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Cuidado con la viruela constitucional Opinión

Cuidado con la viruela constitucional

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Jorge Costadoat
Por : Jorge Costadoat Sacerdote Jesuita, Centro Teológico Manuel Larraín.
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La viruela del mono hay que evitarla a toda costa. Uno de sus síntomas es un alza súbita de la temperatura a más de 38,5. No sé de alguien que quiera que suba la fiebre en el país, entremos en trance, veamos a los otros como enemigos y los borremos del mapa. Nadie lo quiere, pero somos monos, y los monos son porfiados. Si no enfriamos la cabeza y la levantamos, volveremos a la selva. Si no invocamos el amor político que tenemos en el corazón para hacerles un espacio a los demás, podemos entrar en la espiral de violencia. Hay que frenar en seco el curso al desastre. Andan monos con gillette aullando, cuidado. Tienen cara de mono. No hay cómo perderse.


Vistas las cosas desde el futuro, vamos haciendo lo que hay que hacer. Estalló el país. Los políticos crearon una vía democrática para salvarlo. Se votó una Convención Constitucional que hizo el trabajo de acuerdo a las reglas que se le impusieron. Redactaron un texto y lo entregaron al Presidente. ¿Qué queda? El plebiscito de salida. Hasta aquí el país ha hecho una performance democrática impresionante. No se puede decir que estamos “como la mona”.

Hay que tener en cuenta, sí, que el texto de la futura Constitución es un medio y que la convivencia es un fin. El dato es que la convivencia nacional entró en crisis por al menos dos razones. Una, injusticias en muchos ámbitos. Dos, la emergencia de sujetos colectivos que han tomado conciencia de su dignidad y la harán prevalecer contra viento y marea. Es la hora de la diferencia. La igualdad conseguida por la fuerza de los poderes económicos (ejemplo: neoliberalismo), políticos (ejemplo: la Constitución del 80), culturales (ejemplo: machismo y colonialismo) y religiosos (la prevalencia de una religión sobre la espiritualidad de los pueblos originarios), no da para más. Ha sido una igualdad abstracta, uniformadora. Se requiere reconfigurar aquello que nos iguala. Necesitamos una unidad que integre a los diferentes. Una refundación, reconstrucción o como quiera llamársela.

No estamos “como la mona”. Es este un momento extraordinariamente importante. Hasta hermoso. Requiere, de todos, que saquen del alma lo mejor para hacer un espacio digno y justo a los excluidos.

Tenemos por delante otros pasos democráticos. Del plebiscito saldrá un Apruebo o un Rechazo. Las posiciones más sensatas saben que, a partir de entonces, comienza otra etapa que aún exigirá mucho trabajo. Necesitamos un texto constitucional e innumerables textos legales que consigan el fin buscado: la unidad que nos haga reconocernos en la mirada de los otros como un solo pueblo.

La viruela del mono hay que evitarla a toda costa. Uno de sus síntomas es un alza súbita de la temperatura a más de 38,5. No sé de alguien que quiera que suba la fiebre en el país, entremos en trance, veamos a los otros como enemigos y los borremos del mapa. Nadie lo quiere, pero somos monos, y los monos son porfiados. Si no enfriamos la cabeza y la levantamos, volveremos a la selva. Si no invocamos el amor político que tenemos en el corazón para hacerles un espacio a los demás, podemos entrar en la espiral de violencia. Hay que frenar en seco el curso al desastre. Andan monos con gillette aullando, cuidado. Tienen cara de mono. No hay cómo perderse.

Nuevamente nos convoca la democracia. Nunca debimos perderla. La mejor forma de fortalecerla es practicándola. Sabemos sus reglas, pero se trata de un sistema político que funciona cuando es aceitado permanentemente con buena voluntad. Es un medio pero también un fin, porque consiste en un modo de convivencia que supone que nos pertenecemos unos a otros. La convivencia respetuosa, empática, justa, es madre e hija de la democracia. Necesitamos poner atención. No podemos seguirles el juego a las campañas. Más que arengas, son precisos argumentos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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