Qué duda cabe que la Ruta 5 y la Carretera Austral han significado, cada una en su momento, una ampliación en los hechos de nuestro territorio. Al conectar vastas y diversas regiones a través de sus trazados, estos ejes viales nos han permitido una mayor conectividad, un mayor dinamismo de zonas antes inhóspitas y aisladas y, también, una mayor apropiación y uso de nuestra maravillosa geografía. Estas dos obras emblemáticas, que han crecido con estándares y tiempos dispares, hoy podrían unirse en una sola gran columna que integre a buena parte de nuestro territorio, acercando a personas, productos, culturas y paisajes, dinamizando así un intercambio interno y externo que no hace sino potenciar lo que somos y lo que podemos ser. Solo 70 kilómetros de carretera bastarían para hacer de esta idea una realidad. Chile puede hacerlo.
Nuestro país atraviesa por uno de los momentos de mayor inestabilidad del último tiempo. En lo político, lo social y lo económico el factor dominante es la incertidumbre y muchas de la respuesta que nos sugieren que ensayemos no hacen sino aumentar la fragmentación y, con ello, debilitan aún más este maravilloso proyecto llamado Chile.
Sin duda que muchas de las amenazas que enfrentamos no provienen única y exclusivamente de factores locales. El mundo está enfrascado en un ciclo de inestabilidad, beligerancia, inflación y auge de proyectos populistas y/o autoritarios. Sería iluso pensar que estos fenómenos se mantendrían alejados de nuestro país, pero más iluso es pensar que la forma de hacerles frente sea quedarnos impávidos y dejar que la corriente nos arrastre.
En tiempos como estos, los Estados hacen fuertes a sus países invirtiendo. Fortaleciendo los pilares del desarrollo presente y futuro; haciendo primar una visión estratégica y colectiva ahí donde las voluntades individuales parecen quebrarse y tomar actitudes defensivas. Uno de esos pilares del desarrollo y el bienestar de Chile es la infraestructura y durante décadas nos hemos beneficiado de la visión de quienes impulsaron ambiciosos proyectos que nos permitieron compensar nuestra inevitable lejanía con el mundo con eficiencia de logística, transporte y comunicaciones.
Ese impulso, sin embargo, se ha aletargado peligrosamente y hoy, frente a un mundo que aún valora y demanda lo que en Chile producimos, nuestras vías de comunicación entre nosotros y con el mundo enfrentan una acelerada obsolescencia. Pero esto se puede revertir. Hay múltiples obras que podemos acometer para aprovechar estos momentos convulsos para fortalecer nuestro país y nuestra economía. Infraestructura portuaria, de telecomunicaciones, innovación energética, son parte de las áreas en las que aún nos queda mucho por avanzar.
Esas inversiones, sin embargo, aunque generan actividad, empleo y competitividad, podrían multiplicar su impacto si las acompañamos de un postergado proyecto nacional: unir Chile desde Arica a Villa O’Higgins, acercando la Región de Aysén al resto del territorio y terminando con una inexplicable fragmentación de nuestro rico sur y sur austral.
Qué duda cabe que la Ruta 5 y la Carretera Austral han significado, cada una en su momento, una ampliación en los hechos de nuestro territorio. Al conectar vastas y diversas regiones a través de sus trazados, estos ejes viales nos han permitido una mayor conectividad, un mayor dinamismo de zonas antes inhóspitas y aisladas y, también, una mayor apropiación y uso de nuestra maravillosa geografía.
Estas dos obras emblemáticas, que han crecido con estándares y tiempos dispares, hoy podrían unirse en una sola gran columna que integre buena parte de nuestro territorio, acercando a personas, productos, culturas y paisajes, dinamizando así un intercambio interno y externo que no hace sino potenciar lo que somos y lo que podemos ser. Solo 70 kilómetros de carretera bastarían para hacer de esta idea una realidad. Chile puede hacerlo.
John F. Kennedy señaló una vez que las carreteras de Estados Unidos no eran buenas dada la prosperidad del país; sino que la prosperidad de Estados Unidos se debía a buenas carreteras. En Chile hoy tenemos la posibilidad de unirnos para lograr un salto en la calidad de nuestra conectividad interna y un impulso significativo para los bienes, servicios y productos que están llamados a ser los pilares de nuestro desarrollo futuro.
Las energías del futuro –los alimentos que sostendrán al mundo, así como los talentos y creatividad para desarrollarlos– se encuentran distribuidas en todo nuestro largo territorio. Conectar esas riquezas nos permitirá dar ese salto al futuro que soñamos y merecemos. Ha llegado el momento de unir con una sola vía lo que es y debe seguir siendo un solo país.