Bueno, pero ahora, ¿para qué votar, Apruebo o Rechazo? Desde luego, no quiero elegir la abstención y quedarme como el celebrado burro de Buridán, paralizado ante dos alternativas difíciles y que, finalmente, murió de hambre y de sed. Así que me dirijo a mis amigos. No muchos de ellos están por «rechazar para rechazar» o «aprobar para aprobar». La gran mayoría se distingue solo por una muy fina línea porque, en cualquier caso, están para «reformar». Claro que, en el fragor de esta campaña, la fina línea tiende a convertirse en una zanja más profunda.
Chile sigue siendo la mejor máquina para fabricar chilenos. Miren esto: acaban de concederme el derecho de voto tras cumplir cinco años de residencia. Cuando vi mi nombre en la página web del Servel, me emocioné. Sentí un real orgullo por la distinción que se me concedía. Así que me vuelvo casi un chovinista, capaz de sacar las garras contra cualquier «extranjero» si solo se atreviera a criticar a Chile. Hay una palabra para esta magia: “integración”.
Bueno, pero ahora, ¿para qué votar, Apruebo o Rechazo? Desde luego, no quiero elegir la abstención y quedarme como el celebrado burro de Buridán, paralizado ante dos alternativas difíciles y que, finalmente, murió de hambre y de sed.
Así que me dirijo a mis amigos. No muchos de ellos están por «rechazar para rechazar» o «aprobar para aprobar». La gran mayoría se distingue solo por una muy fina línea porque, en cualquier caso, están para «reformar». Claro que, en el fragor de esta campaña, la fina línea tiende a convertirse en una zanja más profunda.
Tuve que cruzarla muchas veces. Los del Apruebo me dijeron:
-Hay un amplio consenso en que hay que eliminar del proyecto unos diez errores, incoherencias, redundancias y cosas más exploratorias que estructuradas.
-Hay una institución, el Congreso, más que legítima por la reciente votación y bien equilibrada políticamente. Una de sus funciones es revisar la Constitución que está vigente, la nueva en este caso. El nuevo umbral de 4/7 es razonable. ¡Que hagan su pega!
-En materia constitucional, es más eficaz proceder por sustracción que por adición, por la goma de borrar que por el lápiz. Eso me hizo recordar que era también la opinión de Miguel Ángel. Decía que la escultura era así de simple: «Veo la estatua en el bloque de piedra y, bueno, elimino todo lo que se interpone» (no conoció la impresión en 3D.)
Todo esto me pareció razonable. Me fui entonces a ver a mis amigos del otro lado, para que compartan su visión conmigo.
Con sorpresa, no tuve una respuesta, sino que muchas. Para algunos, hay que reiniciar de cero con una nueva Convención, es decir, actuar en 3D. Pero ¿con dos años más de saga y pathos, solo por estos diez errores? ¿Con el riesgo de diferir otros asuntos importantes como las reformas de las pensiones, de la tributación, de una acción climática…?
Otros me dijeron: «Hay que empezar desde el texto del proyecto». Pero ¿por qué no votar por él en primer lugar? O “del texto actual”. Pero ¿no fue rechazado hace dos años?
Oí también: “Necesitamos una comisión de 50 expertos”. Pero ¿con qué legitimidad? Los expertos son esenciales, cierto, pero desde atrás. Si todas las cuestiones difíciles exigieran una comisión Teódulo o Pablito, bueno, démosles vía libre en la reforma de las pensiones o de la salud. Simplificaría la vida democrática.
Esperaba, y no salí decepcionado, el clásico nombre: ¡el PC! Se llama “reductio ad PCum”, una ley chilena que dice que, luego de cinco minutos, toda conversación política ve la aparición del nombre de este partido (seguro que existe también una reductio ad Pinochetum). “¡El PC va a sabotear todo el proceso!”. Pero, si esto fuera cierto, ¿con quién se lograría un bloqueo de 3/7 del Congreso?
En este punto, sentí a mis amigos del Rechazo sacudidos, casi listos para cruzar la zanja. Por suerte, recuperaron su cordura. Como muchos son economistas, me hicieron leer un estudio muy serio que mostraba el enorme costo económico del proyecto, si se lleva a cabo en su totalidad.
Ya que las cifras me impresionan siempre, esta lectura me sacudió a su vez, al punto de quedar con ellos a su lado de la zanja.
Pero oí desde el otro lado a mis amigos del Apruebo diciendo: “Cuidado, que el estallido tuvo también un alto costo económico. Fue el resultado de instituciones inadecuadas. Al fin y al cabo, por eso decidimos hacer una nueva Constitución”.
Me dijeron también que Miguel Ángel estaba exagerando. No es tan fácil concebir la estatua. De hecho, hubo una verdadera reflexión, en la Convención y en torno a ella, sobre lo que es hoy una democracia. El país se ha animado. Nunca en mucho tiempo se había debatido tanto sobre las reglas para un mejor “vivir juntos”. El arte de esculpir se ve en el resultado, pero también en el acto de esculpir. ¿No deberías tú tener en cuenta el resentimiento de quienes, de buena fe, a veces iluminados, creían en el camino recorrido y trabajaron sobre el proyecto, solo para verlo puesto en la basura?
Sobre este sabio aviso, y un poco cansado de los vaivenes, como tú quizás, querido lector, me uní a estos amigos y me quedaré con ellos para mi primer voto en Chile.