Decir que el Gobierno está en un «zapato chino» frente al TPP-11 es una aseveración que, definitivamente, se quedó corta. Peor aún: en las huestes del oficialismo cunde el desconcierto ante las últimas declaraciones del Mandatario y del titular de Hacienda, Mario Marcel, «hombre fuerte» del gabinete, quien parece ahora llevar la voz cantante del Ejecutivo en este debate siempre intenso y lleno de polémica. “Si el proyecto va a votación en Sala (del Senado), el Gobierno no se va a oponer, no va a poner ninguna dificultad», señaló Marcel, mientras que el Jefe de Estado se vio alineado con su ministro al afirmar que “el Senado tiene las atribuciones para ponerlo en tabla y tomar una decisión al respecto”. Esto, para muchos, fue leído como una decisión presidencial de «tomar palco» ante el debate parlamentario, asumiendo así una postura de total prescindencia que muchos congresistas juzgan como una señal de debilidad, producto del severo golpe recibido en el plebiscito. Para varios integrantes de las dos coaliciones que sustentan su administración, la actitud del Presidente responde a un intento por evitar un enfrentamiento interno o un eventual desfonde de las fuerzas oficialistas, lo que provocaría más daño que las constantes acciones de la oposición contra el Gobierno.
Si bien el Presidente Boric hace denodados esfuerzos por mostrarse decidido ante la opinión pública internacional, las señales que ha dado en torno a la discusión del TPP-11 ponen al descubierto las graves fisuras que dejó el terremoto plebiscitario del pasado 4 de septiembre. Mostrándose equidistante de las posiciones enfrentadas, sin la intención de poner otra vez su capital político en algo en que tiene todas las de perder, el Mandatario ha optado por exhibir prescindencia, la misma que la oposición le ha exigido en materia constitucional.
Las palabras del Jefe de Estado al respecto son reveladoras de una postura que parece ajustarse a la dirección del viento, pese a que reconoció que él mismo votó en contra cuando integraba la Cámara de Diputadas y Diputados. «Es totalmente cierto que el TPP-11 no forma parte de nuestro programa, por lo tanto, no es algo que desde el Gobierno estemos impulsando”. Hasta ahí, con esas palabras, parecía dejar tranquilos a los detractores del acuerdo comercial, reunidos en torno a su coalición madre, Apruebo Dignidad, quienes se mostraron esperanzados en que apelaría a sus atribuciones presidenciales para ralentizar su avance. Sin embargo, la inquietud embargó nuevamente a la izquierda cuando Boric agregó, restando todo dramatismo, que “el Senado tiene las atribuciones para ponerlo en tabla y tomar una decisión al respecto”, una frase que –según muchos– trasunta cierto dejo de resignación ante algo que parece inminente: el TPP-11 va sí o sí.
El ministro de Hacienda Mario Marcel, “hombre fuerte” del gabinete, es un ferviente partidario de las políticas de apertura comercial, al punto que no trepidó en afirmar que “si el proyecto va a votación en Sala (del Senado), el Gobierno no se va a oponer, no va a poner ninguna dificultad, no va a entorpecer ese proceso”. En consecuencia, la debilidad del Presidente de la República para sostener su posición es evidente en esta materia y, en cierta medida –puntualizan algunas fuentes consultadas–, es comprensible que a estas alturas tema definirse y tomar partido por su rechazo en la Cámara Alta.
Pero la comprensión no desactiva las críticas. Esto, porque algunas voces del oficialismo creen que hay otras formas de proceder. “Es preocupante que el Gobierno hoy día quiera mirar para el techo y no tenga opinión sobre lo que está pasando con este tratado. Y por varias razones: primero, porque es un Gobierno nuevo, con un Presidente que cuando fue diputado votó en contra del TPP-11; y segundo, porque las condiciones han cambiado”, sostiene la senadora del partido Federación Regionalista Verde Social, Alejandra Sepúlveda, quien agrega que La Moneda “no puede mantenerse al margen sin entregar los antecedentes de su análisis”.
