«La prometida baja en las cuentas de electricidad que se prevé depende de que en los próximos años la matriz energética debe incorporar múltiples centrales de naturaleza eólica y fotovoltaica que, en varios casos, están ligadas a firmas poco conocidas en el mercado chileno. Al respecto, cabe señalar que un número relevante de estas compañías forma parte de consorcios internacionales de Europa y Estados Unidos especialistas en ERNC con grandes inversiones en otras zonas del mundo, lo cual entrega una buena dosis de tranquilidad».
La última licitación de suministro eléctrico solo trajo buenas noticias. Las ofertas económicas de las empresas que participaron en el proceso y se adjudicaron los diferentes bloques de energía superaron los pronósticos más optimistas, con un precio promedio por cada megavatio-hora un 40% inferior a la anterior subasta de 2013. Y tan significativo como eso fue que todos los contratos fueron adjudicados a empresas generadoras de Energías Renovables No Convencionales (ERNC).
Este es un cambio muy significativo. En un país que prácticamente carece de combustibles fósiles de producción propia, y frente a exigencias de tipo ambiental cada vez mayores y que han puesto en entredicho varios proyectos de generación a carbón, de ciclo combinado o incluso hidroléctricos, el uso de la radiación social y del viento aparecen como una solución limpia que renueva la matriz energética.
Las nuevas centrales deben entrar en funcionamiento para 2017 y se prevé que las cuentas de la luz dejarán de subir y en el mediano y largo plazo hasta bajar. Pero hay un punto en el cual pocos han reparado, y es el hecho de que las empresas de ERNC prácticamente no tienen historia, de modo que a nivel país se está haciendo una gran apuesta.
La cuestión es que se están haciendo muchos anuncios optimistas a raíz de la última licitación eléctrica, y en ese sentido las ERNC han adquirido un rol preponderante. Sin embargo, para concretar los proyectos que permitirán hacer realidad dichos vaticinios, las compañías involucradas deben asegurarse el financiamiento que les permita avanzar en esa dirección y cumplir los contratos. En otras palabras, que cuentan con las espaldas suficientes para respaldar sus proyectos.
Es una inquietud válida considerando que la prometida baja en las cuentas de electricidad que se prevé depende de que en los próximos años la matriz energética debe incorporar múltiples centrales de naturaleza eólica y fotovoltaica que, en varios casos, están ligadas a firmas poco conocidas en el mercado chileno. Al respecto, cabe señalar que un número relevante de estas compañías forma parte de consorcios internacionales de Europa y Estados Unidos especialistas en ERNC con grandes inversiones en otras zonas del mundo, lo cual entrega una buena dosis de tranquilidad. Otras pertenecen a grupos locales, donde participan fondos de inversión, circunstancia que otorga algo de “historia” y ciertos fundamentos acerca de su fiabilidad. No obstante, para conseguir el necesario financiamiento deben demostrar las bondades de su proyecto.
Ahora bien, cualquier duda respecto a la capacidad de estas empresas para asumir los compromisos planteados debiera zanjarse con un adecuado análisis de los fundamentos de las compañías participantes. En ello la evaluación continua de su solvencia es un aspecto clave, de manera que las clasificaciones de riesgo se transforman en un factor determinante para brindar tranquilidad al mercado y un grado mayor de certeza respecto a la promesa de menores tarifas eléctricas que trajo la licitación.
Las clasificaciones pueden ser, de hecho, cruciales para asegurar la credibilidad, considerando que las agencias clasificadoras se hacen responsables de la opinión emitida acerca de la solvencia de un proyecto, máxime en este caso si se tienen a la vista precedentes como el de la central termoeléctrica Campanario, cuyos supuestos finalmente no se cumplieron llevando el proyecto a una situación de insolvencia.
De todas maneras, hay motivos para estar optimistas. Una mirada inicial sobre la base de procesos de clasificación de riesgo ya iniciados, indica que en al menos aquellos que involucran a ICR, se trata de su mayoría de proyectos bien elaborados y en una primera instancia, adecuados desde el punto de vista financiero. Por lo tanto, podemos vislumbrar que la carrera contra el tiempo por cumplir los compromisos señalados en la licitación, y conseguir el capital necesario para ello, va bien encaminada, lo que significa que las energías renovables no convencionales serán, en un futuro relativamente cercano, un componente macizo de la futura matriz energética de Chile.
Pero para tener mayor seguridad aún, un próximo paso es ver cómo se desenvuelve la próxima licitación de abril, proceso en el que estará en juego una cantidad sustancial y varias veces mayor de energía a la de la reciente licitación.
Jorge Palomas
Gerente General ICR Clasificadora de Riesgo