takona (pintura corporal) sobre el rostro, atrajo la atención y las críticas. Para ella no fue tema.

“Hasta hoy, principalmente mujeres me dicen que se sintieron representadas, también muchas personas de pueblos indígenas y no solo de Chile. Llevo 25 años haciendo esto y por un par de plumas se vio mi, nuestro, trabajo (dice incluyendo a su equipo). Las críticas son de gente conservadora que tiene una idea de que el protocolo debe pasar inadvertido. Cosa que es cierta, siempre hemos hecho un trabajo silencioso, pero al final para mis colegas fue un orgullo que se viera parte de lo que hacemos”, cuenta.

-Pero todo se centró en su vestimenta…
-Sabía que era llamativo usar un traje tradicional, por eso antes lo hablé con el Presidente. No quería afectar o quitar la atención sobre él. Especialmente le pregunté si podía usar mi corona de plumas y me dijo: “Encantado Manahi, tu vístete como te sientas cómoda”. Ya teniendo su aprobación, las demás opiniones no me importan mucho. Las críticas son por desconocimiento. Tenemos que aprender a que somos diversos y que ya casi vamos a ser un Estado plurinacional, donde vestir una trapelacucha, un asku (vestido aymará) debería ser cada vez más normal.

Pocos supieron que mientras su atuendo generaba ese revuelo, su madre estaba agonizando. “El 1 de marzo sufrió un Accidente Cerebro Vascular muy brutal. Imagina el estrés de preparar el cambio de mando sabiendo que ella podía morir en cualquier momento… Mi mamá finalmente esperó —bueno uno quiere pensar eso— porque ella quedó inconsciente, nunca más volvió a despertar y se fue cuando habían pasado las ceremonias. Estuvo internada en la ex Posta Central porque fue donde llegó, y donde la atendieron muy bien. Cuando terminé el encuentro ecuménico en la Catedral corrí a verla porque no había podido ir antes. Ahí, junto a su cama, le conté que había ido al Congreso con el Presidente, que me había puesto mi traje rapanui, que había sido muy bonito, emocionante. Le relaté todo sin saber si me escuchaba… Y finalmente, al segundo día de este Gobierno mi mamá falleció. Tomé un día para hacer los trámites, otro para enterrarla y al tercer día volví al trabajo.

-¿Se saltó el duelo?
-Dicen que es importante, pero los indígenas aceptamos la muerte como parte de la vida. En Rapa Nui hacemos un rezo de un mes cuando muere alguien, pero no es triste. Nos ponemos nuestros trajes de pareu, coronas de colores, cantamos, bailamos, alimentamos a los invitados que vienen a rezar… Son oraciones católicas, herencia de los misioneros… Además, mi mamá era muy optimista y me dijo que solo quería para mí que fuera siempre feliz, en toda circunstancia. Para honrarla no puedo estar triste. En su funeral me puse un vestido de colores, corona de flores y celebré su vida porque ella fue muy feliz. Habíamos hablado de la muerte, así que seguí todas las indicaciones que ella deseaba. Durante el cambio de mando yo estaba con esa preocupación extra, no sabía que la gente estaba hablando de mi. Después, en la tarde en La Moneda, cuando tuve un tiempo, antes de que el Presidente diera su discurso, vi que tenía lleno mi teléfono con mensajes… Me había visto todo el mundo.

La proveedora

Manahi significa algo así como poder del fuego. Y ella es pura energía. Me recibe en la oficina del tercer piso del Ministerio de Relaciones Exteriores, sonriente y vestida de estricto protocolo rapanui: corona de flores sobre la cabeza y un pareu azul floreado.

Es mestiza, hija de padre rapanui y madre chilena de San Bernardo. Una pareja que se conoció porque ambos tenían grupos musicales. Ella también se casó con un chileno y tiene dos hijos Mahia (13) y Aroi (10) que viven en la isla desde 2020 a raíz de la pandemia. Ahora cruza los dedos para que se abra la isla el 1 de agosto y poder abrazarlos pronto.

“Los diplomáticos cumplimos una rotación obligatoria: vivimos 5 años afuera y 2 en Chile. Estábamos en México cuando empezó la pandemia. Mis hijos estuvieron encerrados cinco meses y me di cuenta que uno de los pocos lugares del mundo que no tenía coronavirus era Rapa Nui. Nos costó mucho movernos, congeniar todo, pero finalmente mi familia se instaló allá. Mis hijos viven una vida normal, van a clases con 30 niños. La mayoría de los hijos de diplomáticos crecen sin identidad. Ahora que llevan 2 años en la isla, aprendieron el idioma, van a clases de baile, de remo, de buceo, van a la playa. Se dieron cuenta que pertenecían a un lugar donde todos pronunciaban bien sus nombres. El reconocimiento de su cultura y tradiciones para mí ha sido lo más importante que han vivido en estos dos años. Allá están con su papá y viven en comunidad con los Pakarati. Los vecinos son los tíos, los primos”.

