Una dirigente de los migrantes de la ciudad fronteriza, Nina Consuegra, y el fiscal de Arica y Parinacota, Mario Carrera, que ha desbaratado facciones del venezolano Tren de Aragua, explican las lógicas de este campamento que hoy es el triste telón de fondo de Arica y no para de crecer. ¿Cómo se ha permitido que unas dos mil personas vivan sin servicios ni ley?
Arica es color arena, con un telón de fondo de cerros bajos y polvorientos, que se han ido llenando de ranchas, chabolas, poblaciones callampa, villas miseria, campamentos. Todos los sinónimos latinoamericanos para aquellos lugares donde radican la pobreza y la vulnerabilidad extremas, aplican a lo que genéricamente se conoce como Cerro Chuño.
Es Ñamérica en estado puro, diría el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, autor del ensayo homónimo, en el que rescata la Ñ como señal de identidad latinoamericana.
Desde cualquier punto de la ciudad, se aprecia el amontonamiento de latas, tablas, desechos diversos que crece y crece, junto con la migración irregular, en esas dunas duras, donde las señales de vida parecen escasas. Los que algo saben estiman su población en unas 2 mil personas. Aunque como la ley y el orden solo entran para hacer redadas y operaciones policiales específicas, el número podría ser mucho mayor.
Ahora, después de almuerzo y cuando el sol arrecia, no se ve ni un alma. Al inicio de la calle principal, que alguna vez tuvo un mejor pavimento y se prolonga cerro arriba como único camino de acceso al vertedero de la ciudad, hay una rancha que tributa al mal de Diógenes. Entre toda suerte de trastos, muebles y basura, una familia de adultos afroamericanos que podrían ser colombianos o venezolanos o dominicanos, contempla el panorama con cara de pocos amigos con la música a todo cuete.
Nuestro guía dice que es mejor no detenerse. Acá se viene con invitación y los mirones no son bien recibidos.
“Al Cerro ChuÑo se puede ir, pero con estrategia”, advierte Nina Consuegra, presidenta de la Unión Colombiana y de la Unión Comunal de Migrantes en Arica desde mayo de 2022, quien llegó a Arica en 2005 y vive desde hace 22 años en Chile. Nina trabaja con Acción Solidaria, un organización del Hogar de Cristo, que apoya a grupos de la sociedad organizada que hacen trabajos sociales. Ella explica:
“Cerro ChuÑo se divide en dos: la parte de Morrillo y la parte de Cochancas. Cochancas tiene su vía principal. Yo, antes de subir para allá, les doy aviso a unos amigos colombianos para que ellos bajen y se monten en mi camioneta para poder acceder al lugar en su compañía. Me tocó ir hace un tiempo a raíz de unos incendios en que ocho familias de colombianos lo perdieron todo. Yo les subí mercadería, pero coordinadamente, avisándoles que me esperen en un lugar específico. Ellos cogían las cajas con ayuda y ya. Ahí uno ve a jóvenes fumando marihuana, drogándose, a vista y paciencia del que pasa, se ve siempre a gente escarbando en la basura. A mí, gracias a Dios, nunca me ha pasado nada, pero todo el mundo dice que soy valiente por ir a meterme allí”.
Nina cada vez va menos, salvo cuando se produce alguna emergencia, como los incendios, que son frecuentes en el lugar. Con tanta basura y tanto sol, no es raro que se produzca combustión espontánea y las ranchas ardan.
Mario Carrera es el Fiscal Regional de Arica y Parinacota desde enero 2021, año en que los homicidios en la región, de un nivel de violencia nunca antes visto, impactaron al país.
El Cerro ChuÑo de Arica, que era conocido como una zona de sacrificio, donde la contaminación por plomo obligó a desalojar y demoler viviendas, luego de lo cual se pobló como cualquier campamento de Chile, en 2022, saltó a los noticieros como el lugar de residencia de los miembros de El Tren de Aragua. No solo de residencia, también de “trabajo”, incluidos centros de secuestro y tortura.
En este vasto morro de Arica sin ningún pasado heroico ni virtudes turísticas, solo suben los camiones que llevan la basura al vertedero y los chilenos de extrema pobreza y vulnerabilidad asentados en él, los migrantes indocumentados y los integrantes de esta mafia de origen venezolano que ha ido atemorizando a todo el que se le resista.
Fue allí donde la PDI, por orden del fiscal Carrera, descubrió el cadáver de uno de sus “soldados” en junio del año pasado. El cuerpo llevaba cerca de un mes bajo tierra y presentaba signos de tortura. El parte policial dice: “Cuerpo enterrado en Cerro Chuño. Causa: Tren de Aragua. Víctima venezolana: José Alejandro Nino Graterol”.
Explica el Fiscal Regional cómo es el perfil de los integrantes del peligroso grupo, nacido en la cárcel de Tocorón en Aragua, Venezuela. “Son ciertamente más hombres que mujeres. Ellas son las encargadas del negocio de la prostitución, de la trata de personas; es una organización muy machista. No hay ninguna lugarteniente en una posición destacada”, explica. Y da más detalles:
“Lo integran hombres jóvenes, verdaderos soldados. A diferencia de otros grupos delictuales, no caen en alardes consumistas, pese a que en ocasiones pueden tener muchos millones de pesos en el bolsillo o kilos de coca en su poder. No son de comprarse autos ni casas ni vivir con ostentación. Impresiona la precariedad en la que viven, de sobrevivencia mínima. Los soldados deben demostrar que son choros, que se la pueden, que son capaces de hacer todo lo que se les ordene. Todo. Como su origen es carcelario, sus lógicas son las de la cárcel. El cadáver enterrado y con signos de tortura en una rancha en el cerro ChuÑo corresponde a un venezolano al que teníamos en el organigrama. Claramente fue alguien que se apartó del camino, que no cumplió con lo que se esperaba de él”.
