La invitación es a hacer una revisión crítica de lo que fue el proceso pasado para no repetir los mismos errores, procurando que no nos acompañe el fantasma de un órgano constituyente que, por diversas razones, no logró hablarle a la ciudadanía. Tenemos que mirar hacia el futuro con la claridad de que el principal objetivo de este proceso es que tengamos una Constitución habilitante del debate democrático, que permita recuperar la democracia y la política como una herramienta de cambio para la vida de las personas, sobre todo urgente en un contexto de avance de los populismos de extrema derecha.
A poco más de un mes de firmado el Acuerdo por Chile, podemos decir que ya tenemos una primera imagen de lo que será el nuevo proceso constituyente. Si bien aún resta un paso importantísimo –la elección de integrantes para el Consejo Constitucional–, hoy ya conocemos la conformación de la Comisión Experta y el Comité Técnico de Admisibilidad, además de contar con el reglamento de funcionamiento aprobado por ambas Cámaras.
Con esto, ya han comenzado a surgir las primeras reflexiones y críticas, algunas más apresuradas que otras, al avance del proceso.
Recapitulemos: la Comisión Experta estará integrada por doce miembros propuestos por la derecha, diez propuestos por el oficialismo y dos de la Democracia Cristiana. El Comité de Admisibilidad, en tanto, lo conformarán seis juristas propuestos por Chile Vamos, seis por el oficialismo, uno de la Democracia Cristiana y otro del Partido de la Gente.
Con estos números, algunos han planteado que la derecha tendrá el control del proceso y que la nueva Constitución contendrá únicamente lo que ellos quieran, olvidando por cierto que aún falta por conocer la conformación del órgano protagonista del proceso, el Consejo Constitucional 100% electo. Yo disiento de esa idea. De partida, los quórums para las distintas votaciones son supramayoritarios y no por mayoría simple. Es decir, necesariamente se deberá llegar a acuerdos amplios para que las discusiones avancen.
Por otra parte, el organigrama del proceso contribuye a que no se produzcan desbalances. Esto en el sentido que son varios los órganos que se van chequeando y contrapesando los unos a los otros. Por ejemplo, el Consejo Constitucional deliberará sobre el anteproyecto de la Comisión Experta, pero además podrá presentar nuevas normas –nos preocupamos de explicitarlo tanto para el Consejo como para la iniciativa popular de norma–; el Comité de Admisibilidad velará por que las distintas discusiones y votaciones se ajusten a las bases institucionales determinadas en la reforma constitucional; la Comisión Mixta actuará como mecanismo de solución de controversias y el Comité de Conducta supervisará las acciones de los consejeros.
Es claro que para nuestro sector este no es el proceso ideal, que estará más tutelado en su deliberación de lo que nos gustaría. Creo que tampoco es el proceso que la oposición hubiese diseñado si no tuviesen que acordarlo con nosotros. Pero lo que no podemos negar es que su diseño permitirá que mediante el debate democrático y los acuerdos amplios tengamos una nueva Constitución. Al final del día será tarea de todos los sectores aportar al éxito del proceso.
Dicho esto, es necesario entender que la discusión constitucional no se basa únicamente en qué sector tiene los votos para aprobar o rechazar determinada cosa, sino que estamos frente a una disputa cultural, donde se pondrán en juego sentidos comunes, de lo que la ciudadanía cree que debe ser Chile dentro de un nuevo marco normativo, porque el anterior expiró. Ahí esperamos que tanto la derecha como nosotros estemos a la altura de este desafío.
La invitación es a hacer una revisión crítica de lo que fue el proceso pasado para no repetir los mismos errores, procurando que no nos acompañe el fantasma de un órgano constituyente que, por diversas razones, no logró hablarle a la ciudadanía. Tenemos que mirar hacia el futuro con la claridad de que el principal objetivo de este proceso es que tengamos una Constitución habilitante del debate democrático, que permita recuperar la democracia y la política como una herramienta de cambio para la vida de las personas, sobre todo urgente en un contexto de avance de los populismos de extrema derecha.