Por qué no debería sorprendernos que los grupos de extrema derecha en Reino Unido compartan similitudes con el grupo radical autodenominado Estado islámico. Frank Gardner, corresponsal de seguridad de la BBC, las analiza.
Radicales de extrema derecha en Reino Unido han estado accediendo a material sobre terrorismo publicado en internet por el grupo extremista autodenominado Estado Islámico, le dijeron a la BBC expertos en antiterrorismo.
Los especialistas aseguraron que neonazis y otros seguidores de la extrema derecha han estado estudiando métodos de ataque que yihadistas han compartido con sus seguidores en internet.
Sin embargo, no nos debe sorprender que compartan algunas similitudes.
Desde mediados del año pasado, al MI5, el servicio de inteligencia británico, se le ha asignado la tarea de ayudar a la policía a enfrentar la creciente amenaza que representan los extremistas británicos de extrema derecha.
Los funcionarios que trabajan en la unidad de antiterrorismo han estado utilizando una variedad de métodos, entre los cuales se incluye la intercepción telefónica, para recopilar información sobre lo que los individuos más violentos han estado planeando o lo que aspiran a hacer.
En algunos casos, se hicieron arrestos después de que los sospechosos fueron sorprendidos descargando pornografía infantil. Pero los funcionarios dicen que los neonazis y otros radicales también han estado accediendo al material para planear ataques que ha sido publicado por sus rivales ideológicos, el autodenominado Estado Islámico.
Esto pudiese parecer extraño, pero no debería ser una sorpresa.
Sus ideologías pueden ser diametralmente opuestas entre sí, pero existen algunas semejanzas perturbadoras entre las dos.
Algunas de ellas son obvias, otras no tanto.
Muchos supremacistas blancos y extremistas islamistas violentos tienden a vivir en un mundo cuya base es muy limitada y está dominada por un odio que todo lo consume y una intolerancia total a las opiniones de cualquier persona, excepto a las que surgen en su mundo.
Para los yihadistas de EI, por ejemplo, esto significa tratar como enemigos no solo a quienes no son musulmanes, sino también a los musulmanes chiítas y a cualquier persona que perciban como colaboradora de «los no creyentes».
Con el concepto de «Takfir», los jihadistas declararán incluso a sus correligionarios como «incrédulos» y «apóstatas» y, por lo tanto, a través de sus ojos como objetivos legítimos.
Esta intolerancia, presente en su estrecha visión de la realidad, junto a la violencia gratuita que ejercen, ha sido uno de los factores principales que han ayudado a que grupos como al Qaeda y EI, entre otros, sean incapaces de apelar a una franja más amplia de comunidades musulmanas en todo el mundo.
Del mismo modo, en Reino Unido y en el resto de Europa, los militantes de extrema derecha ven como enemigos a todos aquellos que, en su opinión, han ayudado a hacer cambios que no les gustan, como permitir la migración hacia sus países desde Asia y África.
En 2011, el extremista noruego Anders Breivik mató a varias personas en Oslo, pero no se trataba de musulmanes o de inmigrantes, sino jóvenes miembros de un partido al que él culpó de cambiar la composición racial de la sociedadnoruega.
Los supremacistas blancos arremeten contra una sociedad multicultural.
Lo mismo ocurre con los yihadistas. Se refieren a los musulmanes que viven en Occidente como habitantes de «la zona gris» y los instan constantemente a que no se mezclen con las poblaciones no musulmanas predominantes en Europa.
Tanto los extremistas de extrema derecha como los yihadistas se ven a sí mismos como puristas justos, pero quieren sociedades muy diferentes.
Lo que sí comparten es un interés, a menudo obsesivo, en imágenes extremadamente gráficas que están en internet, muchas de las cuales están encriptadas.
Otras han circulado más ampliamente con fines de atraer seguidores y reclutar militantes.
Los funcionarios especializados en la lucha antiterrorista han calificado parte de este material como tan vil que el personal que lo revisa ha tenido que recibir asesoramiento psicológico.
En los años inmediatamente posteriores a los ataques del 11 de septiembre de 2001, en Estados Unidos, al Qaeda hizo un uso constante de las imágenes de los aviones que se dirigían a las Torres Gemelas.
EI llevó esa práctica un paso más allá y sorprendió al mundo con sus escalofriantes videos de rehenes que, al parecer, eran decapitados frente a una cámara de filmación.
También mostraron otras atrocidades como hombres siendo arrojados desde edificios altos tras haber sido «condenados» por homosexualidad.
Si bien este material audiovisual tuvo un efecto alienante y de absoluto rechazo en la gran mayoría de los musulmanes en todo el mundo, sí consiguió atraer a su causa a jóvenes con predisposición criminal, psicopática o sádica, de diferentes países.
Durante el califato autodeclarado de EI, ejercido entre 2014 y 2019, se supo que su práctica de esclavizar sexualmente a niñas yazidíes de apenas nueve años ha atraído reclutas pedófilos de países europeos.
Los funcionarios británicos señalan que los radicales de extrema derecha han estado compartiendo imágenes y videos violentos, satánicos y con contenidos ocultos, algunas veces, a través de foros de videojuegos y música con el objetivo de atraer a nuevos miembros.
El objetivo, explican, es en parte quitarles la sensibilidad a las personas frente a la violencia que creen es inevitable en un futuro choque de civilizaciones.
Sin embargo, un área donde los dos grupos difieren ampliamente es la coordinación y la cohesión.
En términos generales, los yihadistas están unidos en querer ver su versión ultraestricta de la ley islámica Sharia impuesta a todas las personas bajo su mando.
Pero en Reino Unido, los grupos de extrema derecha que en su mayoría se han separado de la organización Acción Nacional, la cual ha sido prohibida, muestran pocas señales de trabajar juntos.
Algunos aspiran a lo que consideran pureza racial, otros quieren su propio territorio donde solo se apliquen sus propias leyes, mientras que otros son simplemente anarquistas, empeñados en destruir «el sistema».