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El viaje constitucional Opinión

El viaje constitucional

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Gonzalo García Pino
Por : Gonzalo García Pino Codirector de Núcleo Constitucional UAH. Exministro del Tribunal Constitucional.
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No ejercer poder constituyente de sustitución no impide que la función de reforma del Congreso esté abierta y habilitada, y los parlamentarios que han empujado esa agenda lean el “momento constitucional” como uno lleno de pequeños logros y no como un completo fracaso. Pero construir una Constitución completa en el Congreso es quedar expuesto a un orden inestable, por la imposibilidad de que sirva más allá del ciclo de la legislatura. Podría estabilizar con suerte un período de Gobierno, pero no al país, su política ni su economía.


Viajar puede ser un sueño o una pesadilla. No siempre es posible viajar realmente y los libros, el cine o Internet ofrecen un placebo. Pero ¿un viaje constitucional? 

La Convención propuso un texto constitucional que ofreció una guía de viaje que fue mayoritariamente rechazada. Solo dejar en claro una consecuencia: pasamos de lanzarnos en vuelo sin paracaídas a un ensayo sobre seguro. Como no se puede repetir el mismo resultado, el Congreso y los partidos instalaron un simulador de vuelo para tener una nueva Constitución.

Diseñaron una ruta de vuelo bajo la noción de bases constitucionales. Y se encaminan a identificar el controlador aéreo que impida que se tuerza en lo más mínimo dicho itinerario. Que no exista riesgo alguno de error, de vacilaciones o de interés por curiosear algo distinto.

Falta el mecanismo para identificar los pasajeros. ¿Habrá un espacio reservado? ¿Avión pequeño o mediano? ¿Asientos intercalados por género? Y los expertos pilotos: ¿conducirán, guiarán, enseñarán, influirán o tomarán el control? Las certezas del simulador es que no saldrá antes de dos semanas. 

Desde que ganó el Rechazo en el 4S ha habido una reina y un rey en Inglaterra; tres primeros ministros; dos vueltas electorales en Brasil; ¿un ascenso posfascista en Italia?; una contraofensiva de Ucrania sobre su Este tomado por los rusos; un retorno a la amenaza nuclear; se rearmó China bajo el liderazgo autocrático y una nave de la NASA cambió la trayectoria de un asteroide.

Y seguimos en el simulador. Mientras no despegue, otras ideas avanzan fuerte: reformas parciales (4/7 y voto obligatorio: listas; Estado Social y pueblos originarios: en camino); Congreso constituyente (Sofofa y otros) y nuevo plebiscito de entrada. 

Un nuevo plebiscito de entrada es derrumbar la legitimidad del plebiscito de 2020. Un Congreso constituyente es elitista, reactivo al proceso anterior, cortoplacista por la imposibilidad de deslindar la agenda legislativa de la constituyente, y, sobre todo, porque es una decisión sin respaldo popular alguno (4%, según la encuesta Chile Dice, elaborada por Criteria y la U. Alberto Hurtado). 

No ejercer poder constituyente de sustitución no impide que la función de reforma del Congreso esté abierta y habilitada, y los parlamentarios que han empujado esa agenda lean el “momento constitucional” como uno lleno de pequeños logros y no como un completo fracaso. Pero construir una Constitución completa en el Congreso es quedar expuesto a un orden inestable, por la imposibilidad de que sirva más allá del ciclo de la legislatura. Podría estabilizar con suerte un período de Gobierno, pero no al país, su política ni su economía.

En consecuencia, no se comprende la dilación, salvo como una reafirmación de parchar la Constitución vigente. Las bases son demasiado intensas y abiertas, incluyendo errores de contenido o sincretismo (¿qué es el Estado Social y Democrático de “derechos” y no de “derecho” a la europea). Y el árbitro ad hoc impide tener claridad sobre lo que se busca en torno a los poderes concedidos al nuevo constituyente. 

Es complejo llegar a un acuerdo, pero es más necesario que nunca. Aunque no sirvan mucho, van algunas sugerencias. Ya el proceso es muy distinto al anterior. Y eso el Congreso lo ha logrado medianamente. La nueva constituyente se diferencia por el órgano (menos miembros; un plazo más corto; un peso menor o inexistente de escaños reservados; una fórmula de paridad que se mantiene; y, sobre todo, porque la voluntad del órgano electivo se basará en el voto obligatorio, más cercano a los 13 millones de votos que los 6 millones y fracción de mayo de 2021). Es distinto por contenidos (definición de bases) y se diferencia por el sentido de imponer límites.

Lo pendiente no es tanto, pero sí es crucial. Creo que hay que volver a distinguir entre el control del límite formal: quórums, patrocinios, cuestiones reglamentarias, etc., que son asuntos susceptibles de control por órganos jurisdiccionales existentes sin comprometerlos en la discusión ni politizarlos de modo alguno. En cambio, para el control de los límites sustantivos no puede ni debe haber un poder de imperio que entrampe el proceso constitucional. Quizás para esto vale la pena recordar el peso de los informes consultivos. ¿Alguien puede negar el poder que tuvo el Senado en el anterior proceso constituyente al revelar su posición? Pero sobre todas las cosas, ¿es razonable tener constituyentes a los que no les resuene el eco sistemático del 4S? Ahora que distintas voces se suman a empujar el poder del Congreso, vale la pena recordar su “autoritas”, el peso de su opinión y no de su imposición. Una función consultiva bicameral frente a consultas específicas, con procedimientos tan profundos como céleres, puede ser la vía de derivar el debate del respeto de las bases constitucionales futuras.

Como diría Harold Laski: una sociedad en fermentación está siempre de cara a la presión sistemática por el ingreso de ideas nuevas en contextos desestabilizadores. La propuesta de texto de la Convención era la suma misma de todas las novedades. La Constitución, por el contrario, cumple una doble función: habilita un orden legítimo y permite la reconducción de las sociedades democráticas mediante la deliberación pluralista en el Congreso. La Constitución es la construcción de un orden y habilitador de las discusiones de la sociedad sin cancelaciones ni prohibiciones.

Esperamos que el simulador de vuelo concluya su tarea y escuchemos esa frase que da inicio a un nuevo viaje constitucional, ahora sí con resultados a la vista: cross check y reportar: partimos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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