Por allá por 2010, cuando se podía bailar y bailar toda la noche al ritmo de la electrónica, el house y el techno, me encontraba en un antro de Valparaíso, dejando los pies en la pista y moviéndome como si el mundo se fuera a acabar. Entre canción y canción un chico se acercó y me dijo, «me gusta como bailas, tienes mucha energía, ¿tomaste una pasti?». Solo reí, me alejé lentamente, y me pregunté: ¿Qué es una «pasti»?
El nombre correcto es MDMA (3,4-metilendioximetanfetamina), también se conoce como éxtasis, X, pasti, pila, eme, etc. Es una droga psicoestimulante, que produce experiencias de empatía y apertura emocional.
Sus efectos principales se presentan con una potente sensación de bienestar, un aumento de la extroversión, calidez emocional y empatía hacia otros. También se intensifica la percepción sensorial y la disposición a conversar sobre recuerdos con gran carga emocional. Esta última característica ha llevado a que se tome un especial interés en el potencial terapéutico que tiene esta particular droga.
Esta molécula fue descubierta en 1912 por Anton Köllisch de la compañía farmacéutica Merck, y ha pasado de ser un medicamento sintetizado para controlar las hemorragias, al cómodo sillón de los psiquiátras donde aún sin ser aprobada por la FDA (Administración de medicamentos y alimentos en EE. UU.) se utilizaba en las sesiones para mejorar la comunicación entre los pacientes y también entregar nuevas perspectivas sobre sus problemas.
Entre los años 70 y 80, su potencial recreativo, psicoactivo y euforizante salió a la luz, y la sustancia empezó a ser comercializada en las calles ilegalmente, lo que culminó en su prohibición en el año 1984, entrando en el Anexo I de drogas ilícitas, al que pertenecen sustancias sin uso médico aceptado y con alto potencial de abuso. Luego, a mediados de los 90, se aprobó el primer ensayo en seres humanos que investigaba el MDMA, ya que su consumo clandestino aumentaba, y poco se sabía sobre sus efectos a largo plazo.
Estos ensayos pioneros en seres humanos, fueron la base para su posterior estudio en entornos clínicos y controlados, siendo hoy en día un agente terapéutico activo en el tratamiento de enfermedades psiquiátricas como la ansiedad, el autismo y el trastorno por estrés postraumático.
El Trastorno de Estrés Postraumático es una reacción psicológica que puede manifestarse después de un evento traumático. Principalmente, se define por la presencia de cuatro grupos de síntomas. Estos síntomas son: revivir continuamente el evento traumático, evitar (consciente o inconscientemente) cualquier recuerdo del trauma (pensamientos, lugares, actividades), depresión (culpa, problemas de memoria, creencias negativas de sí mismo) y una hiperactivación y reactividad en ausencia de riesgo, que muchas veces se presenta con agresividad, comportamiento autodestructivo y problemas de concentración.
Hay un gran número de factores de riesgo biológicos y ambientales que contribuyen al desarrollo y mantenimiento de este trastorno, y tratamientos poco eficaces han contribuido poco a aminorar condiciones comórbidas que incluyen trauma infantil, abuso de sustancias, depresión, ideación suicida y disociación.
Es, por lo tanto, imperativo identificar una manera terapéutica que sea beneficiosa en individuos resistentes a los tratamientos existentes. Los medicamentos usados actualmente comprenden a sertralina, fluoxetina y paroxetina como tratamientos de primera línea para tratar esta afección. No obstante, un estimado del 40 al 60% de los pacientes no responde a estos fármacos.
En la búsqueda de nuevas alternativas para tratar el estrés post-traumático, un grupo de investigadores de la Universidad de California San Francisco y la Universidad de Nueva York, en junio, publicaron su trabajo encabezado por Rick Doblin, quien, a su vez, también es el fundador y director ejecutivo de la “Asociación Multidisciplinaria para el estudio de psicodélicos”. Este ensayo clínico muestra la comparación de los efectos de una terapia psicológica asistida con MDMA versus solo terapia psicológica asistida, en pacientes con casos severos de trastorno de estrés post-traumático.
