Los carros de caballos están presentes en distintas ciudades del mundo, desde Viña del Mar, Buenos Aires hasta la colonial Cartagena de Indias, donde han llevado desde dignatarios internacionales a decenas de turistas. Muchos aseguran que no dar un paseo en coche es como no haber ido, por su atractivo turístico. Pero las denuncias sobre las malas condiciones de los animales se multiplican amenazando todo un oficio.
En diciembre de 2019, una consulta municipal en Viña del Mar llevó a que el 65% de los votantes rechazara la continuidad de las tradicionales victorias: coches tirados por caballos para realizar recorridos turísticos.
La decisión llevó a que no se renovaran las patentes para los cocheros tras los cuestionamientos a las condiciones sanitarias y de los animales.
Ahora, en Colombia están preocupados por este tipo de paseo. Un reciente informe de la Procuraduría General (Ministerio Público) recogió lo que se venía denunciando en algunas asociaciones y defensores de animales hace mucho tiempo: los caballos no están en condiciones para trabajar.
Más de 40 han superado la edad límite para prestar servicios turísticos, se encuentran en desnutrición y las frecuencias cardiacas de los animales están por encima de los valores normales por el esfuerzo físico y las extenuantes jornadas de trabajo, según el informe.
Por 60 mil pesos colombianos (unos 12 mil pesos chilenos), las parejas o turistas pueden dar una vuelta de media hora por la histórica parte amurallada de la ciudad y disfrutar de los floridos e icónicos balcones cartageneros o el histórico campanario de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría.
Los coches de caballo se convierten en el vehículo oficial cuando hay una visita de renombre en la ciudad o una cumbre o congreso internacional y los cruceros que hacen parada en la ciudad también contrata en ocasiones este vehículo para divertimento de los pasajeros.
Fabio Arzuza, un cochero que lleva 36 años en el oficio, lo niega y subraya que los caballos de la meca del turismo en Colombia «están en buenas condiciones».
Él ha sacado adelante a su familia gracias a este negocio y dice que si le llegan a quitar sus caballos lo «matan enseguida». «¿Dónde vamos a trabajar? ¿Quién nos va a responder por la familia de nosotros?», se pregunta.
En la misma situación están unas 180 familias, sobre todo de afrodescendientes, que dependen de este trabajo con el que sustentan a no menos de 600 personas.
En los últimos meses, con un turismo muy mermado por la pandemia, muchos cocheros tuvieron que «mal vender algunos de sus bienes» para sostener a sus familias y a los caballos. «Nadie se acercó a darnos un kilo de maíz, un pedazo de yerba para estos caballos cocheros», denuncia el vicepresidente de la Asociación de Cocheros de Cartagena, Miguel Bustamante.
Los caballos necesitan el mismo cuidado y alimentación si están trabajando o parados, dice el gremial. «Los caballos cocheros no son una moto, no son un vehículo que dejamos parqueado en cualquier sitio y no comen».
La activista en derechos animales de la Asociación Protectora de Animales del Distrito Fany Pachón dice que «no se puede jugar es con la salud de los animales, si hay 44 animales que están enfermos pues hay que sustituirlos», refiriéndose a los animales que la Procuraduría comprobó que son demasiado viejos para trabajar.
Pachón asegura que los caballos son sometidos a «horas (de trabajo) forzadas, más de lo que ellos pueden ejecutar en un día, no (tienen) buena alimentación, están flacos», y «donde se le hacen las ataduras pues tienen algunos heridas».
La activista considera que habría que penalizar a los «maltratadores de animales» reincidentes, y quitarles los permisos para que manejen los carruajes.
Los cocheros gastan 10 mil pesos colombianos al día por el bulto de hierba que comen, junto al amolene, afrecho, mogollas, melaza y agua con los que lo alimentan. «Ellos no saben eso, ellos creen que los caballos comen papel y aire», les reprocha el cochero a los animalistas.
«Nosotros queremos más a los caballos que a cualquier otra cosa, esta es nuestra empresa, este es el pan de cada día de nosotros», agrega por su parte Bustamante, que recuerda que cada 15 días veterinarios de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria (Umata) realizan controles a los caballos cocheros.
«Si quitan los caballos, se acabaron los coches», lamenta el cochero, quien cree que eso sería «matar a la ciudad de Cartagena» y «dejarla sin oxígeno».