Esto gracias a que cuando se casó acordaron ser un matrimonio poco convencional.

“Decidimos que yo sería la proveedora y él se encargaría de la casa y los niños. Se dio porque mi primer destino de casada fue Nueva York, trabajé 5 años en Naciones Unidas. Y allá es imposible tener una persona para cuidar la casa o una niñera, además las salas cunas y jardines son muy caros. Mi marido iba a tener que trabajar solo para pagar eso. Él me dijo que mejor se hacía cargo de criar a nuestros hijos y lo hace hasta el día de hoy. Yo los mantengo, mi trabajo es para eso y su trabajo es cuidarlos y llevar la casa”.

-¿Le ha dado resultado, entonces?
-Al comienzo fue bien difícil. Un hombre latino tiene en su subconsciente el rechazo a ser mantenido. Y acá la crítica social es muy fuerte. La familia mía y la de él, los amigos, todos opinaban, me decían “¡¿cómo no va a trabajar?!”. Y yo les respondía y respondo aún: “trabaja mucho, la casa es un trabajo enorme”. Al principio el cayó en una depresión cuando dejó de trabajar y tuvo que venirse de su pueblo (Calera de Tango), dejar su vida por mi, pero eso se le quitó en Estados Unidos, porque allá cuando iba a los parques con los niños, no era el único papá que criaba. En países desarrollados eso es más común. Allá no tenía la crítica social ni a nadie que lo estuviera apuntando con el dedo, mirándolo mal porque no trabajaba fuera de la casa. Eso lo aprendimos con el tiempo y ahora estamos acostumbrados. Y ojo, que no soy la única diplomática que tiene ese acuerdo. Es otra forma de hacer familia nomás”.

Empezamos tarde, pero nunca es tarde

Antes de Nueva York Manahi trabajó y estudió un master en Relaciones Internacionales en Nueva Zelandia, pero estaba soltera. Formó una fuerte relación con los Maoríes, sus “hermanos del Pacífico”. “Conocí el modelo de reparación de ese pueblo y la negociación con la Corona, un proceso que aunque es muy avanzado no está terminado. En Nueva Zelandia, los Maorí negocian por tribus, hay algunas que ya lo han hecho, pero otras aun están en eso”, cuenta.

-¿Se podrá utilizar acá algunos de esos modelos?
-Creo que algo, porque los rapanui somos un solo pueblo y tenemos un terreno, pero los mapuche no sé si se reconocen como una sola tribu y si quisieran negociar todos juntos.

-¿Qué podríamos aplicar entonces según su experiencia en Nueva Zelandia?
-Uy… Primero aprender que no es necesario que exista una sola contraparte para negociar, pero sí se necesitan muchos recursos, mucha paciencia, dedicación y orden para hacerlo. También comprender que es un proceso largo y gradual. No creer que uno va a sentarse, tener una negociación y firmar un tratado y van a quedar todos felices, no es tan sencillo. Además, hay muchas personas involucradas y mientras más pasa el tiempo, más personas se siguen sumando. En la isla ya nos cuesta ponernos de acuerdo entre nosotros…

-Pero con los rapanui el proceso parece haber sido más ordenado que con otros pueblos.
-Hay que empezar por decir que no somos pueblo originario de Chile, porque no estuvimos en el origen del país. Somos de la Polinesia. Nos asociamos recién en 1888. Y en el proyecto de nueva Constitución por primera vez vamos a ser reconocidos como parte de este país. Somos una nación que firmó un tratado con Chile.

-¿Qué piensa podría hacerse con La Araucanía?
-No tengo tanto conocimiento de lo que pasa en La Araucanía para dar una opinión. Ahí hay más asuntos mezclados que la causa mapuche; tráfico de armas, narcotráfico, intereses forestales, winkas que viven ahí por generaciones… hay que reparar a esas personas también. Mientras más tiempo pasa, más difícil se vuelve la solución. Empezamos tarde, pero nunca es tan tarde.

-¿El proyecto de nueva Constitución habla de plurinacionalidad, cómo se siente eso desde su nación?
-De joven siempre me preguntaban si era cierto que no nos sentíamos chilenos. Les decía supongo que no, porque administrativamente lo somos, pero nuestra identidad es rapanui en raza, idioma, cultura, la forma de ver la vida, y además no estamos reconocidos dentro de la Constitución Política de Chile. ¿Cómo se le puede pedir a un rapanui, a un mapuche, a un aymará que se sienta chileno si no figura en su libro base? Ahí dice quienes son chilenos y nosotros no estamos. Ahora que vamos a estar, podemos decir que somos parte de este país, todos. Por eso, me cuesta pensar que un indígena no vaya a apoyar la nueva Constitución, sería farrearse una gran oportunidad.

