En julio de 2013, el segundo de Arenas en Hacienda hizo una presentación en Cieplan donde expuso cada uno de los puntos de la Reforma Tributaria, pero pocos le tomaron el peso.
“Lo que pasa es que no creyeron que lo íbamos a hacer”, dicen al interior de la Nueva Mayoría cuando se refieren a la Reforma Tributaria y a los otros cambios que el gobierno está introduciendo. Lo mismo reconoce el economista Bernardo Fontaine: “Esta fue una sorpresa, a pesar de que estaba planteado en el programa claramente”.
En palabras de Oscar Landerretche: “Están sorprendidos porque se asume implícitamente que lo que se dice en campaña es irrelevante”.
Uno de los pocos economistas que vaticinó desde mediados del año pasado que vendría un alza de 35% de los impuestos a las grandes empresas fue Angel Cabrera, quien asesora a varias decenas de empresas, y la cara de escepticismo con que se le miraba era bastante elocuente. Otro fue Juan Andrés Fontaine, que a mediados del segundo semestre homologó la Reforma Tributaria a un nuevo Transantiago.
A medida que se van buscando los fundamentos de la reforma, se encuentran cada vez más huellas de que el mercado podría haber previsto de mejor manera lo que se venía porque las señales estaban, pero casi nadie quiso verlas.
De hecho, el CEP y Cieplan, en el estudio tributario que hicieron en conjunto en 2012, desestimaron en su informe final la propuesta de Claudio Agostini sobre eliminar el Fondo de Utilidades Tributables (FUT). Un error que reconoció el propio Eliodoro Matte –uno de los principales aportantes de dicho centro y líder del grupo Matte– en una entrevista concedida a El Mercurio, donde dijo: “Lamentablemente cometimos una omisión porque debimos estudiar ese efecto, que aún no se estudia”. Y ante la falta de datos empíricos, sólo agregó: “Corbo (Vittorio) y Arellano (José Pablo) tienen muchas dudas sobre su impacto final en el ahorro e inversión”.
El resultado fue que justamente la propuesta de la Nueva Mayoría recogió los argumentos de este académico de la Universidad Adolfo Ibáñez. Así como éste, hay muchos ejemplos de oportunidades pérdidas.
En julio de 2013, Alejandro Micco –actual subsecretario de Hacienda– realizó una presentación en Cieplan, titulada “La economía política de una reforma tributaria en Chile”, donde está cada uno de los fundamentos del proyecto ley y la estrategia que se iba a implementar una vez recuperada la Moneda.
Alejandro Micco centraba gran parte de su análisis en la evolución de la desigualdad, usando para ello el índice Gini que ya a esta altura es una especie de “mantra” invocado tanto por oficialismo como oposición. En fácil y de acuerdo a la definición del Banco Mundial, el índice Gini “mide hasta qué punto la distribución del ingreso (o, en algunos casos, el gasto de consumo) entre individuos u hogares dentro de una economía se aleja de una distribución perfectamente equitativa”. De esta forma, “un índice de Gini de 0 representa una equidad perfecta, mientras que un índice de 100 representa una inequidad perfecta”.
Esta medición se calcula antes de impuestos y transferencias y después de impuestos y transferencias. La diferencia de uno y otro es que, al compararlos, se puede evaluar el impacto de las políticas públicas en la redistribución del ingreso.
En los cuadros mostrados por Micco se señalaba que, de acuerdo a los últimos datos disponibles para los países de la región, Chile se ubicaba en 0,516, siendo que el promedio era de 0,506. Estos indicadores están construidos incluyendo transferencias e impuestos. Obviamente hay países mejores que el nuestro, como Venezuela (0,397) y Uruguay (0,402), y otros bastante peores, como Brasil (0,559).
A eso agregaba la comparación con los países de la OCDE, según una nueva definición de Gini basada en “ingresos de hogares armonizados” de mayo de 2013, en la cual Chile mejoraba de 0,53 puntos a mediados de los 90 a 0,49 a finales de los 2000. En el mismo período, España pasaba de 0,34 a 0,32 y México de 0,52 a 0,48. En tanto que el promedio OCDE se quedaba pegado en 0,32.
