Los temores a que se repita esa crisis, la peor en la historia reciente de Argentina, se avivaron cuando el pasado 12 de agosto el peso volvió a sufrir un fuerte golpe y perdió casi el 25% de su valor en un solo día. También las acciones de las empresas argentinas se desplomaron -algunas más del 50%- por la mala reacción que tuvieron los mercados al arrasador triunfo del candidato opositor Alberto Fernández en las elecciones primarias.
Cuando en mayo de 2018 el presidente argentino Mauricio Macri anunció que el país firmaría un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para tratar de contener una fuerte devaluación del peso, los argentinos reaccionaron con preocupación.
Muchos recordaban bien lo que pasó la última vez que el país dependió del dinero del «Fondo», como se lo llama aquí: la deuda se hizo insostenible y Argentina terminó colapsando política y económicamente en diciembre de 2001.
Los temores a que se repita esa crisis, la peor en la historia reciente de Argentina, se avivaron cuando el pasado 12 de agosto el peso volvió a sufrir un fuerte golpe y perdió casi el 25% de su valor en un solo día.
También las acciones de las empresas argentinas se desplomaron -algunas más del 50%- por la mala reacción que tuvieron los mercados al arrasador triunfo del candidato opositor Alberto Fernández en las elecciones primarias.
El déjà vu de los argentinos se intensificó: otra vez un gobierno no peronista, como había sido el de Fernando de la Rúa en 2001, se sumía en una profunda crisis económica.
¿Acaso Macri sufriría la «maldición» que ha hecho que ningún gobierno no peronista haya podido terminar su mandato desde que Juan Domingo Perón llegó al poder hace más de 70 años?
Esa incertidumbre, sumada al mal presagio que representa para muchos argentinos tener una abultada deuda con el FMI -que le dio al país el mayor préstamo en la historia del organismo-, remite un poco a lo que pasaba en la antesala del colapso de 2001.
La preocupación se acrecienta si sumamos un tercer factor: la pobreza, que ha llegado a los mismos niveles que en 2001 (cerca del 35%).
Sin embargo, economistas de diversas ideologías con los que habló BBC Mundo, tanto en Buenos Aires como en Washington, coincidieron en afirmar que los parecidos terminan ahí.
Aquí te contamos los 9 motivos que llevan a los expertos a asegurar que aunque la actual crisis económica es grave, no está «ni cerca» de la de 2001.
Una de las grandes causantes del colapso de 2001-2002 fue la política monetariaque regía entonces, conocida como la «convertibilidad», que hacía que el peso estuviera atado al dólar.
Esto le quitó al gobierno todo poder de maniobra e hizo que cuando la situación se tornó inmanejable, por falta de dólares, la única opción fuera romper esa paridad y «pesificar» los depósitos, provocando una devaluación que hizo que el peso terminara teniendo un cuarto de su valor contra la moneda estadounidense.
Hoy el gobierno ya no tiene ese «corset», por lo que las devaluaciones, aunque importantes, no son tan repentinas y las autoridades pueden aplicar diversas recetas para tratar de contener el problema.
Una de las imágenes más icónicas de la crisis de 2001 es la de manifestantes golpeando cacerolas frente a los bancos.
El sistema bancario estuvo en el centro de la crisis y fue el causante de gran parte del enojo que derivó en las protestas. Lo que disparó la ira fue lo que se conoció como el «corralito»: una restricción sobre el retiro de dinero de las cuentas bancarias, que buscaba frenar una masiva fuga de capitales.
Para los argentinos fue la gota que colmó el vaso: tres semanas después de que se implementara esa medida Fernando de la Rúa renunciaba y huía de la Casa Rosada, en medio de masivas protestas.
Los bancos tuvieron gran responsabilidad en la crisis económica porque otorgaron préstamos en dólares sin límites (cosa que hoy ya no pueden hacer).
En diciembre de 2001, los préstamos en dólares llegaban a US$36.600 millones y representaban el 83% de los depósitos bancarios. Hoy alcanzan un tercio de esa cifra: US$16.000 millones (51% de los depósitos).
Pero además, a diferencia de 2001, hoy sobran las reservas para respaldar los depósitos en dólares.
En los once meses antes de la debacle de 2001, el Banco Central perdió US$22.000 millones de sus reservas internacionales, terminando el año con reservas de poco más de US$15.000 millones.
Hoy, esa cifra supera los US$64.000 millones (de los cuales solo US$7.000 corresponden al préstamo del FMI, que en total llega a US$57.000 millones).
Tanto en 2001 como ahora, las crisis ocurrieron tras un freno en el crecimiento económico.
Sin embargo, los escenarios no son comparables, aseguran los economistas.
Mark Weisbrot, director del think tank estadounidense Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR), quien ha seguido en detalle la historia económica argentina de las últimas dos décadas, señaló a BBC Mundo que lo que se vivía en 2001 «más que una recesión ya era una depresión».
Cuando De la Rúa llegó a la presidencia, en diciembre de 1999, el Producto Interno Bruto (PIB) había caído un 3,4%, una tendencia que no logró revertir durante sus dos años de gobierno. En 2001, el retroceso fue del 4,4% y al año siguiente se duplicó.
En contraste, Macri arrancó su primer año de gobierno (2016) con una caída del 1,8% del PIB, pero la economía se recuperó al año siguiente (2,9%).
Si bien en 2018 volvió la recesión, fue una caída leve, que hasta hoy no ha superado el 4%.
No solo los factores macroeconómicos eran muy diferentes en 2001. También el escenario político.
De la Rúa había asumido como cabeza de una coalición llamada la Alianza, que se fragmentó poco tiempo después de su llegada al poder con la renuncia del vicepresidente Carlos «Chacho» Álvarez, a solo diez meses de haber asumido.
Eso generó una crisis institucional. Para finales de 2001, el jefe de Estado ya había perdido el apoyo de su partido.
La situación de Macri es muy diferente: este año busca ser reelegido, y si bien perdió las primarias por una diferencia de más de 15 puntos, obtuvo el respaldo de un tercio de la población.
Resta ver qué apoyo tendrá en los comicios del 27 de octubre.
Por otra parte, la caída en la popularidad del partido gobernante es reciente: en 2017 la coalición oficialista Cambiemos se impuso en las elecciones legislativas.
Más allá de los resultados de las urnas, Macri cuenta con una importante herramienta que no tenía De la Rúa para evitar posibles estallidos sociales: el asistencialismo.
Fue justamente la crisis de 2001 la que llevó a que millones de argentinos empezaran a recibir subsidios del Estado.
Pero aunque la situación económica mejoró sustancialmente bajo el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), lejos de reducir estos planes, el kirchnerismo aumentó el asistencialismo.
Al asumir en 2015, Macri hizo lo propio, aumentando la cantidad de programas sociales.
En consecuencia, hoy, 9 millones de argentinos (un 20% de la población) reciben alguna ayuda del Estado.
Esto explica, en parte, por qué durante los últimos años dejó de haber los saqueos de supermercados que se habían tornado comunes cada diciembre. Y por qué Macri no ha sufrido tantas movilizaciones grandes, a pesar del enorme malestar social.
Aunque resta ver qué ocurrirá este año, lo cierto es que los planes sociales se convirtieron en un importante amortiguador de problemas.
El alza de precios es quizás el factor más preocupante de la actual crisis económica, ya que ha contribuido a que millones de personas caigan por debajo de la línea de pobreza (y que ésta haya alcanzado los niveles de 2001).
Se estima que 2019 terminará con una inflación muy por encima del 50%. En 2018 la cifra fue del 47,6%. Y los salarios han quedado muy rezagados.
Sin embargo, los expertos remarcan que la inflación no fue un factor relevante en la antesala de la crisis de 2001.
Es más, gracias a la convertibilidad y la caída en la actividad, Argentina de hecho terminó ese año con una deflación del 1,1%.
El desempleo, en cambio, sí fue un factor importante de esa crisis, ya que llegó a niveles récord en 2001. Dos meses antes de que renunciara De la Rúa alcanzaba al 18,3% de la población.
Hoy, si bien la cifra viene en aumento y es la más alta en más de una década, sigue siendo mucho menor: 10,1%.
Por último, está el dato que más parece alarmar a quienes temen que Argentina caiga en un nuevo default -o cesación de pagos de la deuda externa-, como el que se declaró en 2001: el vertiginoso aumento del riesgo país.
Este índice, que mide cuán riesgosa es la deuda pública de un país, aumentó cerca de 1.000 puntos después de las elecciones primarias y desde entonces no ha bajado de los 1.800 puntos.
Esto supera con creces el índice del resto de los países medidos. El de Brasil, por ejemplo, es 247. El de México, 225. Solo Venezuela está peor que Argentina(11.263).
En este contexto es entendible la preocupación. Sin embargo, el escenario sigue estando muy alejado del de 2001, cuando el riesgo país llegó a 5.500 puntos.
«Es algo arreglable», asegura Weisbrot, quien considera que Argentina «no está ni cerca de la situación en la que se encontraba en 2001».
Eso sí: el experto, que es muy crítico del FMI, está convencido de que si Argentina continúa con la misma política macroeconómica procíclica que viene llevando hasta ahora, estará cometiendo «los mismos errores» del pasado, lo que podría agravar la actual crisis.
Por su parte, quienes apoyan las recetas del «Fondo» se preguntan qué pasará cuando el dinero del préstamo se acabe y a Argentina le llegue la hora de pagar, algo que por ahora deberá ocurrir recién en 2021.