No podemos seguir aceptando que Argentina continúe imponiendo reglas extrañas, como que naves que zarpan desde y hacia las Falkland con destino a Punta Arenas, pasando por la boca oriental del Estrecho de Magallanes, requieran de autorización por pasar por aguas territoriales argentinas, en lo que sería una grave violación del TPA y del Tratado de Límites de 1881, y una afectación al comercio que se desarrolla en Magallanes.
Es tan cierto que las Falkland seguirán siendo un territorio de ultramar británico con autogobierno, como que el monitor Huáscar nunca va a volver a Perú, ya que fue capturado en leal combate, y después fue y sigue siendo unidad naval de la Armada de Chile, o que Bolivia nunca va a tener una salida soberana al Pacífico cedida por el pueblo de Chile.
Estas son realidades que caen en la categoría de cuasiverdades ontológicas, aunque haya quienes en Chile intentan torcerlas, ya sea por buenismo, hacerse los amistosos o porque derechamente no saben de lo que están opinando y las consecuencias de sus dichos.
Para Chile la relación con Argentina no es algo menor, pues compartimos con ellos una muy larga frontera y eso es algo innegable y más que evidente, pero como cualquier relación vecinal, tiene lo de dulce y de agraz esperable en una relación de ese tipo.
A pesar de los intentos de los políticos de convencernos de que tenemos economías complementarias y de que juntos somos más que la suma de nuestras individualidades, la realidad indica que más bien somos países que competimos y que la complementariedad económica está limitada a la actividad que vecinos, con este tipo de realidad, pueden tener en ámbitos como el turismo. En su minuto se intentó desarrollar el abastecimiento energético, pero fue algo que no prosperó por la falta de inversión argentina y, con ello, nos obligaron a tener una matriz energética diversificada y no dependiente de los amigos transandinos. Tampoco, excepto contados con los dedos de una mano, han resultado exitosos los intentos de inversiones de privados a uno u otro lado de la cordillera. Al día de hoy, quizás lo más exitoso son las inversiones vitivinícolas realizadas por chilenos.
Si no tenemos una posibilidad real en lo económico de ser más que la suma de las individualidades, entonces surge la pregunta sobre si hay algún otro ámbito en que la integración podría producir algo en términos de poder político, u otro que se me pueda estar olvidando, y la verdad es que no se visualiza que el resto del mundo nos vaya a dar más valor o tomar más en serio por presentarnos unidos ante ellos, como sería el caso de los países que conforman la Unión Europea.
Teniendo en cuenta lo anterior, queda claro que es una relación vecinal importante, pero no más que eso, y que además tiene algunos temas abiertos, como son Campos de Hielo Sur, la plataforma continental extendida argentina que pasa a llevar un cuanto hay en el Mar Austral y la reclamación argentina Antártica que pasa a llevar soberanía chilena en esa parte del mundo.
Argentina es un país que en todas las negociaciones limítrofes anteriores ha salido a favor por el excesivo buenismo chileno, y esperamos ese no sea el caso con los temas pendientes que tenemos abiertos. No debemos olvidar que desconocieron el laudo arbitral y que estuvieron dispuestos a usar la fuerza para capturar parte de Chile y que, de no ser por la posición decidida de las Fuerzas Armadas de la época, quizás otro mapa tendríamos.
El paso de los años no modifica las ambiciones territoriales argentinas e independientemente de que su poder militar actual esté muy disminuido, tanto su Gobierno Central como su Ministerio de Relaciones Exteriores mantienen el foco en su expansión con dirección austral, apuntando a tierras y espacios marítimos que actualmente son de Chile o territorios de ultramar británicos. En su afán, hacen un uso creativo de las normas internacionales y, cuando no les conviene, olvidan lo que han firmado en años anteriores, como es el caso de pasar a llevar el Punto F del Tratado de Paz y Amistad (TPA) de 1984, cuando proyectaron su plataforma continental extendida.
Es a una Argentina decididamente expansiva a la que nos enfrentamos nosotros, y también los británicos en lo que a ellos les compete, y es algo en donde nuestro histórico buenismo no paga ni va a pagar de cara a esta situación. Hora de usar la “Realpolitik” y enfrentar las cosas como son y no como nos gustaría que fueran, como es el caso de ideas de hermandad latinoamericana más propias del realismo mágico que impera en la zona. Hora de ser más asertivos, como es el caso de la forma en que conducimos nuestras relaciones con Perú y Bolivia.
No podemos seguir aceptando que Argentina continúe imponiendo reglas extrañas, como que naves que zarpan desde y hacia las Falkland con destino a Punta Arenas, pasando por la boca oriental del Estrecho de Magallanes, requieran de autorización por pasar por aguas territoriales argentinas, en lo que sería una grave violación del TPA y del Tratado de Límites de 1881, y una afectación al comercio que se desarrolla en Magallanes.
No podemos seguir haciéndonos los lindos con los supuestos amigos transandinos y todos los años apoyar en el Comité de Descolonización de Naciones Unidas la entrega de las Falkland a Argentina, en un acto de clara violación a la soberanía del pueblo de las Falkland que, con casi un 100%, aprobó en el plebiscito del 2013 permanecer como un territorio británico de ultramar, más aún considerando que Argentina trató de usar la fuerza para tomarse las islas en 1982, y en donde lo más inentendible y anecdótico es que haya un grupo de chilenos, conocidos como “Grupo Chileno de Solidaridad con Las Malvinas”, que apoya decididamente las pretensiones argentinas y actúa coordinadamente con la embajada que lidera el embajador Rafael Bielsa en fomentar el concepto de Malvinas argentinas y de una visión buenista de las relaciones con ellos, pero olvidando que al otro lado de las cordillera hay halcones y no palomas.
Para ir finalizando, no debemos olvidar que con Gran Bretaña tenemos relaciones estratégicas muy desarrolladas y que, cuando tomamos acciones que decididamente buscan favorecer o proteger la relación con Argentina –una relación claramente sobrevalorada–, en algunos casos o en algunas decisiones, estamos directa o indirectamente afectando la calidad de las relaciones estratégicas con el Reino Unido, en una clara demostración de que en este mundo nada es gratis y todo tiene un costo, por lo que debemos bien pensar las consecuencias de lo que hacemos en este ámbito.