La comunidad y el contacto con el otro son fundamentales para el bienestar del ser humano, por lo que aislarse completamente puede ser contraproducente y traer efectos nocivos para su salud, como la depresión y ansiedad que se ha extendido alrededor del planeta con la crisis que ha traído el Covid-19.
Quizás, por esta razón en Nueva Zelanda, un país que ha tenido gran éxito en su manejo de la pandemia, han incorporado las «burbujas sociales»: edificios completos que hacen cuarentena, pero mantienen sus relaciones como comunidad.
¿Por qué pasar la cuarentena en soledad encerrados en sus departamentos? De por sí, con ciudadanos responsables, un edificio puede guardar cuarentena en conjunto sin tener que recluir a sus habitantes en sus departamentos individuales, sino compartiendo de forma segura los espacios comunes.
Resulta interesante, entonces, el hecho de que habitar un barrio vertical puede, a corto plazo, crear estas «burbujas sociales». De esta manera, se fortalece la comunidad y se mantiene el distanciamiento social entre burbujas.
Con esta idea en mente, creo que para el futuro será más importante que nunca pensar en edificios como barrios verticales: con locales comerciales en las primeras plantas, comunidades pequeñas, áreas verdes y espacios comunes amplios y novedosos. Sin olvidar, además, que construir verticalmente es mucho más ecológico que seguir expandiendo las ciudades horizontalmente, quitándole terreno a la naturaleza.