Una propuesta de integración regional en este ámbito puede ser tremendamente efectiva en Chile y en toda Latinoamérica, pues ofrece diversos beneficios y oportunidades en el corto plazo. Más importante, en el mediano y largo plazo, existe la posibilidad de la formación y la consolidación de un mercado libre de barreras comerciales, técnicas y sanitarias, que puede llevar a un “mercado libre” en este sector. Y así, a un Mercado Agroalimentario Común para Latinoamérica. Ello podría sentar las bases para un proyecto de Integración Económica Regional de mayores alcances.
Los triunfos de Petro en Colombia y de Lula en Brasil, parecen haber despertado viejos sentimientos integracionistas. Bien hasta ahí. La propuesta de Lula de una moneda única ha sido “sacada del repostero” para ingresarla a la “cocina política” y ya es discutida en diversos ámbitos de Latinoamérica (2 de mayo. Tiempo Argentino). El presidente Petro se la recordó a Gabriel Boric en Bogotá (8 de agosto, EMOL), en Chile ya la “ventilan” algunos políticos, y participantes en la convocatoria del Parlamento Andino la mueven como bandera de lucha en su II Cumbre de la Integración (27 de octubre, El Espectador) (Parlamento Andino, Bogotá, que incluyó a participantes chilenos). Además, ya estamos listos para darle el empujón final al TPP11 y recientemente, la Subsecretaria Ximena Fuentes sugirió convertirnos -junto a los Emiratos (EAU)- en “articuladores de la integración” de nuestras respectivas regiones (14 de octubre, MINREL). Y, como si eso no fuera suficiente, el Presidente Boric prepara maletas para viajar a las Cumbres de APEC (en Tailandia) y de la Alianza del Pacífico (en México). Propuestas, eventos y agrupaciones de diferente naturaleza y con muy variados objetivos y alcances.
Harta actividad y viajes, pero ¿Sabemos qué queremos y a dónde queremos ir? ¿Asia Pacífico o América Latina? Yo creo que definitivamente la respuesta es un NO rotundo. Para ver que efectivamente perdimos el rumbo o -peor aún- que nunca lo tuvimos, basta recordar los “ofertones” hechos en la visita a los EAU por la Subsecretaria Fuentes y el “viraje en 180°” en el TPP. No solo hemos abandonado el Programa de la candidatura Boric, sino que tampoco sabemos en qué dirección movernos. Con las “metidas de patas”, indefiniciones, y vacilaciones mostradas hasta ahora en la gestión internacional, estamos “dando pena”. Y, creo peligroso que el Presidente esté tan expuesto personalmente, en esas futuras reuniones.
Tenemos desafíos gigantes por delante. Domésticos e internacionales y creo que cojeamos al gerenciar más de dos temas al mismo tiempo. Lo reitero: “saquemos el pie del acelerador”, hagamos una pausa, y reflexionemos acerca de nuestras relaciones económicas internacionales. Establezcamos prioridades y objetivos claros, “estudiemos” y hagamos mejor uso de lo que ya tenemos. Actualicemos y mejoremos la institucionalidad comercial. Pongamos la casa en orden y luego podremos retomar algo del “frenesí” de negociaciones de TLC. Pensemos cómo fortalecer nuestra capacidad regional de negociación, para “salir” desde ahí a otras regiones del mundo. Prioricemos la unidad de Latinoamérica.
Para ello -dicho en términos simples- existirían tres caminos alternativos a seguir. El más conocido es el llamado “Regionalismo Abierto”, que corresponde a formas de “asociatividad” o “relacionamiento” económico – comercial “abiertas” entre naciones, que ha sido definido y descrito de innumerables maneras (Ver: Alberto van Klaveren, “América Latina: hacia un regionalismo abierto”, 1997; y Eduardo Gudynas, “El regionalismo abierto de la CEPAL”, 2005). La mayoría de los estudiosos(as) del tema vinculan el concepto a las antiguas “propuestas” Cepalinas que tratan de conciliar los objetivos de ”asociatividad” regional en lo económico – comercial, con las fuerzas del mercado. Este “regionalismo“ intenta “promover” la actividad comercial de un número indefinido de países participantes con variado grado de objetivos y compromisos. Chile ha sido un activo participantes de esta modalidad, asociándose al MERCOSUR, y siendo miembro activo de agrupaciones tales como APEC, la Alianza del Pacífico y a un paso del TPP11. Ni fu ni fa. Pero Chile creó una modalidad superior: la de los que lo hacen “a lo mero macho” o “por la suya”. Chile se puso a la cabeza del “regionalismo abierto”, agregándole la apertura unilateral de su economía y del comercio, batiendo el récord mundial en materia de TLC y del número de economías con las que tenemos “arreglos” comerciales. Mis preferencias están con el camino seguido por la Unión Europea.