-¿Qué siente cuando escucha a algunos decir despectivamente: “esta es una constitución indígena”?
-Necesitamos tolerancia, respeto a las diferencias y más conocimiento también, perder el miedo a lo diferente. La verdad no somos una sola nación. Y Chile está cambiando, hay que adaptarse a los nuevos tiempos.

-Usted en esta entrevista ha repetido varias veces con orgullo que es rapanui.
-Nací con las tres desventajas más grandes de este mundo: ser mujer, ser indígena y ser pobre. Lo que me motiva, apasiona y mueve es Rapa Nui, ser un orgullo para ellos es ser fiel a mi objetivo. Puedo decir que vengo de una cueva y ahora soy embajadora de la República. Llegué a lo más alto de mi carrera, no tengo nada que probarle a nadie. Estoy feliz con mis logros.

-De esas tres desventajas, ¿cuál ha sido la más estigmatízante?
-Ser mujer y luego indígena. Imagínate desde enfrentar a mi familia por tener un matrimonio no tradicional hasta estar en una carrera donde la mayoría eran hombres. Para las mujeres ganarnos un espacio en la diplomacia ha sido difícil. Ahora mismo, varios de los nombramientos de embajadoras han tenido que saltarse un grado: de consejeras a embajadoras, porque no había de dónde elegir para mantener el balance de género que es un compromiso que tiene la ministra y el gobierno del Presidente Boric. No ha sido fácil. Allá en Rapa Nui por ejemplo, soy de las primeras profesionales universitarias. Y eso porque estudié con varias becas o sino no habría podido.

Autoestima a prueba de balas

Detrás del empeño por surgir estuvo su mamá, una profesora normalista que enseñaba en la isla y que siempre le inculcó estudiar. “Cosa difícil de explicar allá, porque no hay dónde seguir los estudios y salir de la isla no es fácil. Cuando mi mamá les decía a los niños que estudiaran, uno le respondió que su papá pescador no sabía leer ni escribir y ganaba tres veces más que ella. Pero la educación no fue lo más importante que me dio. Ella me esculpió —también a mi hermano— una autoestima a prueba de balas”.

Estudió bibliotecología en la UTEM, gracias a tres becas, una de ellas de la Conadi. “Comía un completo diario para que me alcanzara. No es para dar pena ni hacerme la víctima, pero es bueno que se sepa que me he ganado cada cosa que tengo y cada peso (alude a las críticas por los sueldos del gobierno). No tengo pitutos ni soy protegida de nadie. Si ahora gano lo que gano es por mi trayectoria que ya es de 25 años. Quisiera que si una niña lee esto sepa que se puede, que es posible salir de una cueva, de una población y surgir, que aun cuesta ser indígena y mujer pobre, pero hay que hacerlo, ser fuerte”.

Después que terminó bibliotecología entró a periodismo en la Universidad de Chile por ingreso especial para titulados. En ese tiempo trabajó para costearse la carrera en la biblioteca del Campus Gómez Millas y en la biblioteca de Ciencias Sociales. Un año antes de terminar periodismo dio la prueba en la Academia Diplomática, solo para probar y el resto es historia.

Lleva siete años dedicada al protocolo y en 2021 asumió como subdirectora de giras presidenciales de Sebastián Piñera. Por eso cuando la nombraron una de las cosas que más la motivó fue seguir trabajando con los mismos compañeros. “La ministra Urrejola me dejó claro que la elección del Presidente fue por mi currículum y experiencia en protocolo. Aunque ser mujer e indígena era un plus. Fue muy buena esa aclaración. Luego me llamó el Presidente y me dijo lo mismo y que no nos conocíamos, pero sabía que trabajaríamos bien. Le dije que tenía un tremendo equipo atrás. Me agradeció y nos conocimos después de sus vacaciones».

-¿Cómo se trabaja con un Presidente que se sale de protocolo?
-El Presidente es muy respetuoso de nuestro trabajo a pesar de que se sale del camino, saluda, se mueve mucho, pero eso no nos saca tanto del programa porque él es cercano a la gente. Sabe que hay personas que se levantan súper temprano solo para que él les dé la mano. Lo que me cuesta es que se ordene en los tiempos. Cuando vamos en un programa estricto tengo que marcar los tiempos y a veces me hace caso… otras no.

-¿Cuál es su evaluación a estos 4 meses de gobierno?
-Soy diplomática y responderé por eso. Me siento muy confiada por las personas que tengo. Aquí están los que más saben de protocolo y hay otros más que se encuentran cumpliendo fuera de Chile. A la vez me di cuenta en el cambio de mando que los ˝protocolarios” estamos medios viejitos y tendré la misión de entrenar nuevas generaciones de diplomáticos. Quisiera conseguir otro/a joven de Rapa Nui, pero no han quedado en las pruebas…

-¿Le interesa la política?
-No para hacer carrera, quizá tendría que ser algo en Rapa Nui, pero eso lo digo hoy, mañana no sé.

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