Las bases de la educación en nuestras Fuerzas Armadas están congeladas desde los años 80, como si el mundo no hubiera cambiado, incluso en la gestión de su personal. En la práctica, el liderazgo lo van sustentando en modelos autocráticos, fundado totalmente en la jerarquía –con una visión acotada de la realidad–, primando el individualismo y desmotivando la colaboración e innovación; exactamente lo contrario a los atributos requeridos en el mundo de hoy. (…) Se agrava aún más esta situación, cuando el régimen interno o vida diaria en estas escuelas es un obstáculo para el crecimiento personal de sus alumnos. Aún basado en el castigo –incluso físico–, más que en la motivación para la formación, terminan por banalizar conductas que conllevan hacer irrelevantes actos que incluso caerían en la ilegalidad. Lamentablemente, se asumen tales conductas como parte necesaria de un proceso y, lo que es peor, también siendo justificadas como base de una “formación” y que, erróneamente, se consideran como triviales y hasta intrascendentes, como también necesarias.
En ciertas personas existe una convicción, y hasta la necesidad, de mantener las escuelas de nuestras Fuerzas Armadas bajo un modelo de formación que ya no es compatible con el contexto en que se desarrolla nuestra sociedad. Con una formación principalmente instruccional que, por su estructura curricular y las características del régimen interno, conduce a la mayoría de sus alumnos hacia objetivos de aprendizaje concreto y muy delimitado.
Así, la reflexión y la indagación se reducen significativamente, sin posibilidad de profundizar en los contenidos curriculares, como tampoco se asigna el tiempo necesario para ello. Peor aún, la rapidez de los cambios obliga a estas instituciones a sobrecargar el currículo con aplicaciones y contenidos para resolver problemas puntuales o de la coyuntura.
Cada año ingresan a estas escuelas cientos de jóvenes cuya vocación termina enfrentada con este modelo de formación que, en cuyo tránsito para alcanzar sus objetivos, resulta en un obstáculo para la creatividad y el discernimiento. Todo esto en total contradicción con el perfil de jóvenes que desde los 12 años ya son avanzados usuarios de internet y que, a través de un pequeño dispositivo móvil, pueden investigar, accediendo instantáneamente a un gran volumen de información en la mayor parte del mundo, desde cualquier lugar y en cualquier momento.
Las bases de la educación en nuestras Fuerzas Armadas están congeladas desde los años 80, como si el mundo no hubiera cambiado, incluso en la gestión de su personal. En la práctica, el liderazgo lo van sustentando en modelos autocráticos, fundado totalmente en la jerarquía –con una visión acotada de la realidad–, primando el individualismo y desmotivando la colaboración e innovación; exactamente lo contrario a los atributos requeridos en el mundo de hoy.
Una dirección totalmente opuesta a las necesidades de un mundo que se enfrenta cada vez más a problemas sin soluciones conocidas, donde se requiere de profesionales reflexivos y analistas, más que operadores, demandando la integración multidisciplinaria para resolver problemáticas complejas, en diversos ámbitos y que van mucho más allá de destrezas o procedimientos.
Se agrava aún más esta situación, cuando el régimen interno o vida diaria en estas escuelas es un obstáculo para el crecimiento personal de sus alumnos. Aún basado en el castigo –incluso físico–, más que en la motivación para la formación, terminan por banalizar conductas que conllevan hacer irrelevantes actos que incluso caerían en la ilegalidad. Lamentablemente, se asumen tales conductas como parte necesaria de un proceso y, lo que es peor, también siendo justificadas como base de una “formación” y que, erróneamente, se consideran como triviales y hasta intrascendentes, como también necesarias.
En este contexto, los participantes ni siquiera consiguen identificar el daño y responden con argumentos sin contenido o fundamento, como si esto fuera necesario en la “formación” del carácter y preparación para la guerra.
Para los tiempos actuales, este sistema está confluyendo en una dirección muy peligrosa e inevitablemente terminará por poner en riesgo a las instituciones de la Defensa Nacional, transformándolas en un sistema con una burocracia aplicada sin la necesaria reflexión y, lo que es más preocupante, quedando expuestas al adoctrinamiento con la propaganda de un determinado sector. Esto finalmente los expone a totalitarismos sin motivación responsable y producirá graves daños para Chile.