La mentalización es la capacidad de inferir estados mentales (emociones, pensamientos, deseos, creencias e intenciones) subyacentes a la conducta humana propia y ajena. Al mentalizar dotamos de sentido el mundo social, posibilitándonos vivir en comunidad. Algunas personas mentalizan más precisa y frecuentemente y esto les permite tener relaciones interpersonales sanas, regular sus emociones y desplegar conductas altruistas. Cuando la mentalización falla, mal interpretamos claves sociales: atribuimos intenciones equivocadas, nos cuesta empatizar y construimos explicaciones rígidas sobre la realidad social sin espacio para perspectivas alternativas.
El mandato de la normalidad parece dictaminar una sola forma de persona digna de participar en lo social: que sonríe, está disponible para el diálogo, entiende chistes y sabe cuándo decir qué. El resto son “raros” y eso ni siquiera se discute.
Un valioso contenido del liderazgo de Greta Thunberg es que ha hecho público un personaje que dista de lo que estamos acostumbrados, a quien no le interesa caernos bien o complacernos. Ella ha calificado su Asperger como superpoder, tal vez no sólo por su capacidad superior de sistematizar y profundizar en sus intereses, si no porque su mente no divaga en qué estarán pensando otros, dejando espacio mental libre para su causa.
Su expresión inusual requiere un esfuerzo mayor para comprenderla y esto ha dejado en evidencia las serias dificultades de algunos para tolerar diferencias como algo que ocurre naturalmente. Probablemente los hombres adultos con problemas para tolerar a Greta la perciben como una amenaza al orden social de la “normalidad” y en sus críticas han mostrado importantes fallas en la mentalización.
Primero, la rigidez e inflexibilidad de sus expectativas sobre otros: un humano, sexo femenino, 16 años, debe ser de emocionalidad desbordada o sexualización pop. Luego, su incapacidad para comprender estados mentales subyacentes al actuar de Greta: juzgan su voz monótona como “severa”, su obstinación como “manipulada políticamente” su ímpetu como soberbia y superioridad moral, atribuyendo oscuras intenciones sin evidencia en lugar de atender a su modo neuro-diverso de socializar.
La normalidad a la medida del hombre adulto parece ser una raíz importante de nuestros problemas: un mundo donde las minorías (pobres, mujeres, niños) representan el 80% de la población. Esta normalidad asoma como lugar poco reflexivo, o incluso, anti-reflexivo. Integrar las diferencias, por el contrario, nos obliga a mantener una actitud mentalizadora que, a su vez, promueve soluciones sociales no violentas. La integración trae consigo organizaciones más justas, precisamente las que defienden Greta y miles de jóvenes.