“Por ejemplo, ¿qué pasa con la salida de Estados Unidos y el retiro de 20 indicaciones?, ¿de qué manera esta ratificación complica su reforma tributaria, el royalty a la minería o, bien, la reforma de pensiones?”, agrega la parlamentaria. Tomás Lagomarsino, diputado independiente con cupo radical e integrante por ende del bloque Socialismo Democrático, es uno de los más acérrimos detractores del TPP-11, aunque reconoce que “es inevitable leer el momento político que se está viviendo, donde tienes a un Gobierno cuya base de sustentación principal, que es Apruebo Dignidad, quedó muy debilitada con el plebiscito, y ese efecto, a su vez, empoderó más al Socialismo Democrático, y en el seno de esta coalición hay personas que empujan, promueven y presionan por sacar adelante el TPP-11, como Heraldo Muñoz”.
Comprensivo con la situación del Ejecutivo, Lagomarsino recuerda un dato que –según él– todo el mundo parece pasar por alto: “¿Recuerdan el pacto de gobernabilidad que le dio la presidencia al Socialismo Democrático en las dos cámaras en marzo? Al próximo año, la presidencia le toca a la oposición. Es decir, si el TPP-11 no es colocado en tabla ahora, indiscutiblemente lo será en la próxima mesa del Senado, así que es inevitable que se vote… y que se ratifique”, añade.
El senador Pedro Araya, independiente con cupo PPD, también se suma al llamado al Gobierno para que salga de este ensimismamiento e intervenga en la cuestión, no ya solo porque es necesario y legítimo que transparente su postura, sino además porque se requiere la entrega de antecedentes que refieran a los pros y contras de ratificar el tratado.
“Hay una serie de temas de una alta complejidad técnica y con una serie de consecuencias económicas que pueden afectar a ciertos sectores de la economía nacional, respecto de los cuales es necesario conocer qué es lo que va a hacer el Gobierno. No podemos votar a ciegas el tratado”, sostiene Araya, quien agrega que el Senado aguarda información que tiene que ser proporcionada por “el Ministerio de Relaciones Exteriores, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Economía, respecto de las implicancias de aprobar o rechazar el tratado, sobre todo teniendo presente que el tratado que votará el Senado no es el original del TPP-11”, y ello porque es “necesario recordar que con la salida de Estados Unidos se modificó sustancialmente el tratado”.
¿Es esta distancia presidencial con el asunto TPP-11 una señal de debilidad? En el ámbito político existe relativo consenso en que la posición del Presidente es complicada. Pero hay quienes creen que esta indefinición tendría un componente estratégico y muy calculado, como es el caso de Octavio Avendaño, académico del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile.
“El Presidente está tratando de mantenerse neutral. Por esto su posición es bastante estratégica al decir que la decisión final está en el Senado, porque en el fondo se está desentendiendo de la responsabilidad y del costo político que esto le podría acarrear eventualmente al Gobierno”, indica el analista. “Por el contrario, si se manifiesta a favor de la aprobación, va a generar críticas por parte de Apruebo Dignidad y, en ese sentido, creo que está tratando de evitar que se genere una tensión o un problema de gobernabilidad dentro del oficialismo, verse en disputa o ver en posiciones contrarias a ambas coaliciones que conforman hoy el oficialismo”, recalca.
A estas alturas se podría decir que el TPP-11 también divide las aguas al interior de las propias coaliciones, ya que en aquella que parece más favorable a ratificarlo, que es Socialismo Democrático, existe igualmente un alto número de disidentes.
Pero los que están por darle el último apoyo en el Senado son suficientes para que, en conjunto con la oposición, Chile se integre definitivamente a este bloque comercial con más de 500 millones de consumidores, y ello por medio de un acuerdo que –a juicio de sus críticos– no solo aportará poco y nada nuevo al progreso del país, sino que prácticamente lo atará al cepo del subdesarrollo, toda vez que dificultaría el tránsito hacia una nueva matriz productiva y, al mismo tiempo, pondrá cortapisas para mejorar los estándares laborales y ambientales, entre otros efectos nocivos que se mencionan.
