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Récord de temperaturas máximas del mar en 2023 incrementa riesgo que se ahoguen los océanos

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¡Hola! Aunque parezca contraintuitivo, quiero partir la introducción de Juego Limpio de atrás para adelante. Y creo que vale la pena.

Entre los últimos temas de esta edición comentaré lo difícil que fue encontrar al profesor José Zagal, recientemente reconocido con el Premio Nacional de Ciencias Naturales, por su contribución a la investigación del hidrógeno verde y las energías limpias. Zagal no es dado a las luces de artificio, como a a menudo somete la exposición pública, y tampoco es muy amigo de la mensajería digital de personas desconocidas. Hago el punto, no para destacar el esfuerzo por hallarlo, sino para resaltar el resultado.

Ante la pregunta sobre qué significaba el galardón, el químico respondió: «Que el Premio Nacional sirva como una maleta llena de semillas que hay que sembrar por todas partes».

Sabias palabras que tomaré prestadas para animar el sentido que cruzará toda esta entrega, dedicada al océano. Hay que sembrar en todo lugar, como dice Zagal.

Con la necesidad de compensar las emisiones de dióxido de carbono, Anglo American, en conjunto con Fundación Chile, AquaPacífico y la Unab, vienen desarrollando hace meses en la Región de Atacama un innovador proyecto de carbono azul, concepto que dice relación con el carbono capturado y almacenado en ecosistemas marinos y costeros. La relevancia del carbono azul radica en su capacidad para mitigar el cambio climático, al reducir el CO₂ atmosférico de manera más eficiente que los bosques terrestres.

En una dirección similar avanza la iniciativa que se está llevando a cabo en Caleta Horcón, Puchuncaví, una zona altamente contaminada. Con la misma idea de sembrar para cosechar beneficios, científicos y pescadores se unieron en un esfuerzo inédito: reforestar el fondo marino con algas para restaurar los ecosistemas degradados. Este proyecto, liderado por la doctora Loretto Contreras, es un paso significativo hacia la recuperación de los otrora frondosos bosques de algas, que poseen importantes capacidades depurativas.

¿Y por qué es importante todo aquello? Porque hay que hacer todo lo que esté a la mano y destacar dicho esfuerzo. ¡Por supuesto! Pero también porque hay temor fundado de que los océanos se ahoguen, que se queden sin oxígeno.

Así, yendo de atrás para adelante, llegamos al tema con que he querido partir Juego Limpio: el fenómeno de la desoxigenación que están experimentando los océanos. Apoyado por Osvaldo Ulloa –uno de los oceanógrafos más importante del país–, abordaré cómo el calentamiento global impulsa la desoxigenación y esta la producción de óxido nitroso (N2O), un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el dióxido de carbono.

Como bonus truck, les dejo en esta edición imágenes maravillosas de nuevas especies marinas que fueron descubiertas hace algunas semanas en una expedición científica que se topó con un monte submarino frente a las costas de Perú, en el océano Pacífico.

¡Bien! Ya sabemos de qué va todo esto. ¡Arranquemos a jugar limpio!

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Calentamiento global ahoga los océanos

La primera vez que tuve comprensión sobre el impacto de la anoxia (falta casi total de oxígeno) en el fondo marino fue durante una navegación con un grupo de científicos por el Fiordo de las Montañas, al oeste de Natales, en la provincia de Última Esperanza.

La condición anaeróbica –me explicaron aquella vez– tenía relación directa con la salmonicultura. El exceso de nutrientes y el enorme volumen de heces que caen al fondo marino –debido a la sobreproducción de salmones en ciertas concesiones acuícolas–, hacían que en estas zonas el oxígeno disminuyera notablemente, hasta comprometer la biodiversidad en toda la columna de agua.

¿Y si la desoxigenación se extendiera por los océanos tanto por esta causa como por otras también de origen antropogénico? Esta pregunta, más allá de servir de orientación para este número de Juego Limpio, lo cierto es que es una gran preocupación que mantiene concentrados a expertos de todo el mundo, incluidos chilenos.

