En la “Bestia humana” hay una introducción del filósofo francés Gilles Deleuze llamada Zola y la grieta, donde comienza con la siguiente cita de “suave de noche” de Scott Fitzgerlad reversionada por Malcolm Cowley: “La familia no estaba del todo bien, muchas tenían una grieta. Él, a ciertas horas, sentía claramente esta grieta hereditaria; no es que fuese de salud precaria, pues la aprehensión y la vergüenza de sus crisis apenas lo habían adelgazado en otras ocasiones; pero en el interior de su ser aparecían repentinas pérdidas de equilibrio, como fracturas, agujeros por los cuales su yo se le escapaba en medio de una especie de gran humareda que lo deformaba todo…”.
Lo que Deleuze nos relata en la introducción es lo que pasa en las grietas de la mente humana, “la herencia no es la que pasa por la grieta, sino la grieta misma” dice Deleuze. En la grieta, está la grieta y grieta etimológicamente significa crujir, rechinar, es decir crepitar. Crepitar es un concepto poco usado pero de forma simple son chasquidos respectivos que suceden al arder, la leña crepita, pero también es similar a quien da órdenes con cada palabras chasqueando los dedos, como quien chasquea los dedos a un perro para dar una orden, o como en el corto “Bestia” donde la rutina es un chasquido en una insípida calma en el rictus facial de Ingrid Olderöck, en la cual todo va construyendo una escala de crepitaciones desde los más altos, hasta los más bajos en la ostentación del poder. Nadie se conmueve por la repetición, todo parece calmo bajo la sumisión operativa, todo parece estar coordinado por pistones en una gran máquina de hacer arder lo humano, que suena como leña crepitante.
En la importancia de esta insistencia del quemar la grieta en forma de cauterización, como un modo de quemar el bosque para plantar un mono cultivo que enferma aún más la tierra de la grieta. Esos actos que intentan tapar los diálogos mentales de la grieta, como el ex alcalde de Santiago en los 90, Jaime Ravinet, que cada grieta por balas de los golpistas, incrustadas en los muros de los edificios ministeriales, fueron “reparadas”. En ese lugar de la mente social, no podemos seguir ocultando la grieta, no podemos aceptar la construcción de más metonímicos para distorsionar la realidad de las grietas, menos en tiempos donde las grietas están más latentes que nunca, en negacionistas, o en fundamentalistas del horror, justificadores del poder por imposición, el orden a manos de la sumisión de eliminar al ciudadano, a las y los pobladores, por medio de la construcción del súbdito individualizado y enajenado que habita dentro de la grieta y es al mismo tiempo en si la grieta.
El horror no puede ser aplacado por los beneficios del horror. En tiempos que se levantan las metonimias para justificar la crueldad de la bestia humana, de quienes para llamar al orden desean asesinar al otro diferente, al ajeno, a aquellos que quieren acabar con migrante, ladrones, pobres, enfermos, extraños, a quienes quieren limpiar al mundo de las grietas, hasta normalizarse en el crepitar del sol, hasta normalizarse, hasta ser insaciable la carne que alimenta al perro, hasta el punto que todos tienen una grieta que debe eliminarse, ocultar, develar, quemar y eliminar. Porque la grieta no está en la herencia, está en la propia grieta. La grieta no está finalmente en el otro, está en quienes imponen el poder distorsionando la realidad desde sus propias grietas, con retórica psicopática del “sentido común” para propagar su ira contra el todo distinto, el todo que no asume su orden, el todo sublevado, el todo anómalo a su norma.
En ”Bestia” de Hugo Covarrubias, la grieta no está en la cabeza de Olderöck como herencia de un disparo de ajusticiamiento, sino que en el territorio con geografía, con forma de país, con forma de grieta llamada Chile, la grieta misma es el paisaje donde habitan las heridas, en cada forma de subjetivación del capitalismo la grieta vuelve a supurar y por dentro sigue carcomiendo la carne, aunque con el tiempo la herida como grieta tiene una dermis superficial, estética que aparenta estar sana, donde políticos dan por superado el pasado para un presente fértil basado en toda impunidad de pasado, presente y futuro, porque la grieta no está en la herencia está en una dermis maquillada y perfumada con productos caros para simular su perversa descomposición. La grieta es estructural, no se puede parchar con yeso y pasta muro para aparentar su “reparación”, y es probable que más temprano que tarde se desplomen todos los muros, sino se acepta la grieta como una herencia ajena.
La herencia la única herencia, no puede enorgullecer a ningún país que un corto que narra la grieta de un territorio donde un artista habita, quedara seleccionada para los premios del capital, ya siendo ampliamente laureada, nadie se puede enorgullecer que la industria del cine y la subjetivación capitalista premie nuestras grietas sin nunca hacerse responsables de su intervencionismo en la «Operación Cóndor», ningún ciudadano del territorio de la grieta puede sentir orgullo por que la estatuilla de oro pueda caer en las manos de un artista chileno, que simplemente quiere con su obra que mires la grieta que habitas, la asumas y no la sigas negando o justificando, ni verla como herencia de otros y otras, si no como propia, encarnar la herida y su dolor, no tiene que ver con altruismo sino con lo que implica ser parte de un cuerpo social que ha sido mutilado.
El único premio que vale al territorio y su pueblo como al propio artista, es la conciencia que invita su obra, una conciencia que permita la depuración de la grieta, que muestre las grietas sanas, grietas con flujos activos como el ano, la vagina, la boca, los pezones, el meato etc, grietas que escondemos o que sintetizamos estéticamente higenizandolas, o transformándolas en objetos de mercantiles de deseo y de repudio.
La depuración que invita esta obra creada por la persistencia del director en un país que no tiene industria de animación, y donde la técnica de stop-motion la tuvo que aprender en sus primeros pasos por making off que subían algunas personas a youtube de las y los pioneros de la técnica cinematográfica, acompañado de su persistencia y un equipo de talentosas personas que han logrado mostrar la permanencia de la grieta y su bestialidad.
Nuevamente el arte hace más política que la clase política, donde esta obra por si sola tiene mayor memoria que los nuevos gobiernos que cabalgan con baterías progresistas, pero con herederos de la oficina en el interior de la grieta, oficina que se encargó de castigar a quienes buscaron justicia contra la misma protagonista. Un país donde el fascismo aun se encuentra en el polvo de la grieta, y solo basta un viento en el desierto, donde los cuerpos yacen, para justificar los horrores del fascismo. Un país que hasta los propios medios de comunicación que en su incasable chovinismo aplaudirán cuando Covarrubias levante la estatuilla, pero se quedaran silentes cuando un candidato usa metonimias para distorsionar la realidad del fascismo histórico, o cuando un gobierno justifique la represión contra su pueblo en la herida putrefacta, o la misma prensa y más media exija mayor represión a las clases oprimidas, cuando todo arda y crepiten los cuerpos del oprimido y esa crepitación sonara como orden para que los perros copulen entre ellos, en grietas infectadas, sobre nuestro calcinados cuerpos.