La contienda electoral dejará heridos, qué duda cabe. En consecuencia, intelectuales de distintas corrientes de pensamiento y oficios alertan sobre un fenómeno que, hasta aquí, no ha sido bien ponderado por los políticos y líderes de opinión: el sentimiento de desafecto que pudiera presentarse en chilenas y chilenos cuya opción pierda en el plebiscito. Y en ese escenario, pensadores y creadores de la talla de Pía Barros, Gastón Soublette, Arturo Fontaine, Manuel Antonio Garretón, Gabriel Salazar, Maite De Cea, el cineasta Ignacio Agüero y el científico Jorge Babul, coinciden en que hay que viabilizar un diálogo que impida el avance de la «desilusión democrática» y que garantice el clima de paz de social que requiere el entendimiento. Desde sus diferencias ideológicas, Soublette llama a los políticos a actuar de buena fe para recomponer un país éticamente destruido, llamado que se asemeja al que realiza el escritor Arturo Fontaine, quien cree que ya es tiempo de buscar espacios de entendimiento en una mayoría social renuente a los maximalismos, mientras que el historiador Gabriel Salazar apela a la calma, ya que, independientemente del resultado, el país se encontraría embarcado en un proceso revolucionario más profundo que el que podemos ver a simple vista. En síntesis, sugieren que nos vendría bien un ejercicio de empatía radical como el que promovía el biólogo Humberto Maturana, quien llamaba a ponerse en los zapatos del otro.
Tenemos claro que la vida después del 4 de septiembre continuará. Con más o menos dificultades, merced a los acuerdos o acciones que se tomen a partir del día siguiente, pero continuará. Lo más complejo de todo no es la constatación de que seguiremos navegando sobre las convulsionadas aguas de la política chilena. Intelectuales de distintas corrientes de pensamiento advierten un peligro de ansiedad y que urge gestionar apenas se conozcan los resultados del plebiscito: la desilusión y la congoja que harán que muchos de chilenos despierten el lunes con un cuadro de angustia y desafección. Para hacerse cargo de aquello, los pensadores sugieren que nos vendría bien un ejercicio de empatía radical como el que promovía el biólogo Humberto Maturana, quien llamaba a ponerse en los zapatos del otro. “Vamos a necesitar la cultura de la ternura de la que hablaba Elicura Chihuailaf”, sostiene en referencia al poeta mapuche la escritora Pía Barros, quien tiene claro que una parte del país se sentirá menos parte de eso que llamamos “Chile”.
El problema es que la dictadura nos dejó una triste herencia: el exitismo, que es también ese sentimiento de superioridad total y avasallante ante el vencido que surge de una relación de competencia, plantea la académica y autora del libro de cuentos El lugar del otro (2010) y las novelas Lo que ya nos encontró (2001) y El tono menor del deseo (1991): “Debemos, por ello, restablecer el espíritu cooperativo que nos arrebató el capitalismo de Estado y que nos enseñará que es mejor conversar y discutir entre todos el país que soñamos. En mi caso, yo soy feminista, y en ese mundo donde nadie sobra y donde puedan expresarse las diferencias en los espacios de conversación”, expresa.
¿Qué deberían tomar en cuenta los políticos respecto de esa parte de Chile que podría sentirse excluida del país que se construya a partir de lo que suceda el 4 de septiembre? El retorno a una realidad suele ser muy dura después de soñar tanto, recuerda el sociólogo y académico de la Universidad de Chile, Manuel Antonio Garretón. “Si gana el Rechazo, muchos se preguntarán ‘¿en quién creo ahora, si aquellos en los cuales creí generaron una situación que llevó a una derrota?’. Es posible que se produzca esa desafección, ya que el triunfo del Rechazo significa la vuelta al poder real, al poder fáctico con empate en el Senado y con derecho a veto. Las élites son las que ganan y van a imponer las reglas del juego. Incluso, en el caso de que gane el Apruebo, ese proceso de transformación nunca va a tener las características con que se soñó, porque cuando uno sueña no toma en cuenta los problemas de la realidad”, puntualiza el sociólogo.
“Déjeme darle un ejemplo”, avisa Garretón: “Los sectores más cercanos a la insurrección, como el grupo de (Héctor) Llaitul, es obvio que van a plantear a los mismos sectores de los pueblos originarios ‘¿ven?, ¿ven lo que significa haber creído en esto? Ahora están mucho peor porque fueron engañados y derrotados’. Entonces es cierto que, dados el odio y el desprecio de las élites hacia los sectores de abajo, una derrota tan crucial cuando las expectativas eran tan altas, y la dificultad de comprender esto, sí puede crear esta situación. Hay que pensar en la responsabilidad de los liderazgos intermedios, no solo de las cúpulas políticas, sino de los profesores, por ejemplo, o los líderes territoriales, que deben transmitir la idea de que una derrota no significa el abandono de un sentimiento de pertenencia”.
Por ello es que Manuel Antonio Garretón añade una reflexión: “Hay que luchar decididamente contra la desilusión democrática”.
