«Las plagas de algas eran fenómenos acotados en las aguas de la Patagonia hasta antes de la llegada de la industria del salmón, pero ahora se repiten en estos últimos años con mayor frecuencia y agresividad, como en este caso que esta generando la muerte de millones de salmones, mientras las autoridades a cargo del sector callan la gravedad de igual impacto sobre el resto de la vida marina existente en la zona».
El inciso 1º del artículo 19 Nº 8 de la Constitución Política de la República establece como deber del Estado la tutela de la preservación de la naturaleza, lo que las autoridades de gobierno a cargo del sector pesquero permanentemente vulneran, con lo que contribuyen a amparar el peor desastre ambiental que se le haya ocasionando a la vida marina de la Patagonia en la historia de nuestro país, cuyos autores actúan en medio de la impunidad, ya que la corrupción en Chile se encarga de que no exista castigo para ellos.
La teoría del ministro Céspedes de que esta plaga de algas la ocasionó el fenómeno de El Niño y que por tanto es una catástrofe natural, es del todo inexacta, ya que es indudable que tiene como objetivo crear una cortina de humo sobre la autoría del desastre ambiental del que no cabe duda está asociado a una crisis sistémica que tiene como responsables a los salmoneros –salvo que él quiera que las Compañías de Seguro la paguen como desastre natural–.
El impacto que ha tenido la instalación de la industria del salmón en medio de las Aguas de la Patagonia es que ha vuelto cada vez más inestable a este ecosistema de altísima complejidad y fragilidad, y no extraña que el mismo esté gatillando situaciones del todo desequilibrantes como la agresividad de la actual plaga de algas y la multiplicación por millones del piojo de mar, lo que no debiera extrañar a esta industria que sabe muy bien que opera en un territorio afectado por el Calentamiento Global, cuyas impactantes consecuencias sistémicas son denunciadas hasta por estrellas de Hollywood como Leonardo DiCaprio.
Sorprende que el ministro de Economía no comparta lo anterior y que ante este bloom de algas que ataca a la Patagonia Norte se encuentre más preocupado de coordinar a las instituciones del sector –Sernapesca y Subpesca– para que estén disponibles para lo que necesiten los inversionistas salmoneros, entre otras cosas cómo se deshacen del equivalente a una hilera de 600 camiones portacontenedores de 40 toneladas con los millones de salmones muertos (24 mil toneladas según la prensa) y como esos relocalizan sus jaulas de engorda, en lugar de colocarse frente a grupos de expertos para impedir desde el Estado que esta industria siga generando estas catástrofes ambientales.
A nadie le debiera ser indiferente que este ecosistema está reaccionando cada vez en forma más impredecible porque está enfrentado a un desastre ambiental que cada año se profundiza porque desde el gobierno se acepta como un daño colateral de la engorda de salmones y por lo mismo no le interesa ahondar en el impacto de muerte que está teniendo sobre el resto de la vida de la Patagonia.
Las plagas de algas eran fenómenos acotados en las aguas de la Patagonia hasta antes de la llegada de la industria del salmón, pero ahora se repiten en estos últimos años con mayor frecuencia y agresividad, como en este caso que esta generando la muerte de millones de salmones, mientras las autoridades a cargo del sector callan la gravedad de igual impacto sobre el resto de la vida marina existente en la zona.
Igual ocurre con el piojo de mar –Caligidosis– que hace unas décadas tenía una presencia escasa en las aguas de la Patagonia y solo en especies como el Róbalo, pero desde que irrumpe la industria del salmón esta lo ha multiplicado por millones de millones convirtiéndolo en una plaga que coloca en jaque a su industria de engorda de salmones, y que para hacerla sobrevivir no dudan en usar más de 500 mil kilos de antibióticos por año sin que se conozcan los impactos sobre la trama de la vida marina de los ecosistemas de la Patagonia.
Los anteriores hechos se vuelven más graves aún si se les suma la reguera de fondos marinos sin vida como resultado de las miles de toneladas de desechos de alimentos, pesticidas y fecas que genera la engorda de cerca de 800 mil toneladas de salmón por año, cuya producción intensiva se distribuye por todo el Archipiélago de la Patagonia –desde Puerto Montt hasta Tierra del Fuego–.
La indiferencia desde el Estado por todo lo anterior no es de extrañar, ya que hace un par de años en la Patagonia Norte, el mismo territorio que hoy es atacado por la plaga de algas –Chiloé y Seno del Reloncaví–, dos fabricantes de harina de pescado ligados a la industria del salmón con la complicidad de los ex Subsecretarios de Pesca y de Sernapesca devastaron y extinguieron gran parte de la biomasa de pequeños pelágicos –sardina austral y anchovetas– que habían existido por miles de años en el ecosistema de la Patagonia Norte y que eran alimento de la merluza austral, lobos marinos, avifauna marina y otras especies, desastre ambiental por miles de toneladas, parte de la vida de ese ecosistema, que ha quedado en la impunidad a pesar de sus graves consecuencias.
Los chilenos no podemos seguir indiferentes a que un grupo de inversionistas, que utilizando la engorda de salmones para dedicarse a la especulación financiera y accionaria –son lejos las acciones con más altibajos de la última década–, estén ocasionando un desastre ambiental de incalculables consecuencias al amparo del Estado. Exigimos a las autoridades a cargo de las instituciones del sector pesquero no seguir encubriendo a los anteriores, ya que por sus altos cargos como funcionarios del Estado están mandatados por la Constitución a preservar la naturaleza y no a destruirl.
Independientemente de lo anterior, hacemos un llamado a ONG como Ciudadano Inteligente para estudiar cómo llevar a la justicia a todos los que están destruyendo la invaluable vida marina y avifauna marina de la Patagonia.
«Por los hijos de nuestros hijos y por aquellas personas cuyas voces han sido ahogadas por las políticas de avaricia”, fue la frase con la que terminó su discurso ambientalista Leonardo DiCaprio al recibir el Oscar 2016.
Pablo Fernando González
PYME Innovación