La irrupción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) ha cambiado nuestras vidas. A nivel social, laboral y personal actuamos, trabajamos o nos comunicamos de forma diferente. Esta situación, magnificada por la pandemia, ha provocado que aparezcan nuevos riesgos en nuestro día a día. Son los denominados riesgos emergentes.
El principal problema es que la elevada exposición a ordenadores, tabletas, smartphones y resto de tecnologías ha aumentado nuestros niveles de estrés negativo (distrés). Concretamente, cuando el origen está en la dificultad de adaptación a las tecnologías se le denomina tecnoestrés.
Ante esta situación aparecen nuevos riesgos que afectan a nuestra salud, entre ellos:
Todos estos riesgos están asociados a un aumento del número de horas que pasamos frente a una pantalla y el descenso de la actividad física. La combinación de hiperconexión digital, sedentarismo y/o sobrealimentación es letal, y acaba generando problemas circulatorios, respiratorios, musculoesqueléticos o incluso mentales.
Esto ha contribuido a que hayamos pasado de temerle a las enfermedades infecciosas y de transmisión sexual a ser presa fácil de las enfermedades crónicas no transmisibles. Esas enfermedades no se contagian, sino que es nuestra forma de vida (un aspecto cultural) la que propicia su propagación.
No podemos borrar de un plumazo las exigencias sociales y laborales. Pero sí podemos cambiar nuestra actitud frente a estas exigencias. A continuación, algunas sugerencias para poder afrontar el tecnoestrés:
El estrés se define como un desajuste entre demandas y capacidades. Por lo tanto, si somos capaces de conocer y mejorar nuestras capacidades, podremos tolerar mejor las situaciones de estrés que afrontamos a diario.
La adaptación al cambio nos ha permitido evolucionar y sobrevivir como especie. En un momento en los cambios son constantes, necesitamos de esa adaptación más que nunca.
Iván Fernández Suárez es profesor en el máster en Prevención de Riesgos Laborales en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y Consultor de prevención para Fraternidad-Muprespa, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.