Este artículo con el perfil de Quiroga fue publicado el 26 de mayo de 2012 y, ahora, El Mostrador decide republicarlo debido al interés público que ha generado el conflicto con los empresarios chinos de la firma Joyvio, filial del inversor asiático Legend Holding Corporation. Entre fines de 2018 y comienzo de 2019, Quiroga vendió a la empresa china la salmonera Australis Seafoods por US$ 921 millones. Hoy, el empresario que comenzó sus negocios con las plantaciones de kiwis se encuentra en el ojo del huracán, luego que los chinos lo acusaran de engaño, de entregarles información incompleta, y pidan la restitución de los US$ 921 millones.
“¿Qué son esas cosas verdes?”, preguntó Isidoro Quiroga en un viaje a Estados Unidos con una delegación de agricultores chilenos. El hombre criado en el campo, en Los Andes, no sabía lo que eran los kiwis a principios de los 80.
De la curiosidad pasó a la acción: trajo las primeras plantas de kiwis a Chile, instaló un vivero y se dedicó a venderles a los productores. Con las ganancias compró 150 hectáreas que eran de propiedad de su padre y sus tíos en San Esteban, el pueblo donde creció, a 150 kilómetros de Los Andes, y las llenó del fruto con más vitamina C.
Puso sus ojos en la uva de mesa que ya era un producto de buena salida en Chile. No tenía dinero, pero le dio vueltas a una idea: usar los cerros, secos y sin agua, como tierras agrícolas. Plantó 200 hectáreas de parras en altura y aprovechó de sembrar orégano en el suelo que quedaba libre. No pasó mucho tiempo y la mayor exportadora de la época, David del Curto, le compró sus plantaciones.
Entre una cosa y otra se armó de un capital cercano a los US$ 6 millones, según calculan los pocos que conocen su historia. Era una fortuna hace 25 años. Desde entonces la invirtió y multiplicó por muchas veces en la bolsa chilena.
Por eso, Isidoro Quiroga nunca aparecerá en el ranking de billonarios de Forbes. Habiendo forjado su patrimonio comprando y vendiendo acciones no es posible contabilizar sus activos como ocurre con los Luksic, los Matte, Horst Paulmann o Sebastián Piñera (aunque, en su caso, también la rueda le dio fortuna) que figuraron en la última edición de la revista norteamericana.
Quienes han operado para él en la bolsa aseguran que su patrimonio ronda los US$ 1.000 millones. Compró cuando las empresas chilenas iniciaban su despegue y cosechó en grande. En una primera etapa fueron papeles de Iansa y Campos Chilenos porque era un sector que conocía. Más tarde, se especializó en empresas eléctricas, convirtiéndose en uno de los mayores conocedores del rubro. Tuvo paquetes de Chilectra, Enersis, Gener, Colbún y llegó a ser dueño del 1% de Endesa. Fue director de Soquimich, nombrado por Julio Ponce Lerou, de quien es muy amigo, hasta que salió en 2001. Es un misterio saber a cuánto ascendió su participación en la minera no metálica.
Pilmaiquén es la única empresa abierta donde figura como accionista con un 10,8%. Dedicada a las inversiones, entre ellas, eléctricas en Brasil, vale US$ 216 millones en la bolsa y retomará su giro original –la producción de energía– con tres centrales de pasada por 160 MW en el río Pilmaiquén. La primera, Rucatayo, de 51 MW, entrará en operaciones el próximo año, pese a la oposición de la comunidad.
Ingeniero civil de la Universidad de Chile, de la misma generación de José Yuraszeck, a quien lo une una estrecha amistad, es de los pocos chilenos que transa acciones de mineras junior en bolsas de Canadá y Australia. Se trata de compañías con un proyecto del que se tiene alguna idea de sus reservas y que se abren a la espera de socios dispuestos a comprar acciones y desarrollarlos.
Andina Minerals es un ejemplo. En 2008 hizo un canje: aportó derechos de agua de su propiedad para el proyecto de oro El Volcán, en Copiapó, el gran activo de Andina, recibiendo a cambio un 8,4% de la compañía. Aunque no producía un gramo, estaba valorada en US$ 280 millones en la Bolsa de Toronto.
Quiroga vendió ese mismo año y recibió US$ 23,5 millones. Hoy, la capitalización bursátil de Andina es de US$ 67 millones.
