Hay un desprecio por la economía a tal punto que ya es inválido como argumento para un gran espectro político. Esa ignorancia, que es transversal, perjudica enormemente el debate de ideas y por consiguiente cualquier decisión que de ahí se resuelva. Es discutir tapándose un ojo con la mano. Frases como “a mí no me importa la economía, me importa la gente” son cada vez más comunes.
En el contexto nacional de intensas discusiones sobre el rumbo que debiera seguir nuestro país, he notado un patrón bastante claro: la gente no comprende qué es la economía. El chileno común piensa, sin ser su culpa, que la economía es un tema que solo les importa a empresarios y académicos, que son numeritos sin sentido y sin significado en la vida de la gente común, y que son la típica excusa de un amplio sector político para evitar darle al pueblo lo que le corresponde. No entienden qué es el crecimiento del PIB, la inflación o la política monetaria, ni cómo les afecta en su día a día.
Pero la economía es como la gravedad. Quizás no la entendemos, no la vemos, pero es parte intrínseca de nuestro día a día. No se puede escapar uno de ella. Por eso frases como “no me compro mucho el cuento de la desaceleración económica como obstáculo para hacer cambios sociales”, que emitió la diputada Camila Vallejo en julio de este año, es muy parecido a decir “no me compro el cuento de la gravedad como obstáculo para volar”. Vaya que importa. Y mucho. Frases como estas son alarmantes y hacen daño, más viniendo de una de las encargadas de hacer las leyes en nuestro país.
Es necesario que la gente se dé cuenta que toda acción humana es una acción económica, pues la economía somos todos nosotros relacionándonos. Cuando la señora Juanita va al almacén de la esquina a comprar pan, está formando parte de una gigantesca red de decisiones. Cuando su hijo Pedro sale a buscar trabajo, o decide no tomar un taxi porque están caros, o decide no comprarse la tele porque están pagando menos en la pega, todo forma parte de la economía del país, y nos afecta a todos. Pues el vendedor de televisores venderá un televisor menos porque a Pedro le están pagando menos, y ese vendedor no contratará a la señora Juanita, y así se transmite todo. Las decisiones de Pedro, la señora Juanita, el vendedor de televisores, las tuyas y las mías están todas relacionadas, unas afectan a las otras y viceversa. Es una inmensa red, que incluye información de todas las preferencias de cada uno de nosotros.
Es un “orden espontáneo”, producto de las miles de decisiones que cada uno toma. El mismo orden espontáneo del cual surgieron el lenguaje y el dinero.
Es importante hacer hincapié en que el tema no es que la gente tenga una posición económica errada o acertada, de izquierda o de derecha. Hay en economía variadas visiones sobre diversos temas, y rara vez están todos de acuerdo.
El tema es cuando no te importa, cuando lo crees irrelevante. Hay un desprecio por la economía a tal punto que ya es inválido como argumento para un gran espectro político. Esa ignorancia, que es transversal, perjudica enormemente el debate de ideas y por consiguiente cualquier decisión que de ahí se resuelva. Es discutir tapándose un ojo con la mano. Frases como “a mí no me importa la economía, me importa la gente” son cada vez más comunes.
Esta ignorancia les permite a los políticos atacar al capitalismo como el culpable de todos los males de la sociedad, cuando nada tiene que ver una cosa con la otra.
Así, terminamos viviendo en lo que el presidente del Mises Institute, Jeff Deist, llamó la “economía del momento”.
Todo lo que les interesa a los gobiernos de turno es sobrevivir ahora, para reelegirse después. Significa endeudar al Estado, gastar y regalar todo lo posible, dar bonos directos a las personas, permitir inflaciones altas y patear todas las consecuencias de pésimas decisiones a los gobernantes de 20 o 30 años más, con tal de perpetuarse en el poder. El buen manejo económico implica fuertes responsabilidades. Pero lamentablemente, malas decisiones económicas son buena política en el contexto de ignorancia económica de los electores.
¿Propuestas? “Economía” debería ser un ramo base en el currículum escolar. No concibo que dentro de materias como física, artes, música, química o historia, no convengamos como sociedad la enseñanza de economía básica (incluiría también educación cívica). El conocimiento de economía básica de la población ayudaría a elevar el nivel del debate y permitiría a la gente desafiar a los economistas. Opinar informados. La economía es demasiado importante como para dejársela a un grupo de expertos.
¿Qué cambiaría con esto? Un conocimiento económico básico permitiría a la gente identificar a los políticos que prometen cosas que simplemente son imposibles, como mayor prosperidad sin mayor crecimiento, o más empleos en un contexto de fuertes alzas de impuestos.
En el fondo, que prometen el utópico “free lunch”. Permitiría a la gente saber que los sueldos son el precio del trabajo, y así como cuando suben de precio los televisores, la gente compra menos televisores, cuando sube el precio del trabajo (sueldo mínimo), la gente “compra” (contrata) menos trabajadores. Permitiría entender que mientras más fuertes los sindicatos, más le cuesta a un desempleado encontrar trabajo. Permitiría a la población entender profundamente que 10 años creciendo al 5% genera una gigantesca diferencia para todos en comparación con crecer esos 10 años al 2%. Permitiría a la gente saber qué es el “precio”, saber que el precio es vital información para productores y consumidores, y que si este se manipula, se genera un caos enorme. Entender que delitos de colusión y corrupción no tienen nada que ver con el libre mercado, que estos delitos ocurren incluso con mayor magnitud dentro del Estado (ejemplos hay muchos en nuestro país, lamentablemente) y son más propios de la naturaleza humana que de uno u otro sistema. Permitiría combatir la fuerte ignorancia tributaria, cómo afecta por ejemplo el IVA a los más pobres, o entender que un aumento del impuesto a empresas termina siempre golpeando a los consumidores finalmente… en fin.
Entonces… ¿Importa realmente la economía? Sí. Muchísimo. Mucho más de lo que la gente cree. No son numeritos para expertos y empresarios. Son numeritos para la gente de a pie. Para todos. Hay que acercar la economía a la gente. Debe dejar de ser un tema de académicos y empresarios. Debe ser un tema de escuelas y barrios. Se debe simplificar su lenguaje, para que todos entiendan que el estado de la economía es indisoluble con el bienestar de la gente. ¿No es el bienestar de la gente nuestra principal preocupación?
Pablo Witto H.
Economista del Banco Penta