En tanto, la socióloga y doctora en Ciencias Políticas, Maite De Cea, académica UDP y del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, traslada un mensaje de mesura, a fin de propiciar un terreno de entendimiento, algo que resulta fundamental para asegurar ciertos niveles de paz social. En ese sentido, los vencedores deberán comprender que su victoria nunca es definitiva, lo mismo que la derrota para quienes muerdan el polvo la noche del domingo 4 de septiembre. Cada persona, independientemente de la vereda en que se encuentre, deberá actuar con el máximo de responsabilidad. “Pase lo que pase el domingo 4 de septiembre, tendremos que seguir buscando la forma de dialogar y escucharnos, cada una y cada uno desde donde le toca, sin miedo al disenso y dispuestas y dispuestos a convivir entre diferentes. Les diría que la diferencia solo nos engrandece y que miremos este desafío con optimismo y sin rendirnos”, señala.
En el mundo de la ciencia también hay una reflexión al respecto. El doctor Jorge Babul Cattan, académico del Departamento de Biología de la Universidad de Chile y presidente del Consejo de Sociedades Científicas, pide atenerse a la evidencia pura y dura y actuar sin apasionamientos que pudieran enrarecer un clima ya de por sí crispado. Como sea –subraya–, gane el Apruebo o gane el Rechazo, lo que vivamos este domingo será una estación más, no el término de un recorrido. “El resultado dirá que tendremos que seguir ideando y construyendo nuestro futuro, y esto requiere de la interacción eficiente de las personas, con el mínimo roce posible. Y el roce nada genera, solamente provoca desgaste y calor”, manifiesta.
A modo de consejo para este momento de incertidumbre, Babul declara que todo a la larga se devuelve, porque los seres humanos y todo cuanto nos circunda están en un relación de interdependencia, por lo que sería recomendable morigerar el tono y dejar de ver al otro como enemigo. “Las confianzas se construyen trabajando juntos y conociéndose. Como dijo (Francisco) Varela, biólogo y filósofo, ‘tu mente está en ti y en todo aquello con lo que interactúas’, por lo tanto, el otro eres tú y tú el otro. Somos uno, y con ese ánimo lo podremos lograr. No se trata de consensos sino de vivir en la diversidad”, recalca.
Existe relativo consenso en cuanto a que la cultura chilena no goza de una tradición dialógica enmarcada en la horizontalidad y el disenso, y ello es peligroso en una comunidad inmersa en una crisis respecto del tipo de sociedad (más diversa y más inclusiva) que necesitamos construir de cara a los desafíos del siglo XXI. Pero hay intelectuales, como el filósofo y escritor Arturo Fontaine, que ponen paños fríos en relación con la tesis que refiere a una fractura social de proporciones. “Pienso que en la superficie hay mucha tensión y polarización, pero es una polarización más de capas dirigentes y de la competencia por el voto en el plebiscito que otra cosa”, indica el intelectual, quien insta a las dirigencias políticas a comportarse con mesura, en especial a aquellas que resulten vencedoras.
A juicio de Fontaine, ellas deben entender que “las grandes mayorías quieren converger hacia posiciones consensuales. Es lo que indican las encuestas. Según Cadem, hay un 67% que o aprueba para reformar la propuesta de la Convención o rechaza para tener una nueva Constitución. Los compromisos públicos de los partidos por el Apruebo, por una parte, y de Chile Vamos, por otra, buscan interpretar a esas grandes mayorías que añoran una Constitución centrada”.
Fontaine también hace referencia a otro mundo que ha de jugar un rol clave a partir del 5 de septiembre: los medios de comunicación. “Las posturas maximalistas pierden terreno. El momento centrífugo ha pasado. Las ilusiones se desvanecen. Es la realidad que emerge desde abajo y nos ofrece un piso –una tierra– común. Sobre ese suelo sólido, aunque empinado, tenemos que caminar”, opina el ensayista, profesor de la Escuela de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez y del Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile.
A la expectativa de lo que ocurra el domingo también se encuentra el connotado filósofo y esteta nacional Gastón Soublette, quien cree que todo diálogo debe construirse desde la buena fe, la compasión y el desprendimiento. Y ahí tenemos un problema, remarca el filósofo, quien se muestra preocupado por la ruina moral que exhibe la sociedad chilena “desde los años de la dictadura, y que lamentablemente no supimos enfrentar en los ocho gobiernos democráticos que tuvimos desde 1990”.
Soublette cree que este trastorno valórico entronizado por el exceso de mercado en todas las esferas de la vida “echó a perder a Chile” –afirma–, “ya que le ha hecho perder calidad ética y eso es grave, porque cualquiera sea el sistema económico y social, este va a funcionar mal”. Por ello es que invita a quienes se sientan triunfadores a que realicen –ahora sí– acciones orientadas a sentar las bases de un entendimiento con beneficios compartidos.