La investigación fue llevada a cabo con un total de 79 pacientes, que fueron criteriosamente seleccionados a través de asesoramiento médico y psicológico según el Manual de diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales en su quinta edición (DSM-V). Luego, se realizó al azar la división de los grupos entre pacientes con terapia psicológica asistida con MDMA (42 pacientes) y en pacientes que recibieron placebo y terapia psicológica asistida (37 pacientes). El tratamiento consistió en tres sesiones experimentales de ocho horas cada una, ya sea para el grupo MDMA-Terapia o Placebo-Terapia, cada cuatro semanas.
Antes de comenzar cada sesión experimental, se les hicieron pruebas de orina, test de drogas y presión arterial a cada paciente, para asegurar la tolerancia de la droga. Durante la primera sesión, se administraron 80 mg de MDMA, seguido de 40 mg luego de 2.5 a 3.5 horas de la primera dosis. Para la segunda y tercera sesión, se administraron 120 mg de MDMA, seguido de una dosis de 60 mg.
Durante la sesión experimental los pacientes se encontraron acompañados por terapeutas especializados encargados de proporcionar apoyo en el acercamiento a temas sensibles de manera que no interfiera en la experiencia espontánea del paciente. Luego de cada sesión experimental, se les midió la presión sanguínea, la temperatura corporal y el ritmo cardíaco. Los pacientes tuvieron una sesión de 90 minutos la semana siguiente a la sesión experimental de integración, donde se trabajó en el entendimiento e incorporación de la experiencia.
El primer objetivo de este ensayo fue evaluar la eficacia y seguridad de la terapia asistida con MDMA comparado con la terapia asistida con placebo. Para esto, hicieron tres análisis, los cuales fueron realizados tres semanas después de cada sesión experimental.
El CAPS-5 (escala de estrés post-traumático administrada por el clínico para DSM-V), una entrevista semiestructurada que evalúa el índice de severidad del trastorno fue utilizada para medir la incidencia de síntomas intrusivos (pensamientos o recuerdos), evasión, síntomas cognitivos, de humor y de reactividad, duración y grado de angustia y disociación.
El segundo objetivo del ensayo fue evaluar la eficacia de la terapia asistida con MDMA comparado con el placebo midiendo el cambio en el puntaje obtenido en la escala de discapacidad de Sheehan, que es una escala corta y simple que mide el deterioro y la discapacidad funcional, como, por ejemplo, deterioro de la vida social, el trabajo, ambiente familiar.
También se utilizó otra escala que permite evaluar la existencia y severidad de síntomas depresivos, tales como desesperanza, culpa, pérdida del placer y memoria. Los investigadores demostraron que la terapia asistida con MDMA por 18 semanas, resulta en una disminución robusta y significativa de los síntomas del estrés post-traumático junto con una disminución en la incapacidad funcional.
Con respecto a la escala de depresión, el MDMA mitigó significativamente los síntomas depresivos, habiendo algunos pacientes que ya no calificaban para el diagnóstico de estrés post-traumático. Cabe destacar que en el grupo que solo recibió terapia con placebo, tanto los síntomas depresivos como la severidad del estrés post-traumático también disminuyeron.
Los investigadores postulan que las propiedades farmacológicas del MDMA, cuando se combina con terapia, pueden producir una “ventana de tolerancia” en la cual los pacientes son capaces de revisitar y procesar contenido traumático sin sentirse agobiados, y así poder facilitar el recuerdo de memorias negativas o amenazantes con gran autocompasión y menos culpa e ira, asociada al estrés post-traumático. Además, los efectos prosociales e interpersonales del MDMA apoyan significativamente la calidad de unión entre el paciente y el terapeuta.
Este estudio no solo ilustra el potencial terapéutico que tiene el MDMA para tratar el estrés post-traumático junto con fármacos establecidos de primera línea para su tratamiento, sino que también su eficacia y seguridad cuando es consumido de manera controlada, en dosis pequeñas y acompañado por un terapeuta especializado. El MDMA sigue siendo una droga ilegal, por lo que su libre y seguro consumo no está disponible en la actualidad.
Por esta razón es necesario que drogas como ésta se conviertan en medicinas prescritas, y que existan terapeutas entrenados en centros especializados para apoyar la investigación científica en espiritualidad, creatividad y neurociencia. También educar objetivamente acerca de los riesgos y beneficios del uso de psicodélicos y el potencial que tienen no tan solo para tratar enfermedades neuropsiquiátricas, sino que también para aliviar enfermedades como el cáncer y el dolor crónico.
Fuentes:
*Este artículo surge del convenio con el Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso.