Inspirado en el mapudungún, Rayenia malalcurensis es el nombre que dieron a este arbusto endémico que crece entre las rocas de granito del sector precordillerano. El estudio, publicado en la revista Phytotaxa, y realizado por una agrónoma y dos científicos, describe una nueva especie y género de planta que se encontraría en peligro crítico de extinción, demostrando la necesidad de proteger las zonas donde se encuentra.
La naturaleza de Chile sigue sorprendiendo con su enorme biodiversidad, una que muchas veces permanece escondida ante los ojos humanos. Es el caso de Rayenia malalcurensis, planta que crece entre las rocas de granito del cerro Malalcuray, de la cordillera que domina el valle del estero Bullileo, en San Fabián de Alico, Región del Ñuble, y que fue recientemente descubierta y descrita por un grupo de investigadores.
El estudio, publicado en la revista especializada Phytotaxa, señala que este pequeño arbusto rastrero de hojas finamente dentadas y bella flor rosada, no sólo es una nueva especie, sino que constituye un nuevo género -grupo de plantas-, y que requiere de gran cuidado y protección, ya que se encontraría en peligro crítico de extinción.
Nicolás Lavandero, botánico del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB; Kora Menegoz, agrónoma francesa radicada en Chile, y Alejandro Villarroel, investigador del Departamento de Biología de la Universidad de La Serena, son los protagonistas de este trabajo que se inició gracias a un descubrimiento casual en la montaña, el año 2016.
“Estaba haciendo escalada y abriendo una nueva ruta con mi pareja en el cerro Malalcura, cuando de pronto vi una planta que me llamó la atención. Yo vivo en San Fabián de Alico, trabajo en turismo, y de manera independiente hago trabajos de investigación en etnobotánica. Conozco muy bien la flora local, pero ésta me parecía muy distinta, y su flor muy llamativa. Le saqué fotos y como no la pude identificar, comencé a contactar a especialistas en botánica para ver de qué se trataba, y enseguida varios botánicos me contestaron que debía ser algo nuevo. Envié el material genético al Jardín Botánico de Edimburgo para que realizaran el análisis de ADN”, recuerda Kora Menegoz, también ingeniera forestal de la Universidad Católica.
De eso pasaron casi dos años, hasta que el Jardín Botánico contactó a Nicolás Lavandero para que les ayudara con la identificación molecular de esta extraña especie.
De forma similar, Rayenia llegó a los ojos de Alejandro Villarroel.
“El año 2019 durante la realización de mi tesis de pregrado encontré un único ejemplar con frutos que no pude identificar, cercano a la laguna de la Plata en el valle del estero de Bullileo. Luego en la primavera, realizamos una excursión de 12 días y encontramos dos nuevas localidades, de muy difícil acceso, pero presentaban abundante floración. Con estas muestras confirmamos que se trataba de algo nuevo,” añade Villarroel, Ingeniero en Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile.
Ninguno de los tres investigadores se conocía, pero luego de contactarse, decidieron unir sus conocimientos y realizar este trabajo colaborativo.
“Durante la investigación, estuve a cargo del análisis molecular y ahí nos dimos cuenta que se trataba de una nueva planta de la familia Escalloniaceae, cuya especie más cercana se encuentra en la región patagónica. Rayenia era realmente muy distinta a cualquier otra planta que hubiese visto. Y por lo mismo, también decidimos clasificarla en su propio género. Una de sus particularidades, es que dentro de su familia, es la única que crece en forma de cojines, muy compactados y pegados a la roca. Esto es un tipo de adaptación a los ecosistemas de altura y es común en plantas que crecen en zonas andinas, donde hay ambientes con alta radiación, mucho viento y nieve”, comenta Nicolás Lavandero, científico de la Universidad Católica de Chile.
Otra característica particular de esta especie, de acuerdo al botánico del IEB, es que sus raíces crecen básicamente en las mismas grietas del granito y que la planta genera su propio sustrato, creando un ambiente propicio para sus raíces. En cuanto a su floración, ocurre en primavera, de forma mucho más temprana que otras plantas andinas.
Kora Menegoz fue quien decidió bautizar a la especie como Rayenia malalcurensis, inspirada en la lengua mapudungún y en el territorio del hallazgo, habitado ancestralmente por pehuenches. Rayen, significa “flor”, y Malalcura, “corral de piedra”.
“Lo propuse porque tiene una flor muy bonita, que crece entre las piedras, y su ubicación es justamente una zona de este pueblo originario”, explica la agrónoma. De esta manera, el hallazgo también busca preservar parte de la identidad cultural del territorio y de la especie, la cual se encuentra amenazada por diversos factores.
En el caso de la Rayenia malalcurensis, sólo se han encontrado 51 ejemplares, ubicados entre los 1200 y 1900 metros de altitud, un número muy bajo de plantas a juicio de los investigadores.
“Debido a esto y a otras condiciones, durante este año haremos la propuesta oficial al Ministerio del Medio Ambiente para clasificarla en peligro crítico. En ese contexto, debemos considerar la amenaza que representa el cambio climático. Las plantas andinas son muy sensibles al calentamiento global, lo que en un futuro cercano hará que se limite su área de crecimiento. Con el aumento de temperatura las plantas escapan hacia arriba, pero hay un punto en que no pueden subir más alto, y entonces pueden extinguirse”, señala Nicolás Lavandero.
Si bien Rayenia se encuentra dentro de un territorio declarado Reserva de la Biósfera, y que además es de difícil acceso, hay preocupación por parte de los investigadores. Esto, ya que en el entorno existen diversos proyectos para construir embalses.
La precordillera del Ñuble corresponde a una zona de transición climática y vegetacional entre la zona mediterránea y templada, lo que le confiere la particularidad de tener ecosistemas muy diversos y alto número de especies endémicas, pero no cuenta con ninguna protección real.
“El área de la Reserva de la Biósfera incluye sitios privados, y ya vimos cómo se inició la construcción de un embalse, que por el momento no pudo continuar por razones económicas. Esta zona tiene un potencial turístico muy importante, que debe ser conservado y protegido de otras amenazas también, como es el turismo mal gestionado con el descuido de las personas que transitan por ahí, generando daño a estos ecosistemas tan importantes de manera consciente o inconsciente, a través de basura, fogatas, extracción de recursos naturales, entre otros. Por todo ello, nos gustaría que el Gobierno Regional iniciara acciones para darle un real carácter de área protegida a este sector cordillerano de San Fabián de Alico”, enfatiza Kora Menegoz.
Los resultados de esta investigación, también denotan la necesidad de seguir descubriendo y conociendo nuestra biodiversidad, para así poder protegerla. En ese contexto, Nicolás Lavandero advierte la importancia de destinar mayores recursos a la exploración botánica y al trabajo que implica documentar nuestra flora.
“Esperamos seguir descubriendo nuevas especies en Chile. Sin embargo, no hay mucha gente dedicada a identificar especies. Encontrar estas plantas y poder describirlas, demuestra que es muy importante que exista esta profesión y que debiera valorarse mucho más la ciencia que describe y clasifica, destinando más financiamiento para estas actividades”, advierte el investigador del IEB.
El botánico también destaca la relevancia del trabajo colaborativo en el desarrollo científico, a través del cual cada investigador, es capaz de aportar desde sus propias habilidades y conocimientos.