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La transición industrial en este siglo Opinión

La transición industrial en este siglo

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El panorama de desarrollo industrial para Chile, con una población relativamente pequeña y situado en un subcontinente que alberga a México, Brasil y Argentina, resulta complejo, no solo por la reducida población doméstica sino también porque en un período de 50 años se perdió la continuidad del desarrollo industrial. Habrá que comenzar casi desde el principio y abordarlo como una tarea y metas nacionales que comprometan a todo el país y sus sucesivos gobiernos.


¿Se termina la etapa del capitalismo en que la libre competencia entre empresas y países dinamizaba las economías y facilitaba el desarrollo global?

Estamos viviendo las consecuencias de errores políticos y económicos originados en la idea de que el cambio del capitalismo al socialismo podía llevarse a cabo en países aislados y en situaciones especiales. Que se trataba o bien de un país muy grande o que era una isla y que, por ello, su economía podía desarrollarse autónomamente. Siempre argumentando situaciones especiales que justificarían desarrollos no capitalistas, tratando de respaldar dictaduras políticas y/o desarrollos económico-sociales excepcionales.

No son ideas o modelos que ya estén superados y olvidados. Quedan como sobrevivientes de revoluciones que tuvieron impacto en la historia de las luchas sociales. Algunas veces se justificaron como dictaduras en periodos de transición a la espera de grandes cambios sociales y productivos o, bien, periodos de espera a cambios en el sistema capitalista a nivel mundial.

¿Podemos dar por terminado ese período de transición en que el cambio de modelo económico y social se daba como un hecho cierto e inevitable?

Si ese cambio no es automático e inevitable, ¿qué es lo que la iniciativa política puede lograr dentro del sistema capitalista y no dificultando o retrasando el cambio a un sistema social diferente que reduzca la explotación del trabajo?

Las iniciativas para el cambio son complejas. No pueden basarse, como se hizo por décadas, en citar ejemplos de modelos económicos y sociales que, se argumentó, no prosperaron por circunstancias especiales. Las tareas y economías de estos principios del siglo deben enfrentar como un hecho que no cualquier modelo va a funcionar para reemplazar al capitalismo. Tanto China y Vietnam actuales son ejemplos de países en que un Estado poderoso dirige procesos de desarrollo económico sin alterar la base del sistema capitalista, la explotación del trabajo asalariado.

Nuevos países empiezan a probar modelos de economía en que no se abandona el capitalismo, pero se lo limita y condiciona.

Paralelamente al desarrollo de nuevas formas de explotación del trabajo, se están iniciando cambios tecnológicos en el mundo industrial: los más importantes se basan en la generación de energía y su transporte sin depender de combustibles y líneas de transmisión. Y la más sorprendente, el fin de los motores de combustión interna para impulsar transportes terrestres, marítimos y aéreos.

Estos grandes cambios a los que se sumará seguramente la producción de alimentos no basados en productos naturales, generados a partir de la tierra y el mar, van a rediseñar nuestras futuras generaciones y su forma de alimentarse y sobrevivir, adaptándose a una población del mundo que supera los 8 mil millones de seres humanos.

El panorama de desarrollo industrial para Chile, con una población relativamente pequeña y situado en un subcontinente que alberga a México, Brasil y Argentina, resulta complejo, no solo por la reducida población doméstica sino también porque en un período de 50 años se perdió la continuidad del desarrollo industrial. Habrá que comenzar casi desde el principio y abordarlo como una tarea y metas nacionales que comprometan a todo el país y sus sucesivos gobiernos.

Las nuevas iniciativas industriales, que no están definidas, deberán basarse en su inicio en el consumo interno, en el cual por ventajas propias del país puedan, en una segunda etapa, exportarse al subcontinente. Tal vez la única oportunidad es la producción de automóviles eléctricos a costo económico, basada en la disposición de materias primas indispensables: cobre, litio y acero. Pero con el factor adverso de que no se cuenta con la mano de obra industrial experta de que dispusimos hasta el gobierno de la Unidad Popular (1970-73).

El organismo especializado, la Corfo, que jugó un rol central en la industrialización emprendida durante el Frente Popular en el siglo pasado y que fue impulsado por gobiernos de todos los colores políticos con la consigna “CHILE es y será un país industrial”, debe reimpulsarse y actualizarse, porque las condiciones económicas y sociales en el continente no son las mismas.

Tal vez, el punto inicial de este proceso de reindustrialización es volver a darle a la Corfo un rol de planificación y de inversión tanto con empresas estatales como mixtas, que puedan retomar en forma innovadora las nuevas iniciativas  industriales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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