-¿Es tierra de nadie el cerro Chuño? ¿Cualquiera puede entrar y salir sin correr peligro?
-Es una toma en la que se fueron instalando migrantes, además de chilenos. Hay presencia fuerte de colombianos, bolivianos y luego empezaron a llegar los venezolanos, sacando a personas de otras nacionalidades. Se estima que viven allí unas dos mil personas. Y, sí, es un lugar peligroso en el que los habitantes de la ciudad no se aventuran. Es una zona que ofrece un grado de protección muy potente a las bandas delictuales. Como es un cerro, permite advertir lo que viene. Anticiparse a los operativos. Es una zona muy conflictiva para la ciudad.
El fiscal Carrera es un hombre curtido en temas criminales. Pero, pese a eso, sostiene que lo que más le impresiona y lo preocupa es “la vulnerabilidad de las mujeres sometidas al delito de trata de personas con fines de explotación sexual”.
Comenta un caso concreto:
“Está el de una mujer a la que tuvieron secuestrada durante varios días en un ruco del Cerro ChuÑo porque se negó a pagar semanalmente la mitad de lo que recibía por sus servicios sexuales. Fue muy publicitado. A mí me preocupa cómo protegemos a esa víctima. Yo no quiero que esté en el juicio por el riesgo que significa esa exposición para ella. Siento que no hay medida suficiente que pueda garantizar su seguridad. A Chile le falta mucho como Estado en materia de protección de víctimas y testigos. Necesitamos convenios internacionales, planes con mayor altura. Chile es un país pequeño y no es tan difícil para estos grupos ubicarla dentro del país; siento que hoy no tenemos herramientas para darle protección”.
Nina Consuegra describe cuatro olas migratorias de venezolanos desde que se inicia el éxodo. La cuarta, la más reciente, afirma, es mala. “No en su totalidad, no se puede generalizar, pero es mayoritariamente delincuencial. Con ella empieza la ola de violencia en ciudades como Arica, que antes era un territorio de paz. Acá no ocurrían crímenes. Podías salir noche sin ningún riesgo. Pasamos de cero asesinatos hasta dos y tres por semana. Y el aviso de la presencia del Tren de Araugua es real. Es común hoy escuchar versiones de ‘mi hijo está desaparecido en Arica’ o ‘me están extorsionando’ y cosas así”.
Y continúa:
“Ya te comenté que Cerro ChuÑo está dividido en un sector que es muy malo y otro que es malo atrás y bueno adelante. En todo el cerro no hay solo migrantes, también viven chilenos antiguos y nuevos. Existe una ley por la cual semestralmente se indulta a presos de las saturadas cárceles locales. En Arica, fueron 261 reos los beneficiados con ese programa el año pasado. Yo me pregunto: ¿Cuántos de ellos están realmente rehabilitados para reinsertarse a la sociedad? Me han dicho que es mínimo el porcentaje. Y todos ellos se van a vivir a Cerro ChuÑo”.
Cualquiera puede, asegura la dirigente, construir con “cuatro tablas de madera un ruco e instalarse allí. Nadie te dice nada y cada uno ve luego cómo se las arregla. La parte de Morrillo se pobló de dominicanos, que vivían en la ciudad y, al no conseguir visa y poder regularizarse, se tomaron terrenos, construyeron sus ranchas y viven gratis ahí”.
Agrega sobre sus compatriotas, los colombianos:
“El colombiano es escandaloso, les gusta tomar cerveza y escuchar música a todo volumen. Muchos migraron a Cerro ChuÑo por esta causa, la mala convivencia por cuestiones culturales. A mí me entristecía mucho que muchos tuvieran que ir a vivir allá por esas circunstancias. Y luego empezó a poblarse de venezolanos”.
Nina lamenta que hoy paguen justos por pecadores y los chilenos tengan absolutamente asociada la migración con delincuencia. Sostiene que ha sido el Gobierno, este y los anteriores, los que “no pusieron atajo a esta situación en su momento. Así la brecha se agiganta día a día, porque las autoridades no quieren ver que donde hoy existe una rancha, mañana serán tres y pasado nueve. Ese no hacer nada permite que el asentamiento precario se siga extendiendo”.
Impresiona además que los responsables parezcan no ver que ahí viven familias, personas mayores, niños, niñas y jóvenes, sin servicios ni redes ni acceso a nada. “Yo sé que muchos pagan por el agua, que les llega en camiones, y que la mayoría está colgada de la luz”, comenta Nina, apesadumbrada por el destino de quienes por su vulnerabilidad no tienen más opción que el Cerro ChuÑo.
“Abajo, en la avenida Capitán Ávalos, está el Colegio Leonardo da Vinci, donde van los niños, porque yo conozco a muchos trabajadores migrantes que no tienen otra que vivir ahí, pero son gente que contribuye al desarrollo de Arica”.
Nosotros, en nuestra visita al aparentemente despoblado Cerro ChuÑo, no vemos a casi nadie.
Un par de personas que escarban en la basura, una mujer flaca y absolutamente drogada que enciende un fuego, la incesante circulación de camiones cargados de basura por un camino orlado de desperdicios pestilentes, donde impera el olor a cadáver, las ranchas en varias de las cuales flamean banderas colombianas y venezolanas y letreros con la misma advertencia sin sentido: “Prohibido botar basura”.