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La invisibilizada extracción de áridos: mirada de un abuso a los ecosistemas fluviales Opinión

La invisibilizada extracción de áridos: mirada de un abuso a los ecosistemas fluviales

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Juan Pablo Orrego Ecólogo
Por : Juan Pablo Orrego Ecólogo Ecólogo, Presidente de Ecosistemas. Coordinador Internacional del Consejo de Defensa de la Patagonia.
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Urge regularizar y limitar la extracción de estos materiales para la construcción, tarea que deben realizar las municipalidades, la DOH y la DGA, y otras instituciones relacionadas, procesando con mucha mayor rigurosidad sus autorizaciones y monitoreando continuamente las operaciones. De hecho, la salud de los ríos es tan importante para la biosfera y la humanidad que debemos encontrar materiales alternativos y construir solo lo estrictamente necesario. Más allá de las responsabilidades de las empresas y autoridades, finalmente la responsabilidad respecto del estado de los ecosistemas fluviales recae en toda la ciudadanía y, en particular, en las comunidades aledañas a los cursos y cuerpos de agua.


La extracción de áridos es una industria invasiva. Se realiza con maquinaria pesada en las riberas y en los cauces de los ríos para extraer y procesar los «áridos» bolones, ripio, gravilla, arena a ser utilizados en la construcción de edificios, carreteras, puentes, represas, etcétera. Es una actividad lucrativa con alta demanda relacionada con la expansión de las ciudades y las obras viales anexas, incentivada por altos retornos económicos, lo que ha resultado en que los municipios, con tal de percibir el pago de las patentes, muchas veces entregan las autorizaciones sin reparar en las consecuencias negativas de la actividad. En torno al sector se han conocido bullados casos de corrupción.

Este tipo de minería, que por décadas fue concesionado como «prospecciones mineras», modifica los cauces de los ríos, alterando la morfología y estabilidad de los lechos, generando riberas artificiales inestables, con materiales que son arrastrados por erosión y crecidas. Esto acarrea múltiples problemas, como la degradación de la calidad de las aguas y la destrucción de hábitats de diversas especies, con la consiguiente pérdida de biodiversidad. Además, contribuye a los fenómenos aluvionales que están afectando crecientemente a los cauces y quebradas en nuestro país, y a poblaciones humanas. En la zona central de Chile los eventos aluvionales extremos han ido en aumento en cantidad e intensidad en los últimos años.

La legislación vigente establece que los municipios otorgan las concesiones previo a la aprobación técnica del Departamento de Defensas Fluviales de la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH). Las municipalidades cobran derechos por los permisos para la extracción de arena o ripio desde bienes nacionales de uso público, como los cauces de los ríos, o desde pozos lastreros de propiedad particular. Es notable que no exista un catastro actualizado que caracterice los sitios de extracción y los volúmenes extraídos.

El caso del río Maipo

El artículo 3° que modifica la ordenanza municipal de áridos de la comuna de San José de Maipo, con vigencia desde el 02 de enero de 2022, señala que “… todo Permisionario o Concesionario, deberá ajustarse a los términos y condiciones de esta ordenanza… Asimismo, el titular de todo proyecto nuevo o antiguo de explotación del recurso natural árido, ya sea en su fase de extracción o procesamiento, deberá ingresar al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental o en su defecto certificar que no corresponde su ingreso, por causas ajustadas a la normativa legal vigente”.

Esto significa un avance significativo, ya que se exige evaluar ambientalmente los espacios fluviales que se planea intervenir, y se instala un estándar ambiental para la industria que no existía hasta la fecha. Muchas «areneras» que operaban en el lecho del río Maipo fueron clausuradas, quedando solo tres que cumplen la ordenanza. Cabe mencionar que respecto de los bancos areneros de menor envergadura arbitrariamente no aplica la evaluación ambiental, y que existen numerosas operaciones ilegales en el recorrido del río Maipo.

La masiva extracción de áridos una actividad industrial sumamente visible, si uno se fija, pero invisibilizada por la práctica habitual sin cuestionamiento desde hace décadas es una de las principales causas del grave deterioro de la mayoría de los ríos chilenos, que ha significado que el 86% de los peces de aguas dulces continentales de nuestro país esté en riesgo; además, estos son cada vez más pequeños y sus poblaciones han mermado considerablemente.

La gradual desaparición de la fauna íctica es un dramático bioindicador, alertando que toda la trama de lo viviente en un río está colapsando, y en particular la de las riberas, que son una interfase entre el sistema terrestre y el acuático, albergando importante biodiversidad, tanto permanente como migratoria, como las aves que visitan los humedales ribereños en las temporadas estivales. Cuando los ecosistemas ribereños están sanos e íntegros sustentan numerosos organismos macroinvertebrados acuáticos y bentónicos, tales como crustáceos, moluscos, gusanos, larvas e insectos, que además de ser alimento de los peces, sustentan una trama emergente de organismos semiacuáticos, desde anfibios sapos, ranas, numerosas aves patos, garzas, martín pescador, a mamíferos, como el huillín, y terrestres, como zorros y felinos que se alimentan de los anteriores.

La diversidad y abundancia de macroinvertebrados acuáticos en un curso o cuerpo de agua son indicadores clave de la calidad de sus aguas y del estado de la biodiversidad. La degradación de la calidad de las aguas y de la biodiversidad se retroalimentan mutuamente, y el efecto nocivo se expande paulatinamente como una burbuja entrópica, empobreciendo y precarizando la esfera de la vida en su conjunto. A propósito, el término convencional «cadena» trófica, o alimentaria, es equívoco, delata una estrecha percepción bioecológica lineal, cuando una descripción apropiada de la red de lo viviente es la de esferas multidimensionales de interrelaciones.

Finalmente, después del abandono de los pozos de extracción de áridos se generan impactos ambientales adicionales, ya que estos suelen ser usados como vertederos, tal como se observa desde el Puente Maipo, en la Ruta 5, a ambos costados del lecho del río; triste situación que se repite río tras río de norte a sur de nuestro país.

Urge regularizar y limitar la extracción de estos materiales para la construcción, tarea que deben realizar las municipalidades, la DOH y la DGA, y otras instituciones relacionadas, procesando con mucha mayor rigurosidad sus autorizaciones y monitoreando continuamente las operaciones. De hecho, la salud de los ríos es tan importante para la biosfera y la humanidad que debemos encontrar materiales alternativos y construir solo lo estrictamente necesario. Más allá de las responsabilidades de las empresas y autoridades, finalmente la responsabilidad respecto del estado de los ecosistemas fluviales recae en toda la ciudadanía y, en particular, en las comunidades aledañas a los cursos y cuerpos de agua. Los ríos de Chile, como el Maipo, son nuestro patrimonio común que debemos conocer, valorar y proteger de ribera a ribera y de cordillera a mar, si queremos una mejor calidad de vida para toda la comunidad biosférica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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