En medio de una pandemia y de la crisis más grande para la industria del turismo, los operadores se replantean el modelo de masas para adoptar alternativas más acorde con los nuevos protocolos sanitarios y que, al mismo tiempo, sea menos contaminante y dañino con el medio ambiente: un turismo sustentable, local e inmerso en la naturaleza.
Chile es un país donde podemos encontrar desde el desierto más árido del mundo hasta los rincones más australes en la Patagonia, atravesando bosques, montañas, playas y valles que deslumbran a todo aquel que los visita.
Gracias a sus atractivos naturales como San Pedro de Atacama, las Torres del Paine, Rapa Nui y más, hasta antes de la pandemia el turismo se había convertido en una importante actividad económica del país.
Chile estaba viviendo una época de oro con un crecimiento de hasta 7.5% anual, era el tercer destino favorito de Sudamérica y estaba recibiendo numerosos galardones que lo posicionan como uno de los mejores destinos de turismo aventura y naturaleza a nivel mundial.
Pero el modelo tradicional de turismo, aquel que está basado en la atracción masiva de personas, puede ser contradictorio a uno realmente sostenible y consciente con el medio ambiente.
Se podría pensar que el turismo es una industria poco contaminante, pero sumando las emisiones de Co2 de los viajes aéreos, la basura, la contaminación acústica y ambiental, la destrucción de espacios para instalar infraestructura turística (senderos, campings, hoteles, cabañas, caminos para autos, entre otros), y el daño a la fauna y flora con tan solo nuestra presencia, su huella ecológica se vuelve considerable.
Todo este impacto, concentrado en tan solo algunos meses del año como ocurre con el turismo de masas, es inviable medioambientalmente a largo plazo.
Con la llegada de la pandemia, la mayor parte del sector turístico del mundo se paralizó: la llegada de turistas internacionales se redujo en promedio un 73% en 2020 y un 87% en enero del 2021, según información de la Organización Mundial de Turismo (OMT). Cifras que en Chile alcanzan un 75% y 85%, respectivamente.
Esta pausa mundial ha afectado principalmente a los pequeños y microempresarios que participan de la cadena de turismo y que han visto detenidos indefinidamente sus principales ingresos. Sin embargo, la crisis los ha obligado a buscar nuevos métodos en donde se reduzcan los aforos y se respeten las distancias, enfocado principalmente en la población nacional.
Estas medidas son, a la vez, parte de lo que se plantea en un nuevo modelo, como respuesta a los peligros del antiguo modelo de turismo de masas, el cual muchas veces es contaminante y dañino con el medioambiente.
Alex Muñoz Wilson, director para América Latina de National Geographic Pristine Seas, explica que en el mundo post pandemia se espera que el sector asociado a la naturaleza y con eso el turismo de naturaleza, “sea el sector de mayor crecimiento económico en todo el mundo, superando con creces a las actividades extractivas como la pesca, la agricultura y la minería”.
El reciente estudio “Protecting 30% of the planet for nature: costs, benefits and economic implications”, realizado por más de 100 científicos y economistas, concluye que el sector conservación y turismo de naturaleza va a crecer hasta un 6%, mientras que el resto crecería cerca del 1%. Además, asegura que la economía global se beneficiaría con el establecimiento de muchas más áreas protegidas en tierra y mar de las que existen en la actualidad. En concreto, el informe da cuenta de que protegiendo al menos el 30% de la tierra y de los océanos, los beneficios económicos superarían los costos en una proporción de al menos 5 a 1.
Frente a estas proyecciones, Muñoz enfatiza que la estrategia chilena debe ser a no solamente promover el turismo, sino también a resguardar los tesoros naturales que son más atractivos para el turismo mundial, ya que sería contraproducente permitir la llegada de más turistas, sin tomar las precauciones para que los parques y las áreas protegidas no se empiecen a deteriorar.
“No se requiere más sino mejor turismo. Uno que deje más beneficios económicos y sociales, no que exceda su capacidad de carga. De lo contrario se pone en riesgo la propia conservación del lugar. El crecimiento infinito no existe”, concluye Muñoz.