La demora del proceso constituyente, en conjunto con el surgimiento de desacuerdos políticos, resultan de una élite política perdida en cuanto a problemáticas más populares, reflejando una crisis representativa que viene desde hace muchos años, y aunque las nuevas generaciones están realizando cambios en la forma de relacionarse con la sociedad civil, la desconexión con la ciudadanía todavía es enorme.
Las luces del nuevo proceso constituyente se ven más tenues que nunca. Políticos de diversos sectores en diferentes instancias han diferido en sus declaraciones, algunos afirmando que los acuerdos ya están cerca, otros que no participarán.
Tampoco está claro el método. Mientras algunos resaltan la necesidad de que sea una nueva Convención electa por la ciudadanía, otros afirman la necesidad de expertos para apoyar al órgano electo, incluso algunos pocos creen que solamente se necesitan expertos.
Qué decir de los temas que estarán en la nueva Constitución. Algunos proponen mantener el Estado subsidiario, otros cambiar a un Estado garante de derechos, y así podríamos seguir todo el día.
Ya se cumplió un mes del plebiscito de salida y el anuncio del nuevo proceso parece más lejos que nunca, se están generando tensiones políticas debido a que cada actor político quiere una parte del pastel; no quieren una Constitución en la que el sistema cambie sin estar ellos presentes en la disputa. Cuando se trata de imponer ciertas visiones políticas o incluso al intentar llevar a cabo acuerdos entre partidos políticos, se genera un problema muy grave, el denominado paternalismo político. Este paternalismo surge justamente de una desconexión entre la población civil y las élites políticas, donde ingenuamente se cree saber qué es lo que la ciudadanía necesita, sin antes incluirla o consultarla sobre el debido proceso.
La ministra Vallejo justamente se expresó sobre este tema en una entrevista en The Clinic, recalcando la necesidad de incluir a la ciudadanía en este proceso constituyente: “Hay que resguardar que el Proceso Constituyente no se transforme en una reforma a la Constitución del 80 hecha por el Congreso”, claramente afirmando la importancia de que esto no sea un acuerdo político entre cuatro paredes, sino que conciba mecanismos para la participación popular.
Esto tiene un correlato en la poca capacidad para lograr consenso entre partidos que existe actualmente. El pasado 12 de septiembre se habló de un nuevo proceso constituyente, donde el Congreso afirmó haber llegado a acuerdos sobre el método y la forma en que se redactaría el nuevo texto. Sin embargo, poco después de estas declaraciones, partidos políticos como el PDG y el Republicano afirmaron no estar de acuerdo con estas declaraciones, donde incluso lo peor es que entre ellos tampoco están de acuerdo, siendo los republicanos los que no ven necesario ni bueno realizar un nuevo proceso constituyente y los del Partido de la Gente los que buscarían un proceso, diferente al propuesto por el Congreso. A esto también se pueden sumar las diferencias entre el centro y la izquierda, donde no se ha llegado a acuerdos sobre algunas temáticas, como los escaños reservados, por ejemplo.
Esta demora del proceso constituyente, en conjunto con el surgimiento de desacuerdos políticos, resultan de una élite política perdida en cuanto a problemáticas más populares, reflejando una crisis representativa que viene desde hace muchos años y, aunque las nuevas generaciones están realizando cambios en la forma de relacionarse con la sociedad civil, la desconexión con la ciudadanía todavía es enorme.
Cuando la élite política está perdida en este ámbito, recurre a negociar y actuar dentro de un ámbito más relacionado con la política partidista, justamente debido a la mayor experiencia que tiene la élite política chilena en ello, dejando fuera la conexión con lo popular.
Esto es algo normal, la mayoría de las personas prefiere refugiarse en aquello que más sabe antes que enfrentar lo desconocido. El mostrarse ignorante sobre un tema también es exponerse a la vulnerabilidad, pero realizar tal acto de humildad resulta clave en una sociedad paternalista, donde al asumir nuestras debilidades podemos trabajarlas mejor.
El negarlas, solo nos llevará a una mayor ignorancia y, en este momento, mostrarnos vulnerables es también aceptar la ayuda de otros, generando más conexión con la ciudadanía.