Es usual, cuando se abordan los efectos del calentamiento global, que se hable de acidificación o del aumento del nivel del mar, pero no es frecuente en debates públicos el análisis sobre la pérdida de oxígeno en el mar. Como es sabido, los océanos capturan más del 30% de todo el dióxido de carbono (gas de efecto invernadero) que produce la humanidad. ¿Pero qué ocurre cuando el mar pierde oxígeno? 

Para tener la respuesta me acerqué al Dr. en Oceanografía Osvaldo Ulloa, quien hace unos meses se embarcó en una expedición con científicos de todo el mundo para estudiar vastas zonas de mar naturalmente sin oxígeno, frente a las costas de Chile. La idea era calcular el nivel de oxígeno para prever las consecuencias si este fenómeno se extendiera.

Según me refiere Ulloa, una de las principales consecuencias de la desoxigenación es que las aguas pobres en oxígeno pueden producir gases de efecto invernadero como el óxido nitroso (N2O), que es 300 veces más potente que el dióxido de carbono, contribuyendo aún más al calentamiento global y creando un ciclo de retroalimentación negativa.

Las razones del círculo vicioso tienen que ver precisamente con el calentamiento global. A medida que las temperaturas globales aumentan, las aguas oceánicas se calientan, lo que disminuye la solubilidad del oxígeno. Esto significa que el agua más caliente no puede retener tanto oxígeno disuelto como el agua más fría. Además, el calentamiento también afecta la circulación oceánica, reduciendo la mezcla de aguas ricas en oxígeno de la superficie con aguas más profundas, exacerbando todavía más la pérdida de oxígeno.

Dato clave: el último reporte del Estado del Clima de 2023 de American Meteorological Society detectó que las temperaturas globales de la superficie del mar (TSM) batieron récords en 2023. La anomalía media anual global de la TSM fue de 0,13 °C por encima del récord anterior, establecido en 2016.

El doctor Osvaldo Ulloa lideró una expedición en el Pacífico sur para investigar las Zonas Marinas Anóxicas (ZMA), áreas sin oxígeno en el océano. Esta misión, organizada por el Schmidt Ocean Institute, contó con la participación de 24 científicos de instituciones de España, Estados Unidos, Dinamarca, Suecia y Chile. Durante cinco semanas, el equipo se centró en dos estaciones específicas, a 15 y 100 millas de la costa de Iquique, para explorar una de las tres ZMA conocidas en el mundo.

Estas zonas, que se expanden debido al calentamiento global, tienen impactos desconocidos pero potencialmente significativos en el planeta. Aunque representan un pequeño volumen del océano, los procesos que ocurren allí podrían afectar a nivel global. Ulloa destaca la urgencia de estudiar estos fenómenos para entender su respuesta ante el cambio climático y mitigar sus efectos. Lo que sí se sabe es que la pérdida de oxígeno en los océanos representa una amenaza significativa para la biodiversidad marina, las economías dependientes de los océanos y el clima global.

Los científicos han observado que las zonas con bajos niveles de oxígeno en los océanos, conocidas como «zonas muertas», han aumentado significativamente en las últimas décadas, tanto en número como en tamaño.

«En la última expedición principalmente se probaron nuevas tecnologías, desde nuevos sensores para medir concentraciones de oxígeno extremadamente bajas hasta sistemas robóticos de experimentación in situ (es decir, dentro de las aguas anóxicas, sin la necesidad de llevar las muestras a bordo donde estarían expuestas a contaminación por oxígeno). El grupo chileno investigó el efecto de la disminución de oxígeno sobre las comunidades de microalgas (fitoplancton) que habitan las capas iluminadas inmediatamente por sobre las aguas anóxicas y que aparentemente están siendo afectadas (disminuyendo su abundancia) por la disminución del oxígeno».

En una muy breve síntesis, Ulloa me explicó que, aun cuando estas áreas siguen definiéndose con la nomenclatura de Zonas Marinas Anóxicas, vale decir, con poco oxígeno, lo cierto es que no tienen nada de oxígeno.

«Dentro de los resultados preliminares, se comprobó que en estas aguas no se puede detectar oxígeno, incluso con sensores un orden de magnitud más sensibles que los utilizados hasta la fecha. Sin embargo, se descubrieron intrusiones esporádicas de aguas con muy bajo oxígeno, nunca vistas anteriormente».