Estos argumentos, de más está decir, no hacen mella en el entusiasmo que exhiben aquellas figuras más favorables a la ratificación del TPP-11 en el Senado, como el socialista José Miguel Insulza, uno de los que ha empujado la apertura comercial de Chile desde la recuperación de la democracia.
“Creo que no aprobar el TPP-11 no solamente significaría un perjuicio que afectaría a un 0,4% del PGB del país, como se ha dicho en los cálculos realizados, sino que también significaría un fuerte agravio a los países que son suscriptores del tratado que vinieron a firmarlo a Chile. La mayoría son parte del área del Asia Pacífico, que no entenderían por qué razón estamos tan contentos por firmar un tratado con Europa que es casi igual”, apunta el excanciller y exsecretario general de la OEA.
Pero tal es el pasmo que afectaría al Gobierno en esta materia que, incluso, comienzan a sumarse las voces que entregan consejos o recomendaciones para que pueda navegar estas aguas, las que se tornarán más convulsas cuando esa borrasca que se cierne sobre la economía global golpee con mayor fuerza a Chile el próximo año.
“Probablemente exista la necesidad de atraer inversión, y esta pudo ser la herramienta que encontraron a mano, porque claramente esta es una agenda impuesta por el ministro de Hacienda”, señala Flavia Torrealba, presidenta de la FRVS, colectividad que ha destacado en los últimos días por formular los juicios más severos dentro de Apruebo Dignidad en contra del TPP-11.
El diputado Lagomarsino entiende que el Gobierno necesita emitir señales favorables a la activación económica y el empleo y, por lo tanto, sostiene que en la Cámara hay varios que están preocupados de ver “qué otros mecanismos tenemos para equiparar los beneficios arancelarios que pudiera ofrecer el TPP-11 y, en ese sentido, yo estoy promoviendo una actualización del tratado con Corea del Sur, por ejemplo, y deberíamos hacer lo mismo con todos los otros países que participan del tratado, con los cuales ya tenemos tratados vigentes, de tal manera de avanzar por ahora en esa dirección y no firmar un tratado que, entre otras cosas, encarecerá los medicamentos”.
La senadora Sepúlveda, de Apruebo Dignidad, aporta otra alternativa a efectos de salir de este marasmo con olor a renuncia. “Le pido al Gobierno que actúe con mesura, prudencia, criterio y mucha calma, así que lo mejor sería que lo postergue y que asuma la misma postura que asumió Chile cuando suscribió el tratado del Mercosur, cuando nos sumamos después que se integrase el bloque, precisamente para ver cómo funcionaba. No entramos en la primera fase. No tenemos para qué acelerar ese proceso. Mejor pongamos paños fríos”, sugiere la parlamentaria.
En tanto, hay figuras de Socialismo Democrático en el Senado que observan con preocupación el eventual costo político que pudieran pagar por mostrarse favorables a votar por la ratificación del TPP-11. Podría darse una situación curiosa: que Socialismo Democrático pueda “salvar al Gobierno” con la aprobación del tratado (del mismo modo como lo hizo aprobando estados de excepción) y, luego, ser blanco de las funas de parlamentarios de Apruebo Dignidad que pudieran salir a manifestarse, acusándolos de traidores.
Un senador comentó, a condición de mantener la reserva de su identidad, que “el Gobierno podría decir que está de acuerdo pero con ciertos resguardos, de tal manera de exponer los puntos positivos y expresar sus reparos”, algo que debería hacer de manera abierta y pública, al mismo tiempo que trabaja en las side letters anexas al tratado, las que pudieran allegar algo más de tranquilidad a los que, más allá de dudar de sus beneficios, tienen plena certeza de sus perjuicios.
Pero las side letters no tranquilizan a los críticos del tratado. “Eso se está conversando con los Estados, no con las empresas. Y las que te van a llevar a los tribunales de fantasía son las empresas, no los Estados”, subraya una parlamentaria de Socialismo Democrático.
