Al derrotar 3×2 a los loínos, los chillanejos quedaron a la espera de un triunfo de O’Higgins sobre Antofagasta, que no se produjo. Y con ese resultado, vencedor y vencido acompañaron a Bernechea en el descenso a la Primera B.
Los diez mil espectadores que abarrotaron por primera vez en el año el estadio Nelson Oyarzún tenían los ojos en la cancha y los oídos en las emisoras que transmitían el partido de Rancagua. A 300 kilómetros de ahí, O’Higgins y Antofagasta igualaban a dos, y sólo un gol de los rancagüinos podía impedir el descenso de Ñublense.
El estruendo no se produjo. Y cuando el árbitro Roberto Tobar terminó el juego, nadie pudo celebrar. El triunfo de los chillanejos no alcanzaba para su salvación, y la derrota de los loínos los condenaba sin esperar siquiera el remedio de la apelación a la FIFA.
Tenía morbo el partido, y eso se notó desde que los equipos entraron a la cancha. Saltándose todas las reglas de urbanidad, los visitantes se negaron a estrechar la mano de los anfitriones. El desprecio quedó inscrito como el primero que ocurre desde que se dispuso la sana medida del saludo protocolar de los rivales, como una manera de eliminar odiosidades y demostrar ánimo de cordialidad.
Cobreloa no le perdonaba a Ñublense que lo hubiese denunciado por ocupar en la banca al ayudante técnico Alejandro Hisis, que a comienzos del torneo había cumplido la misma función en el equipo de Chillán. El reglamento establece que un entrenador no puede cumplir funciones en dos equipos durante la misma temporada, y eso le significó la pérdida de tres puntos al equipo dirigido por Marco Antonio Figueroa. Con eso quedaba al borde del abismo al que finalmente cayó, pero le quedaba una esperanza si vencía en este partido: una apelación al tribunal internacional que dirime conflictos de competencias.
Al perder, Cobreloa ocupó el penúltimo lugar de la tabla acumulada y ningún recurso impedirá que se vaya a la Primera B junto a Ñublense y Barnechea.
CHISPAS EN LA CANCHA
La tensión que se notaba antes del pitazo inicial se tradujo en pierna fuerte y juego impreciso. Al cumplirse el cuarto de hora ya había tres amonestados y un lesionado. Y ya ganaba Cobreloa, con anotación de Gustavo Cristaldo, aunque el arquero loíno, Luciano Palos, había evitado dos goles.
Veinticinco minutos duró la ventaja loína. Un lapso largo que forjó esperanzas de victoria y apelación. Igualó Jonathan Cisternas, y todo quedó como al comienzo. El problema para los loínos se agravó un par de minutos después por la expulsión de Miguel Sanhueza por intentar partirle las piernas a Boris Sagredo. Y detrás de él se fue también Marco Antonio Figueroa, por reclamador.
Siguieron sacando chispas los jugadores en cada intervención y continuaron apareciendo las tarjetas amarillas y las interrupciones del juego. Apenas comenzada la segunda etapa, la fricción de un loíno fue dentro del área, con el consiguiente cobro del penal. Lo ejecutó Sebastián Varas y lo tiró afuera.
Fue un mazazo para Ñublense y un frasco de vitaminas para Cobreloa, que se puso nuevamente en ventaja a los 61’, cuando Santiago Barbosa aprovechó una vacilación defensiva en un córner.
Por segunda vez en el partido, los del norte podían pensar en la apelación a Zurich. Pero les duró poco: a los 64’ igualó Riquero empalmando de cabeza un tiro libre ejecutado desde el sector izquierdo. Y la ilusión loína se esfumó definitivamente a los 67’, cuando Sagredo rozó de cabeza un tiro libre servido desde la banda izquierda y consiguió el 3-2.
DARDOS EN EL CORAZÓN
Ahora le tocó a Ñublense ilusionarse. O’Higgins, que había estado en desventaja, había logrado la igualdad con Antofagasta. Y era cosa de que los rancagüinos ganaran para que el descenso del cuadro chillanejo no se concretara.
Hubo exclamaciones a coro en las tribunas por situaciones de gol en el arco antofagastino dramatizadas por los relatores, pero que nunca se concretaron. Y así se fueron gastando los veinte minutos finales, sin que se produjeran vuelcos en Chillán ni en Rancagua.
Consumado el destino de los dos, chillanejos y loínos partieron a llorar la pena a los camarines, ahora sin despedirse. Y seguramente ocuparán los días que vienen para reflexionar sobre lo que hicieron mal.
En las tribunas quedaron diez mil hinchas aplaudiendo a Ñublense por la forma en que se jugó su última opción, todos con el corazón atravesado por dardos de dolor.
PORMENORES
Cancha. Estadio Nelson Oyarzún, de Chillán.
Público: 9.823 personas.
Árbitro: Roberto Tobar.
ÑUBLENSE (3): D. Frascarelli; B. Ruiz, G.Godoy (26 ‘, O. Gutiérrez), A. Rojas, A. Reyes; J. Cisternas, M. Riquero, O. Pozo, B. Sagredo (L. Pavez); S. Varas (60’, G. Rodríguez) y G. Lorca. DT: Fernando Díaz.
COBRELOA (2): L. Palos, D. Silva, R. Martínez, M. Zbrun, R. González; M. Sanhueza, J. Pérez, G. Cristaldo; I. Herrera, S. Barbosa y J. L.Jiménez. DT: Marco A. Figueroa.
Goles: 6’, Cristaldo (C); 31’. Cisternas (Ñ); 61, Barbosa (C); 64’, Riquero, cabezazo (Ñ); 67’, Sagredo, cabezazo (Ñ).
Tarjetas amarillas: Zbrun, González, Cristaldo ©, Cisternas (Ñ).
Tarjetas rojas: 33’, Sanhueza (C), por falta a B. Sagredo; 34’ DT Marco A. Figueroa, por reclamos; 79, G. Lorca, por falta a J. Pérez).
Incidencia: 68’, Sebastián Varas desvía un penal.