Carbono azul: estrategia crucial basada en la naturaleza

Así como los investigadores buscan respuestas para anticiparse a las consecuencias del círculo vicioso entre el calentamiento global, la pérdida de oxígeno en el mar y el aumento del óxido nitroso –un gas de efecto invernadero 300 veces más potente que el CO₂–, me surge la pregunta: ¿qué se está haciendo para encontrar soluciones en la naturaleza?

  • Así fue como llegué al carbono azul. Este término se refiere al carbono capturado y almacenado en ecosistemas marinos y costeros, como manglares, praderas de pastos marinos y marismas. Estos ecosistemas, altamente productivos y ricos en biodiversidad, absorben dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera a través de la fotosíntesis y lo almacenan en la biomasa de las plantas y en los sedimentos del suelo.

La relevancia del carbono azul radica en su capacidad para mitigar el cambio climático, al reducir el CO₂ atmosférico de manera más eficiente que los bosques terrestres. Además, la conservación y restauración de estos ecosistemas ofrece beneficios adicionales, como la protección costera contra tormentas y el incremento de la biodiversidad marina.

Recientemente, ha aumentado el interés en integrar los ecosistemas de carbono azul en los mercados de carbono, permitiendo a empresas y gobiernos compensar sus emisiones de CO₂, invirtiendo en la preservación y recuperación de estos ecosistemas.

  • Anglo American, en colaboración con Fundación Chile, AquaPacífico y la Universidad Andrés Bello, vienen trabajando hace unos meses en el primer proyecto de carbono azul en Chile.Esta innovadora iniciativa, ubicada en Bahía Inglesa, Región de Atacama, se centra en el cultivo de macroalgas para absorber emisiones de CO₂ y contribuir a la restauración de ecosistemas marinos degradados.

En términos muy concretos, el proyecto se enfoca en cultivar bosques submarinos de algas, específicamente Macrocystis pyrifera, para maximizar la captura de carbono.

Para determinar las tasas de captura y secuestro de carbono, tomé contacto con Rafael Ascanio –asesor de Biodiversidad de Anglo American– y con Cristóbal Girardi -líder de Monitoreo y Remediación Ambiental de Fundación Chile–, quienes señalaron que se están llevando a cabo estudios en sedimentos marinos y subproductos derivados de las algas cultivadas, como biocarbón y bioestimulantes.

Ascanio destaca que el cultivo de macroalgas permite el secuestro de carbono al incorporar fragmentos de algas al lecho marino. La evidencia científica sugiere que las macroalgas contribuyen significativamente al secuestro de carbono, moviendo su detritus hacia el océano profundo. Girardi explica, a su vez, que la efectividad del secuestro se evaluará mediante análisis de sedimentos y aplicaciones potenciales del biocarbón.

Aunque actualmente no se utilizan modelos predictivos específicos para estimar la reducción de gases de efecto invernadero, confirman que realizarán un análisis de ciclo de vida (ACV) para evaluar el balance neto de carbono del biocarbón producido a partir de las macroalgas. Ascanio menciona que el ACV permitirá identificar todas las fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y cuantificar la cantidad de carbono fijado, determinando si el proyecto logra una reducción neta de emisiones.

  • Aunque el proyecto no evalúa formalmente técnicas de restauración y conservación, la instalación de cultivos de macroalgas contribuye indirectamente a la restauración de ecosistemas marinos.Girardi me señala que los cultivos pueden actuar como fuentes de esporas que repueblen áreas cercanas, promoviendo la regeneración natural y sostenibilidad de los ecosistemas. Es más, Ascanio agrega que se realizarán monitoreos periódicos para evaluar la riqueza de especies asociadas a los cultivos, incluyendo muestreos de ADN ambiental.

Hasta la fecha, se han realizado varios avances significativos en los pilotos de carbono azul. En la Región de Atacama se instaló un sistema de cultivo de Macrocystis pyrifera en Bahía Inglesa, con un crecimiento notable de las algas y una cosecha parcial para la producción de biocarbón. Se han realizado análisis de sedimentos para evaluar la acumulación de carbono orgánico y se planean nuevas cosechas para continuar evaluando el impacto. En Valparaíso y Los Lagos, esta vez junto a Huiro Regenerativo, los esfuerzos se han centrado en la colaboración con comunidades locales y la preparación de instalaciones de cultivo.