La parlamentaria adhiere a la tesis de que el sinceramiento de las posiciones podría contener los daños en caso de que se apruebe finalmente la inclusión de Chile en este bloque comercial. Recuerda que en política el acto de «lavarse las manos», cual Poncio Pilatos –que en circunstancias cotidianas tiende a ser visto como sinónimo de hipocresía, desinterés o franca irresponsabilidad–, en política suele ser un recurso legítimo y hasta necesario cuando se carece de poder para torcer el curso de una situación comprometedora.
“El Presidente podría decir ‘¿saben?, a mí esta cuestión no me gusta, nunca me gustó, recomiendo no votarlo favorablemente, pero tampoco me voy a meter en primera línea a pelear contra él como sí lo hice en el plebiscito; no me gustaría que se apruebe en el Senado pero, si se aprueba, perfecto, es decisión del poder constituido, legítimamente electo por la ciudadanía, no hay drama’. De esa manera, el Presidente deja constancia de su reprobación de este tratado, y podría perfectamente redituar políticamente en el futuro, cuando veamos a los inversionistas extranjeros anunciando que irán al Ciadi a reventarnos con una demanda cuando aprobemos una ley que afecte sus intereses”, reflexiona la congresista de Socialismo Democrático.
“El programa de Gobierno tiene varias iniciativas que pueden afectar a esas empresas”, agrega enseguida. “No se demoran nada en hacerlo. Recordemos que las aseguradoras ya llevaron a Chile a tribunales ad hoc por el retiro de las rentas vitalicias. Imagínate que ratificamos el TPP-11 y luego les subimos el royalty a las mineras. O, bien, podría ocurrir que la derecha no dé sus votos porque tema que nos puedan llevar a esos tribunales internacionales”, sostiene.
“Ahí es cuando el Presidente podría salir a cobrarles a los que empujaron el TPP-11. Claro, hay gente de Socialismo Democrático que estará en esa complicada situación, pero también entrará al baile la derecha completa, que bien podría sufrir los embates de la opinión pública si el Presidente le saca el jugo comunicacionalmente a lo que significa indemnizar, con cientos de millones de dólares, a empresas trasnacionales, en circunstancias que ese dinero bien pudo haber sido invertido en educación, salud, vivienda, en una línea de Metro, etc.”, añade. A la larga, dice la parlamentaria, en política hay que verle el lado positivo a todo.
La idea no parece tan descabellada para otras voces consultadas para esta nota, y la razón estriba en la incredulidad que se instaló en la ciudadanía respecto a este tipo de acuerdos, cuyos beneficios suelen ser bastante más difusos que sus ventajas. Tomás Lagomarsino sostiene que “a mí me ha tocado ver en terreno, en todas partes, el enorme rechazo que genera este asunto. En los territorios la gente ha resentido proyectos de inversión que no han generado el desarrollo prometido, sino más bien contaminación o afectación de la calidad de vida de sus habitantes”. La timonel del FRVS, Flavia Torrealba, en tanto, pide poner las cosas en la balanza, ya que si bien es cierto que los empresarios desean este tipo de señales, tampoco es posible soslayar las dudas que genera esta estrategia de desarrollo en una parte significativa de la población, toda vez que “lo que les interesa a los inversionistas es involucrarse con países con posibilidades de desarrollo, y no con una conflictividad política interna permanente y con movimientos sociales tan intensamente oponiéndose a este tipo de tratados”.
Todas estas declaraciones, claro está, transitan en un terreno puramente especulativo. Y en ese campo surgen las sospechas en cuanto a la oportunidad en que resurge este debate. Una hipótesis apunta a que, en una de esas, el Gobierno esté usando el TPP-11 como moneda de cambio para viabilizar sus reformas. La mayoría de los consultados niega tajantemente esta hipótesis, aunque algunos reconocen que no tiene nada de descabellada.
“Sería de muy mal gusto que fuera una moneda de cambio. Pero, si es así, bueno, hay que transparentarlo, si no sería una cocina”, indica Sepúlveda. “Hay que plantearle este tema al país. No sé cómo reaccionaría, porque en realidad veo un movimiento de rechazo importante el TPP-11”, concluye.