Minera Fuego es el holding que agrupa sus activos en la minería. No son pocos: el yacimiento de oro Andacollo en Neuquén, que le compró al exsocio de Enersis, Arsenio Molina, y que no arroja utilidades; numerosas pertenencias mineras principalmente de cobre en Arica, Antofagasta, Calama y Vallenar, y de carbón en Colombia. Además de un 8% de la junior Metminco, que transa en las bolsas de Toronto y Sydney, y es dueña de reservas de cobre en Arequipa.
Caracol, un proyecto de cobre en Sierra Gorda, Antofagasta, es el único que está desarrollando, lo que quiere decir que hizo sondajes, sabe que puede ser interesante y hay socios con los que está negociando para venderles el control.
Maneja inversiones en las bolsas europeas en los sectores que conoce –minería, energía y alimentos–, pero nadie en su holding Asesorías e Inversiones Benjamín sabe cuáles son las empresas que elige. Ese es un negocio que reserva para él. Convertido a estas alturas en un gurú bursátil, muchos quisieran saber qué está mirando, qué compró o de qué se deshizo.
Su círculo estrecho lo conforman cuatro ejecutivos: el gerente general del holding, Rodrigo Arriagada, ex Laboratorios Davis; el abogado y fiscal Federico Rodríguez (ex Barahona Marré); Cristián Ramírez, quien venía de LarrainVial (la corredora con que más opera), en la gerencia de estudios; y Martín Guiloff, la última incorporación, en finanzas.
De su holding cuelgan Electro Austral y Minera Fuego. La primera posee derechos de agua suficientes como para construir centrales de pasada por mil MW. Aunque, hasta ahora, le han aprobado solo dos por 135 MW en el río Achibueno de la Región del Maule.
Quiroga opera a veces en sentido contrario del mercado. Se hizo de derechos de agua entre la VI y X regiones cuando Chile cambió su matriz energética a gas natural argentino. Y aprovechando un dictamen que obligó a Endesa a desprenderse de derechos de agua en la Patagonia, le compró el equivalente a 150 MW en el río Ibáñez.
Lo mismo sucedió con los salmones. Cuando la industria estaba reventada por el ISA, compró activos a precios de liquidación. Primero, Chile Seafoods, que tenía concesiones de mar en Aysén. Después, la mayor productora de ovas en Chile. Todo lo que terminó convertido en Australis, la que abrió a la bolsa el año pasado y cuyos precios han caído como en el resto del sector. En su caso, de los $ 185 de la colocación a $ 115.
El fallecido empresario Felipe Cubillos fue un actor importante, aunque indirecto, en esta historia. Quiroga aportó capital a senegocia.com –suele escuchar a todo aquel que le ofrece un proyecto– y Cubillos le dejó en garantía dos pisciculturas (donde crecen los alevines) en Peñaflor. Y cuando llegó el momento las usó como punto de partida de un negocio que culminó con la compra de la segunda mayor comercializadora de salmones en Estados Unidos. La mejor forma de amarrar a los clientes, porque compra salmón en todo el mundo, incluyendo el propio, y asegura un suministro permanente. Hasta ese momento Australis era la única salmonera integrada en Chile.
Entre fines de 2018 y comienzos del 2019, Quiroga hizo el mayor de sus negocios. Vendió Australis a la empresa china Joyvio, filial del inversor asiático Legend Holding Corporation, por US$ 921 millones. Hoy, el nombre de Quiroga ha vuelto a la escena pública, luego que los chinos denunciaran que él los engañó, que les entregó información incompleta, y piden la restitución de los US$ 921 millones. El empresario chileno acusa calumnias.
Un sector al que entró y salió para no volver fue el inmobiliario. En 2004, Delta estaba muy endeudada y aprovechó de comprar un 20% de la división Delta Edificación. Subió su participación al 70% y, como no obtuvo los retornos esperados, le vendió a un grupo venezolano.
Quiroga no es lo que se llama un empresario tradicional chileno. Vivió con su familia en San Esteban hasta hace 10 años y viajaba diariamente en bus a Santiago, porque según decía “aprovechaba el tiempo para leer”. Si va a cuatro eventos empresariales al año –estuvo en el del BICE el mes pasado con el economista Nouriel Roubini–, es mucho.