Quizás más interesante aún para aquellos que les gusta mirar estos indicadores es que, si al índice Gini se le excluían las transferencias y los impuestos, Chile anotaba un 0,53, en cambio España registraba un 0,46. Es decir, el efecto de las transferencias a partir de políticas sociales y de la recaudación de impuesto era más efectivo en España que en Chile.
En la mejora de la distribución del ingreso, las transferencias sociales son más importantes que la recaudación de impuestos. Usando el mismo cuadro presentado por Micco, se concluye que si la OCDE lograba un Gini final de 0,31, ello se explicaba porque, de un índice inicial de 0,41, el efecto redistributivo de los impuestos tenía un impacto de 28,7% y el de las políticas sociales un 71,3%. En cambio, el efecto de las políticas sociales en Chile sólo explicaba el 60% de la mayor igualdad lograda.
En Chile se han hecho algunas políticas sociales con el fin de fortalecer las transferencias monetarias, como es el rediseño del pilar solidario y la creación de los aportes previsionales solidarios o la creación de subsidios al empleo o a las mujeres. ”Aun así se está lejos de una agenda decidida en esta dimensión”, explicaba Harald Beyer en un artículo publicado por CEP. Si a ello se sumara otro tipo de inversión social, como son los programas de salud, vivienda y educación, es probable que el efecto redistributivo fuera mayor, aventuraba el académico.
Cifras más o menos, para el investigador de la Universidad de Chile, Dante Contreras, quien fue entrevistado en radio Duna, “la foto de la desigualdad tomada con datos de la protección social, de empleo y/o ingresos, es siempre bien parecida. El patrón de desigualdad en Chile se explica por la parte superior de ingresos. Si se excluye el 5% más rico, nos transformamos en un país bastante más igualitario u homogéneo”.
Esta es la óptica que cruza gran parte de la Reforma Tributaria que hoy está en el debate público y que ya era adelantada por Micco a mediados del año pasado. Ahí mismo reconocía que el 91% del Impuesto a la Renta era aportado por el 10% más rico. En tanto que el 55% del IVA se recaudaba del 80% más pobre, lo que no es de extrañar porque son más numerosos.
Tomando estas cifras y otras, Micco planteaba que se debían ampliar las bases sobre las cuales se aplican los tributos más que subir las tasas y eliminar las franquicias tributarias. Cosa que la Nueva Mayoría hizo. También argumentó en favor de disminuir la evasión y elusión. Idea que Hacienda plasmó en la iniciativa. Y, por último, indicó que la “reforma no debe favorecer la concentración del ahorro nacional y, por ende, de la propiedad”. Objetivo que buscan a través de la eliminación del FUT.
Para ello, propuso la misma fórmula que está en el proyecto de ley: reducción de la evasión y elusión en 0,51% del PIB y cambios a la estructura tributaria de 2,50% del PIB. La única diferencia es que en ese entonces hablaba de un período de transición de seis años para llegar a l 3% del PIB y hoy se acortó a 4 años.
Por si esto fuera poco, el entonces académico de la Universidad de Chile señaló que era factible aprobar la reforma de manera expedita y así generar los recursos para financiar su objetivo explícito: mejorar la educación.
Tampoco dejó fuera la estrategia comunicacional que se emplearía: “Plantear la importancia de validar el sistema, al igual que en la reforma de los 90”, que centró el mensaje en reducir la pobreza. A lo que agregó como ejes importantes que el aumento de la recaudación estaría concentrado progresivamente en quienes tienen mayores ingresos y que la mayor carga implicaría el menor impacto en la inversión.
Como último propósito, levantaba el evitar la confrontación con los sectores políticos que hacen hincapié en el crecimiento económico como herramienta para reducir la pobreza y la desigualdad.
Cada uno de estos objetivos se han cumplido al pie de la letra y Hacienda no se ha salido del guión preestablecido. El problema es que casi nadie creyó que había que tomar en serio a Alejandro Micco.