“Cómo recuperamos éticamente al país, cómo involucrar más el amor al próximo, el respeto y la compasión”, debería ser el foco de la conversación en el futuro, aunque reconoce que aquello resulta difícil con la política, por lo que se requerirá de un esfuerzo mayor, “y en ese sentido es necesaria una educación que ponga el acento en la formación valórica y humana más que en el simple aprendizaje. En ese sentido, me gusta la propuesta de nueva Constitución porque se hace cargo de aquello. Ahora, si el Apruebo pierde, sería muy positivo que los vencedores rescaten este elemento tan positivo que vaya al rescate de los valores tradicionales de nuestro pueblo y que fueron barridos en dictadura, que es el momento histórico en que hemos descendido a las cotas más bajas en cuanto a ética y moralidad”, agrega.
Nuevamente la competencia ha tendido a deshumanizar al que piensa diferente y lo ha reducido a la categoría de enemigo. Y así se torna muy difícil construir, de acuerdo al intelectual. “Desde ahí se nos introdujo un virus, una enfermedad psíquica, una herida en el alma de Chile, y eso se manifiesta en los constantes abusos de poder que no hemos logrado desterrar en ocho gobiernos democráticos. Es tiempo de ponernos de acuerdo porque tenemos un Chile caótico moralmente”, añade Soublette.
Hay pensadores que se toman las cosas con más calma. Contrario a “pre-ocuparse”, el cineasta Ignacio Agüero es de la idea de no proyectar escenarios, pues sabe que las señales que sustentan los mismos son cuestionables. “Soy de la idea de no anticiparme y esperar el resultado sin pre-problematizar las reacciones de los chilenos. Que cada cual se juegue por su opción”, es lo que expresa el documentalista y académico de la Universidad de Chile. “El 5 (de septiembre) habrá que vivirlo como venga, analizando y proyectando el resultado que, sea cual fuere, nos tendrá ocupados por bastante tiempo”, señala.
Hay otros intelectuales que, por cierto, creen que el resultado del domingo no influye en las placas tectónicas de la sociedad chilena, una que, según el Premio Nacional de Historia 2006, Gabriel Salazar, ya se encuentra embarcada en un proceso revolucionario. “Estos son procesos largos, y este se inició en 2001 con el ‘Mochilazo’ que protagonizaron estudiantes secundarios en 2001 con 50 mil jóvenes en las calles, diciendo ‘la asamblea manda’; siguió con el ‘Pingüinazo’ de 2006, cuando movilizaron a más de un millón de jóvenes en todo Chile; y estos mismos, en 2011, siendo ya estudiantes universitarios, dieron vida al movimiento estudiantil con voceros y sin dirigentes. Está claro que eso va a continuar”, sostiene el historiador, caracterizando este cambio de representación como una señal revolucionaria de una ciudadanía que busca su soberanía.
“Estamos embarcados en un proceso revolucionario, solo que ahora se complejizó. En el siglo XX, con (Eduardo) Frei Montalva y (Salvador) Allende, siempre entendimos que la revolución era cambiar las estructuras económicas, sociales, educacionales, etc., y creíamos que esos cambios los iban a hacer los partidos políticos desde el gobierno y respetando la Constitución del 25. Pero esta vez no; queremos una nueva Constitución pero sin políticos. Hay otra revolución, más sorda, más profunda y más real, porque la ciudadanía está aprendiendo a ser soberana, poco a poco”, enfatiza el académico de la Universidad de Chile.
“Los políticos o periodistas se preocupan de lo superficial (ríe), del humo y no de las brasas que hay en lo profundo”, apunta. En esa línea, Salazar les envía un mensaje a los políticos que pretenden dirigir el proceso, ya que, por lo visto y escuchado, no estarían conscientes del terreno que pisan. “Es cierto que puede haber una derrota (el próximo 4 de septiembre) de las fuerzas que estuvieron luchando durante décadas por una asamblea constituyente, pero este proceso se juega en lo profundo y no se va a detener. Hay indicadores que permiten captar este proceso, que es profundo y no superficial. En la superficialidad se dan estos avances y retrocesos, no en lo profundo», asegura.
Salazar recuerda que «el PNUD en 1998 había detectado un ‘profundo malestar interior’ marcado por la ‘ciudadanización de la política’. Fíjese que en 1991 el 54% rechazaba los partidos y los políticos, y este año una encuesta CEP nos demuestra que ese rechazo trepa al 96%. Por ende, esto no se va a resolver con más acciones de los políticos. Cualquier solución que ‘huela a político’, tenga usted la seguridad de que la ciudadanía va a buscar la manera de echarla abajo y ahí sí que un nuevo estallido podría dejar chico al de 2019”, subraya el historiador.
Por cierto, el mismo Manuel Antonio Garretón cree que el proceso de transformación sigue en curso, y ello con independencia del resultado del referendo por la nueva Constitución. “Entendiendo que se trata de procesos complejos y de largo alcance, independientemente de la derrota que pudiera sufrir el Apruebo. Pero es importante aclarar que ya se ha ganado mucho, pues el texto constitucional propuesto, quiérase o no, será el texto referencia de la nueva conversación que surja a partir del 5 se septiembre”, concluye.