Es cierto que un porcentaje importante de la comunidad académica del hemisferio occidental es partidaria de un modelo que se ha denominado, primario exportador o modelo ricardiano de las ventajas comparativas en honor a su creador, David Ricardo. En otras palabras, según estos economistas, los países pueden desarrollarse exportando piedras, palos y frutas. Los argumentos que presento a continuación indican que lo correcto es la antítesis: un país se desarrolla solo en la medida que exporta manufacturas y bienes intensivos en tecnología. En otras palabras, si aumenta el valor agregado de sus exportaciones.
En días pasados, se publicó en este medio una interesante, pero a la vez fuerte crítica al subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada con el título ¿Piedras, palos y frutas? La crítica se centró en la expresión “seguimos con la misma matriz productiva de hace 40 años”, que el señor Ahumada utilizara en un programa radial.
Es obvio que dicha expresión no debe interpretarse literalmente. Los tipos de bienes que se producen en un país van cambiando en el tiempo, al menos, en dos sentidos: i) de acuerdo con su nivel de ingreso. Ejemplo de esto es la industria textil la que, de ser símbolo de la edad de oro del imperio británico, hoy es patrimonio de países del tercer mundo y, ii) de acuerdo con el desarrollo tecnológico. Por ejemplo, desde gramófonos hasta equipos inalámbricos de sonido.
La alegoría del subsecretario Ahumada, “piedras, palos y frutas” condensa de manera novedosa, festiva y aleccionadora que es altamente improbable que un país se desarrolle exportando bienes con exiguo valor agregado como ocurre con el modelo económico chileno.
En el tema de fondo, el subsecretario Ahumada está en lo cierto: salvo excepciones que confirman la regla, no existen países que se hayan desarrollado exportando piedras, palos y frutas.
Sobre esta temática existe una falsa polémica acerca de cuál es la estrategia de comercio internacional que permite el desarrollo económico.
Es cierto que un porcentaje importante de la comunidad académica del hemisferio occidental es partidaria de un modelo que se ha denominado, primario exportador o modelo ricardiano de las ventajas comparativas en honor a su creador, David Ricardo. En otras palabras, según estos economistas, los países pueden desarrollarse exportando piedras, palos y frutas.
Los argumentos que presento a continuación indican que lo correcto es la antítesis: un país se desarrolla solo en la medida que exporta manufacturas y bienes intensivos en tecnología. En otras palabras, si aumenta el valor agregado de sus exportaciones.
Esta generalización naturalmente tiene algunas excepciones que no hacen sino confirmar la regla. Entre otras, tenemos el caso de Noruega, cuyas exportaciones son en buena medida recursos naturales, principalmente petróleo, gas natural y salmón. Sin embargo, en lo medular, el Estado noruego capta un importante porcentaje de las rentas que generan estos bienes, lo que no acontece en el caso chileno.
También es cierto que un país puede crecer, aunque no desarrollarse, exportando solo recursos naturales. El mejor ejemplo es Botswana cuyas altas tasas de crecimiento durante décadas han sido superadas solo por China. Y lo ha hecho exportando oro, diamantes, carbón y otras materias primas. Sin embargo, exceptuando Sudáfrica, Botswana tiene la peor distribución de ingreso del mundo.
Por lo tanto, no parece razonable sostener que lo importante es crecer y lo demás es música como ha afirmado un conspicuo personaje de la política chilena. La verdadera meta es el desarrollo económico, concepto mucho más amplio pues implica altos niveles de empleo productivo, aceptables índices de distribución del ingreso, bajos niveles de corrupción (1), entre otros aspectos económicos y sociales deseables en cualquier sociedad.
La desastrosa performance de la economía norteamericana de las últimas décadas en que ha descuidado consciente o inconscientemente la importancia del valor agregado en sus exportaciones es otro argumento que demuestra lo falaz de esta proposición (2).
En la actualidad, Estados Unidos puede competir internacionalmente en muy pocas industrias: en la producción de armas, en la industria espacial y en la industria farmacéutica. Sin ahondar en las causas que originaron la caída en el valor agregado de su producción y exportaciones, Estados Unidos tiende a transitar hacia el subdesarrollo.