Reforestando el fondo marino de Puchuncaví

En Caleta Horcón, Puchuncaví, una zona altamente contaminada, científicos y pescadores se han unido en un esfuerzo inédito: reforestar el fondo marino con algas para restaurar los ecosistemas locales. Este proyecto, liderado por la doctora Loretto Contreras, doctora en Ciencias Biológicas y académica de la Universidad Andrés Bello (UNAB), busca repoblar las aguas con dos especies clave de algas pardas: el huiro flotador (Macrocystis pyrifera) y el huiro negro (Lessonia spicata). Actualmente, más de 2 mil plántulas ya crecen en el área, un paso significativo hacia la recuperación de los otrora frondosos bosques de algas, que poseen importantes capacidades depurativas.

Mecanismos biológicos y eficacia de las algas en aguas contaminadas

El huiro, una especie de alga parda, utiliza varios mecanismos biológicos para absorber y neutralizar contaminantes presentes en las aguas de Puchuncaví. Según la doctora Contreras, estas algas tienen polisacáridos en sus paredes celulares que actúan como una primera barrera de defensa, adsorbiendo metales y metaloides. Cuando los metales ingresan a las células, son acumulados a través de proteínas y compuestos pequeños.

Además, enzimas y compuestos antioxidantes eliminan los radicales libres que se forman por la presencia de metales pesados. Sin embargo, no todas las algas pardas tienen la misma tolerancia a estas condiciones; Lessonia spicata, por ejemplo, muestra menor resistencia a la contaminación antropogénica, lo que explica su reducida población en áreas impactadas como Horcón.

  • La restauración del huiro en el fondo marino no solo recupera la biomasa de algas, sino que también tiene un efecto profundo en la biodiversidad local.Lessonia spicata, como estructurador de comunidades, facilita el asentamiento de diversas especies, regulando directamente las cadenas tróficas costeras. La pérdida de huiros reduciría la cantidad de herbívoros y, subsecuentemente, de carnívoros en la región, afectando el equilibrio ecológico. Además, estas algas contribuyen al secuestro de carbono y participan en ciclos biogeoquímicos vitales, ofreciendo múltiples servicios ecosistémicos.

Efectos a largo plazo e indicadores de éxito

La reforestación submarina con huiro podría tener efectos significativos a largo plazo en la composición química y microbiológica del agua en áreas contaminadas. “El indicador clave de éxito es el aumento en el número y abundancia de especies en el área”, comenta la doctora Contreras. Estudios previos en Chile y otras regiones costeras han demostrado que la recuperación de algas pardas no solo secuestra metales, haciéndolos menos disponibles para otros organismos, sino que también contribuye directamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ayudando a restaurar ecosistemas vitales y combatiendo el cambio climático.

La capacidad de las algas para filtrar contaminantes y crecer varía según la estación y las condiciones climáticas. «Hemos observado que las respuestas fisiológicas del huiro cambian durante el año, influenciadas por factores climáticos, oceanográficos y de herbivoría», explica Contreras. Por ejemplo, el periodo reproductivo más activo ocurre en otoño, con una notable presencia de gametofitos femeninos en áreas impactadas como Horcón. Además, las condiciones de cultivo en estas áreas de alto impacto muestran alta mortalidad, lo que limita el éxito del repoblamiento.

Aunque la doctora Contreras reconoce que el desafío es considerable, la restauración de estos ecosistemas –afirma– es fundamental para la salud del océano y la mitigación del cambio climático. «La necesidad de incrementar la abundancia de estos organismos es urgente para recuperar los sistemas biológicos y enfrentar el cambio climático», enfatiza. La iniciativa en Caleta Horcón es un ejemplo de cómo la colaboración entre científicos y comunidades locales puede ofrecer soluciones innovadoras para proteger nuestros océanos.

José Zagal: «Tenemos que luchar contra la ignorancia y la dependencia económica»

No fue nada de fácil dar con el académico del Departamento de Química de los Materiales de la Facultad de Química y Biología de la Universidad de Santiago, José Zagal Moya, reconocido el jueves con el Premio Nacional de Ciencias Naturales 2024.