Declaro ser firme partidario de esta última y del principio de la solidaridad entre naciones, donde todos cedemos algo para -también- recibir algo a nuestro favor. Luego de haber estudiado, trabajado y vivido en Europa por casi dos décadas, vi los enormes beneficios que trajo la UE durante ese periodo, y como la inyección de recursos desde las zonas más afluentes de Europa a las áreas más deprimidas del continente, permitió su desarrollo. La UE no es perfecta, pero su existencia ha reducido la desigualdad y los conflictos en Europa y hoy sus 27 miembros se dejan escuchar con una sola vez en los principales foros del mundo. Esto no ocurrió de inmediato. Este proceso empezó con CECA -la Comunidad Europea del Carbón y del Acero- y la firma del Tratado de París entre Alemania, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Italia y los Países Bajos en 1951 (“Tratado constitutivo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero”; EUR-Lex). Debemos intentarlo, pues América Latina reúne las condiciones necesarias en el sector agropecuario y de la industria alimentaria. Los beneficios alcanzables son enormes, permitiendo ayudar a un grupo enorme de personas del sector rural, hoy al margen del desarrollo. Y, de paso, llevar adelante importantes aspectos del programa del candidato Gabriel Boric. Tengo la convicción de que puede ser así, y creo que debemos intentarlo.
¿Por qué debemos tomar la iniciativa en un proyecto de integración en este ámbito? Muy simple: porque ya tenemos TLC(s) con todos los países de América Latina, y somos un país con un muy reconocido perfil exportador agroalimentario. Además, conocemos bien el mercado, somos respetados, y podemos tomar la iniciativa sugiriendo mejoras en diversas áreas del intercambio agrícola y alimentario regional. El comercio en estos productos en la ALADI -en los últimos años- ha sido el más importante y en promedio, representa cerca de un cuarto del comercio total al interior de la Asociación.
En el último quinquenio, la Región exportó al mundo productos agrícolas y alimentos por un valor cercano a tres veces el valor de las importaciones. Así, América Latina puede ser considerada autosuficiente en los principales alimentos (excepto los lácteos). Y -mayoritariamente- los países se abastecen al interior de la región. En cuanto a Chile, cerca del 60% de las importaciones de productos agropecuarios y de alimentos se origina al interior de ALADI. En el caso de América del Sur, todos los países -excepto Colombia (34%)- compran gran parte de sus productos agroalimentarios al interior de la región: Argentina (76%); Bolivia (84%); Brasil (53%), Ecuador (57%); Paraguay (83%), Perú (52%) y Uruguay (79%). Por último, pero no menos importante, la producción y el comercio agrícola alimentario en Latinoamérica, reúnen actividades que tienen la mayor cobertura territorial a nivel de cada país. Un proyecto de integración y cooperación económica regional iniciado en el sector agropecuario, de la pesca e industria alimentaria, tiene la posibilidad real de impactar positivamente a las regiones y áreas rurales de los países de América Latina.
Así, una propuesta de integración regional en este ámbito puede ser tremendamente efectiva en Chile y en toda Latinoamérica, pues ofrece diversos beneficios y oportunidades en el corto plazo. Más importante, en el mediano y largo plazo, existe la posibilidad de la formación y la consolidación de un mercado libre de barreras comerciales, técnicas y sanitarias, que puede llevar a un “mercado libre” en este sector. Y así, a un Mercado Agroalimentario Común para Latinoamérica. Ello podría sentar las bases para un proyecto de Integración Económica Regional de mayores alcances.
En lo más inmediato -en el caso de Chile- una propuesta de esta naturaleza permitiría llevar adelante de manera efectiva la “agenda transformadora” sugerida por el candidato Gabriel Boric en su programa, en especial, en temas de protección de los recursos naturales y medioambiente, desarrollo productivo de las regiones y áreas rurales, apoyo a la Agricultura Familiar Campesina y productores indígenas, e integración de las Pymes rurales a las cadenas productivas y exportadoras, entre otras áreas. Igualmente, facilitaría el camino a la tan buscada “seguridad” y “soberanía alimentaria”, al terminar de abrir las fronteras de manera segura y acercando los mercados a los consumidores chilenos. Pero eso no es todo. Un proyecto de esta naturaleza permitiría también negociar, coordinar y desarrollar una diversidad de actividades y proyectos de cooperación regional en el ámbito zoo y fitosanitario, inocuidad alimentaria, desarrollo rural y territorial de los países que integren la propuesta de integración, además de facilitar el acceso de las Pymes rurales al comercio (creación de una “Ventana Única Exportadora”), así como estandarizar normas y regulaciones comerciales que agilicen el intercambio agroalimentario.
Para concluir -no podemos dejar de mencionar que- si queremos avanzar de manera efectiva en este Proyecto de Integración Regional iniciado a partir de la “integración agroalimentaria regional”, necesitamos realizar reformas profundas en la institucionalidad administrativa y comercial en que se sustenta toda esta actividad económica. La lista de cambios a proponer es larga y será materia de otra conversación. Puedo resumirla, sin embargo, en la urgencia de modernizar y optimizar la coordinación institucional pública y privada a nivel nacional, crear “medios” que faciliten el acceso de los medianos y pequeños productores a las cadenas de comercialización nacionales e internacionales, y -sobre todo- reorganizar y fortalecer la capacidad de gestión y negociación internacional del sector agroalimentario.
Sabemos que esto no ocurrirá de un día para otro, pero si queremos ser exitosos en el proyecto de Integración Regional debemos intentarlo.