Su decadencia es tan evidente que a comienzos del actual milenio el demógrafo y sociólogo francés Emmanuel Todd catalogó a los Estados Unidos como “país en vías de subdesarrollo”.
En el hemisferio oriental la situación es muy distinta. China será indiscutiblemente la primera potencia económica mundial en pocos años más, pero no exportando materias primas sino manufacturas.
Al respecto, es aleccionador conocer la naturaleza del intercambio comercial que nuestro país mantiene con el gigante asiático. Veamos, las exportaciones de manufacturas desde China hacia Chile superan el 95% del total. A la inversa, las exportaciones chilenas hacia China no alcanzan el 2%.
Si China hubiera seguido las recomendaciones de los economistas neoliberales de occidente y de Chile, en particular, todavía sería un país subdesarrollado exportador de arroz. Lo mismo vale para Corea del Sur, Japón, Taiwan y Singapur.
En este contexto, cabe destacar que existe un abismo entre lo que los economistas neoliberales de países desarrollados prescriben y las medidas que efectivamente se aplican. Los países actualmente desarrollados utilizaron subvenciones en la etapa en que no eran competitivos a nivel internacional, pero cuando fueron suficientemente fuertes se convirtieron en neoliberales.
Sobre estos temas, surgen preguntas obvias ¿por qué existe tanto interés en que los países subdesarrollados implementen una estrategia distinta a la neoliberal insistiendo en que es posible desarrollarse exportando piedras, palos y frutas? y ¿quiénes y porqué al interior de cada país subdesarrollado como Chile insisten en mantener un modelo de desarrollo espurio?
¿por qué se insiste en el principio de subsidiariedad ignorando sistemáticamente la existencia de un modelo intermedio, una economía mixta como la denominó Paul Samuelson, ganador del premio Nobel de Economía en 1970, en la que existe un Estado fuerte, ordenador y participativo y un sector privado con espacio suficiente para que desarrolle sus actividades productivas?
Es cierto que un país subdesarrollado enfrenta importantes obstáculos si pretende incrementar sus exportaciones de manufacturas, pero estos no justifican la falta de voluntad para avanzar en la dirección correcta.
Entre los obstáculos, tenemos en primer lugar, que todos los países desarrollados tienen aranceles diferenciados: muy bajos o cero para las materias primas y productos básicos aumentando las tasas arancelarias a las importaciones en la medida que aumenta el valor agregado de las mismas.
Esto dificulta, naturalmente la posibilidad de exportar manufacturas hacia esos mercados.
En segundo lugar, la Organización Mundial de Comercio (ex GATT), organismo multilateral oficial ad hoc establece una serie de medidas que dificultan o sencillamente impiden que los países subdesarrollados exporten manufacturas.
El libro de un economista coreano describe claramente esta situación: una vez que un país alcanza un determinado nivel de desarrollo “chuta la escalera” de manera que no puedan ingresar nuevos países al conspicuo club de países desarrollados (3).
Volviendo al caso chileno, las críticas a José Miguel Ahumada han ido escalando al punto que un partido del ala más radical de la oposición se ha dirigido al presidente Boric amenazándolo con reducir a $ 1 el presupuesto de la Subsecretaría de Relaciones Internacionales si no remueve a Ahumada.
Finalmente, cada cierto tiempo circula una afirmación falaz sin estudio alguno que la respalde. Esta consiste en afirmar que Chile ha estado a punto de ser un país desarrollado. Lo afirmo, fuerte y claro, Chile no ha estado nunca ni cerca de ser un país desarrollado como lo ha declarado en más de una ocasión un ex presidente de la República. No basta que el PIB de Chile, o de cualquier país subdesarrollado, crezca a una alta tasa durante unos pocos años, sobre todo después de transitar por tasas de crecimiento bajas o negativas. Se requiere que un país crezca a tasas superiores, como mínimo de 6% anual, por al menos un par de décadas como condición necesaria, aunque no suficiente, para que pase al status de país desarrollado.