El profesor Zagal es esquivo de la mensajería digital y de la tecnología de bolsillo. Lo suyo son las aulas. Y ahí fue donde pude hacerle llegar tres preguntas, con ayuda de los colegas de Comunicaciones de la Usach. Y valió la pena. Con esta mera respuesta, el esfuerzo se dio por pagado:

«Que el Premio Nacional sirva como una maleta llena de semillas que hay que sembrar por todas partes».

  • José Zagal es químico de la Universidad de Chile, Ph. D. por la Case Western Reserve University (Estados Unidos) y realizó su beca postdoctoral en el Laboratorio Nacional de Brookhaven, en Upton, New York. En el plano internacional, forma parte de la Academia de Ciencias de América Latina, y la Royal Society of Chemistry del Reino Unido le otorgó el premio Fellow 2018, por su contribución en diversas áreas de la electroquímica.
  • A nivel nacional, es miembro de la Academia Chilena de Ciencias y un académico de sobresaliente producción científica, con más de 200 publicaciones en revistas indexadas. Ha sido nombrado Profesor Distinguido y reconocido, el año pasado, por sus 50 años de trayectoria al servicio de la U. de Santiago.

Zagal fue galardonado con el Premio Nacional por su contribución en la conversión limpia de energías.

-Profesor, ¿qué desafíos principales ha enfrentado durante sus investigaciones sobre el hidrógeno verde y cómo los ha superado?

El hidrógeno verde es una idea muy antigua, tiene casi 200 años. En dos oportunidades traje a nuestra universidad (Usach) a un líder en esa materia, quien dio charlas. Acá era más bien un congreso de ingeniería, pero empezamos a sembrar la semilla; creo que eso ya fue hace muchos años. Pienso que, en realidad, cuesta mucho avanzar en esta tarea, porque hay mucha desconfianza por parte de los empresarios y de los políticos.

Creo que, más que publicar papers o investigar, lo que hay que hacer es impulsar la idea. Porque uno trabaja también en ciencia fundamental, pero hay que mirar también al mundo y hacia dónde va.

-¿Cuál es el mayor obstáculo técnico que aún debe superarse para que el hidrógeno verde sea una opción más viable y económica a gran escala en el mercado energético global?

Un problema es el almacenamiento. Es caro almacenar hidrógeno. También porque los electrolizadores son reactores enormes. Estamos hablando de reactores de varios pisos, no son reactores pequeños de laboratorio. Estamos en el tema de la economía a gran escala. En Punta Arenas ya se está avanzando bastante con este tema. Lo más importante es empezar a desarrollar tecnología propia. Y eso es caro, insisto, pero necesario. No podemos depender de tecnologías extranjeras para fabricar hidrógeno; necesitamos tener nuestra propia tecnología. Y cuanto más hagamos en el país, se generará más trabajo para especialistas. Hay iniciativas un poco más grandes, pero nuestro país tiene que ser más agresivo. Tiene que ser casi como el «día D». Tenemos que luchar contra la ignorancia y la dependencia económica.

¿Cómo cree que este reconocimiento que recibió, como Premio Nacional de Ciencias Naturales, influirá en la visibilidad y el apoyo para sus investigaciones sobre hidrógeno verde? ¿Qué piensa usted del avance de esta tecnología en Chile?

Creo que el impulso viene de más atrás, ya que tanto el Gobierno anterior como el actual están muy comprometidos con este tema. A mí me gustaría ayudar y apoyar. Creo que es la oportunidad para ayudar a Chile, en el fondo. Porque cuando uno logra cosas en ciencia, lo más importante es ayudar al país, a la gente, a la educación, a la formación de personas también. Y en eso tenemos una labor enorme. En la universidad tenemos un Diplomado en Hidrógeno en el que he participado durante muchos años, y hemos formado a personas que están en distintas áreas, incluso en las Fuerzas Armadas y como profesionales insertados en la industria. Hay que seguir multiplicando estos esfuerzos.

Que el Premio Nacional sirva como una maleta llena de semillas que hay que sembrar por todas partes. Creo que esa es una obligación de mi parte: continuar sirviendo al país y no simplemente relajarme.

IEB en la COP16: Eugenia Gayo y la crisis ecológica

Estamos en la cuenta regresiva para la cumbre de la biodiversidad que se llevará a cabo en algunas semanas más en Cali, Colombia. Tal y como adelanté hace unas semanas, contaré en Juego Limpio con la contribución de expertas y expertos del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) para la cobertura de la COP16.

En esta oportunidad tomé una decisión distinta, que pienso que mantendré en las siguientes ediciones. No conversaré con los investigadores sobre algún tema relacionado con la COP sino que serán invitados a compartirnos una reflexión.

Vamos con la primera. El texto es de Eugenia Gayo, investigadora principal del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

«Esperamos que la COP16 sobre biodiversidad cumpla con sus promesas»

Recuerdo una conversación sarcástica con una colega sobre cómo, si la crisis de biodiversidad contara con el mismo «publicista» que el cambio climático, el concepto de “triple crisis planetaria” habría ganado popularidad hace tiempo. Este término, que abarca la crisis climática, ecológica y de contaminación, surge de un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, 2021). El informe señala que la humanidad enfrenta estos tres problemas interrelacionados, causados por el creciente impacto de las actividades humanas sobre el planeta.

Nuestro sarcasmo provenía de la certeza académica de que la pérdida de biodiversidad no es un fenómeno aislado, sino que está profundamente interconectada con las alteraciones en los patrones climáticos, y viceversa. Desde las ciencias de la Tierra y Naturales, el planeta se concibe como un sistema integrado por cinco componentes principales: la biósfera, la hidrósfera, la atmósfera, la geosfera y la criósfera.

Estos componentes interactúan continuamente, formando un todo complejo e interdependiente. La biósfera no opera en aislamiento; está en constante interacción con los otros componentes del sistema terrestre, por lo que es interdependiente. Por ejemplo, hay hipótesis científicas que sugieren que la atmósfera, más o menos como la conocemos actualmente, se formó en parte debido a la actividad biológica primitiva.

Eventualmente, uno podría intentar pasar por alto las conexiones del sistema complejo y adaptativo que hemos descrito, y centrarse en cómo el cambio climático, según lo define el IPCC, está vinculado a la biodiversidad a través de los gases de efecto invernadero. El petróleo, el gas natural y el carbón se formaron a partir de biomasa que existió en el planeta hace millones de años (por ejemplo, durante el Jurásico o el Cretácico). A través de procesos geológicos, esta biomasa vegetal y animal se transformó en materiales con alto contenido energético. Estos combustibles fósiles han sustentado las actividades humanas durante los últimos 250 años.

Podemos centrarnos en los efectos actuales y más evidentes del cambio climático, como la alteración de la distribución geográfica de las especies, la extinción de especies, los cambios en las interacciones biológicas, el funcionamiento de los ecosistemas y la provisión de servicios ecosistémicos, lo que a su vez afecta el bienestar humano. No obstante, esta es una visión unidireccional que, de paso, ignora el rol de las sociedades industrializadas, que son el motor detrás de la triple crisis planetaria, amplificando la pérdida de biodiversidad.

En este sentido, es fundamental reconocer que el planeta es un sistema integrado, del cual los humanos somos parte. Esto significa que la pérdida de biodiversidad no solo es un resultado del cambio climático antropogénico, sino que también lo agrava. Por ejemplo, la destrucción de ecosistemas clave como turberas, humedales y bosques, ya sea por actividades humanas o por cambios en las condiciones climáticas, elimina sumideros naturales de carbono.

Estos ecosistemas capturan y almacenan el dióxido de carbono que emitimos a la atmósfera a partir de la combustión de la biomasa fosilizada. Como resultado, nuestros esfuerzos para mitigar el cambio climático se ven seriamente limitados, dificultando también superar la crisis de contaminación. De ahí que esta interacción entre la crisis climática, ecológica y de contaminación genere un bucle de retroalimentación positiva, creando así un círculo vicioso.

Volviendo al sarcasmo original, tal vez lo más sorprendente es que en organismos intergubernamentales y esferas como las Conferencias de las Partes (COPs), la crisis climática y la crisis ecológica aún se aborden de manera separada. En este sentido, esperamos que la COP16 sobre biodiversidad cumpla con sus promesas, evaluando de manera efectiva el progreso internacional hacia una paz con la naturaleza, y así fortalecer los pilares necesarios para enfrentar la triple crisis planetaria.

Eureka!: el nuevo monte submarino y sus increíbles especies

En este número de Juego Limpio me he tomado la libertad de desordenar un poco el esquema. En este espacio llamado Eureka! –destinado a mostrar inventos o nuevas tecnologías en el campo de las energías limpias–, he querido en esta oportunidad traer un reciente descubrimiento en el océano Pacífico, frente a las costas de Perú.

En una asombrosa expedición de 28 días en aguas internacionales de la Dorsal de Nazca, investigadores descubrieron un nuevo monte submarino y 20 posibles especies nuevas, según reportó Oceana. Este hallazgo, que representa un hito en la exploración marina, fue llevado a cabo por el Schmidt Ocean Institute en colaboración con Ocean Census y el Center for Coastal and Ocean Mapping.

La montaña submarina recientemente descubierta, que se eleva a más de 3.109 metros de altura, alberga un rico ecosistema de aguas profundas. Durante la expedición, se utilizó un robot submarino para explorar una de sus cimas, donde fueron encontrados jardines de esponjas y corales milenarios, testigos silenciosos de un mundo poco conocido. Este ecosistema destaca por su notable diversidad y ofrece una ventana al conocimiento de los ecosistemas de montes submarinos, áreas clave para la biodiversidad marina.

En lo que va del año, el Schmidt Ocean Institute ha realizado tres expediciones en las dorsales de Nazca y Salas y Gómez, explorando aproximadamente 25 montes submarinos. Durante estas misiones, los científicos documentaron más de 150 especies previamente desconocidas y ampliaron el rango conocido de muchas otras, elevando de 1.019 a más de 1.300 el número total de especies registradas en esta parte del océano Pacífico. Este incremento refleja la riqueza biológica oculta en las profundidades marinas y subraya la necesidad urgente de una mayor protección y conservación.

Un llamado a la conservación

El descubrimiento de nuevas especies y la revelación de ecosistemas complejos en el fondo oceánico subrayan la importancia de proteger estas áreas de alto valor ecológico. Felipe Paredes, director de las Campañas de Áreas Marinas Protegidas de Oceana en Chile, enfatizó la necesidad de conservar estos entornos prístinos frente a las amenazas actuales. El impacto de la crisis climática –con el aumento del nivel del mar, el calentamiento del océano y la creciente acidez– representa una amenaza significativa para estos frágiles ecosistemas.

El martillo: multa y medidas cautelares contra vertedero ilegal en El Quisco

El Segundo Tribunal Ambiental ratificó una multa de más de $23 millones (32 UTA) contra un vertedero ilegal en El Quisco, rechazando la reclamación contra la resolución de la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA). Además, ordenó medidas cautelares para mitigar riesgos de incendios y otros incidentes en el Santuario de la Naturaleza Quebrada de Córdova.

La sentencia, redactada por la ministra Marcela Godoy Flores y apoyada por los ministros Cristián Delpiano Lira y Carlos Valdovinos Jeldes, determinó que la resolución de la SMA estaba debidamente fundamentada. Se confirmó que, tras finalizar los contratos de arrendamiento del predio con los municipios de El Quisco y Algarrobo, el reclamante continuó actividades de vertedero sin autorización, afectando áreas protegidas del santuario.

El fallo subraya que las actividades del vertedero, al estar próximas al Santuario de la Naturaleza, podrían causar daños ambientales significativos. El tribunal destacó la responsabilidad del reclamante, dueño del terreno, por no cesar las actividades de acopio y disposición de materiales que pusieron en riesgo el santuario.

Para minimizar estos riesgos, el tribunal ordenó tres medidas cautelares: la creación de una faja cortafuego alrededor del predio para prevenir incendios, la remoción de material combustible hacia un sitio autorizado, y la estabilización de taludes en la cantera del vertedero. Estas acciones deben ser implementadas en plazos de 30 a 90 días hábiles, bajo supervisión de la Conaf y la Seremi de Salud de Valparaíso.

Este caso pone de relieve la importancia de proteger las áreas naturales de Chile frente a actividades ilegales que amenazan su integridad ecológica y la seguridad de las comunidades cercanas.

Hemos llegado al final de esta nueva edición de Juego Limpio. No se olviden de sembrar. De jugar limpio. ¡Hasta la próxima!

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