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Brexit como síntoma 3: Chile ante el proteccionismo Opinión

Brexit como síntoma 3: Chile ante el proteccionismo

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Guillermo Larraín
Por : Guillermo Larraín Economista, Facultad de Economía y Negocios Universidad de Chile
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«Chile deberá tomar medidas que le permitan enfrentar de mejor manera los nuevos desafíos del comercio. En los años de la década de 1940 Chile reaccionó al proteccionismo internacional siendo más proteccionista aún. Esa lección ya la aprendimos y no podemos volver a caer en esa situación. En el plano interno, Chile debe adoptar políticas que le permitan diversificar su matriz productiva de manera sustentable y competitiva. Esto tiene implicancias desde cosas bien generales, como lo es nuestro sistema educativo y la infraestructura, que debieran permitir que lo que hoy tenemos funcione mejor. Pero además Chile deberá adoptar una nueva estrategia de desarrollo productivo que, de manera más decisiva y creativa, permita desarrollar nuevas actividades económicas. En un escenario como el descrito, este tipo de políticas se harán más necesarias que antes».


Brexit es una señal de alarma*.

La tensión en la sociedades desarrolladas se produce por la creciente doble movilidad de factores: la del capital, que tiende a moverse ahí donde los impuestos son menores, y la del trabajo, que tiende a moverse donde los beneficios sociales son mayores. Las democracias occidentales están crecientemente capturadas por intereses particulares. En este contexto, podemos terminar en una situación de mayor proteccionismo y xenofobia. Las señales ya palpables en este sentido son muchas.

Lawrence Summers, ex ministro de Hacienda de Estados Unidos, señala que hay que repensar las prioridades en torno a cómo continuar con la globalización. Se desprende de su argumento que el defecto estratégico de la ola de globalización que está terminando es que su fin último era el bienestar de la humanidad como un todo. Es una idea poderosa, porque permite responder a la observación de que la globalización ha generado tensiones sociales, pobreza y desigualdades en Estados Unidos y Europa: habría sido el precio a pagar por disminuir la pobreza en los países emergentes, en particular China.

Dos preguntas surgen inmediatamente de esta lógica. Primero, ¿dónde está el mandato de los gobiernos y legisladores de un país determinado para pensar en la humanidad antes que en los ciudadanos de carne y hueso? Segundo, ¿cómo distinguir entre esta lógica y el hecho de que dicho planteamiento coincidía también con los intereses de las empresas que querían expandirse por el mundo con los menores costos posibles? Es difícil separar el argumento del ciudadano mundial como objeto de las políticas públicas y los intereses de las grandes corporaciones que denunciaba Jeffrey Sachs.

En todo caso, Summers ahora aboga por un nacionalismo responsable. Dice, en el Financial Times, que este es “un enfoque en que todos entienden que se espera que los países tengan como objetivo fundamental el bienestar económico de sus ciudadanos pero que la capacidad de afectar los intereses de ciudadanos en otros lugares debe acotarse”. Sobre esta base, “los acuerdos internacionales no serían juzgados por cuán armónicos sean o por la cantidad de barreras derribadas sino hasta qué punto los ciudadanos tienen el poder”.

Esto no significa menos sino más cooperación. Summers señala tres ámbitos cruciales de cooperación que ya hemos discutido en estos artículos.

Primero, coordinación en temas tributarios para evitar caer en una “carrera hacia abajo” en que los países bajen sus tasas de impuestos para atraer inversiones y personas. Esto parece crucial y parte de la solución pasa por, de una vez por todas, terminar con los paraísos tributarios.

Segundo, coordinación en temas laborales. Una adecuada integración comercial debe darse entre países que comparten visiones sobre la dignidad del trabajo, la libertad de asociación sindical y ejercicio del derecho de huelga.

Tercero, coordinación de los estándares medioambientales, sin lo cual no seremos capaces de detener el proceso de calentamiento global.

Desde la perspectiva de una economía pequeña y abierta como Chile, ¿cómo enfrentar las amenazas del eventual retorno a un mayor proteccionismo en el mundo desarrollado? En mi opinión, de llegarse a materializar un escenario de este tipo, lo primero es no replicar la misma política a nivel local. El proteccionismo es fácil iniciarlo, pero es muy difícil deshacerlo. Chile debe perseverar de manera inteligente y pragmática en su modelo de economía abierta.

En el corto plazo, sin embargo, debe estar atento, porque tal escenario tendrá mucha volatilidad financiera. El punto preocupante hoy en Chile es la deuda externa no bancaria. Supuestamente esta deuda –denominada en moneda extranjera– está financiando actividades generadoras de divisas. Es decir, no hay necesariamente un descalce de monedas. El problema podría plantearse en caso de que ese potencial proteccionismo eventualmente signifique que algunas de aquellas actividades generadoras de divisas puedan sufrir un impacto directo.

Si se intensificaran los problemas comerciales de los países desarrollados con China, como lo ha prometido Trump, no se puede descartar que la temida crisis financiera china finalmente explote. Tal crisis, de ocurrir, llevará al mundo a una recesión con todas las implicancias que ello tiene. Vimos que los países desarrollados hoy tienen sus instrumentos de política económica muy limitados como para luchar contra una crisis en China.

Una dimensión de la volatilidad que Chile sufriría en ese caso tiene que ver con los precios de materias primas. Casi con certeza, un mayor proteccionismo en el mundo desarrollado significará menores precios de commodities. Hoy estamos bien preparados para enfrentar esto porque tenemos una sana situación macroeconómica: el déficit en la cuenta corriente en torno al 1,5% del PIB, inflación controlada y sanas cuentas fiscales. Estas fortalezas macroeconómicas no son suficientes como para garantizar un crecimiento adecuado para Chile.

Chile deberá tomar medidas que le permitan enfrentar de mejor manera los nuevos desafíos del comercio. En los años de la década de 1940 Chile reaccionó al proteccionismo internacional siendo más proteccionista aún. Esa lección ya la aprendimos y no podemos volver a caer en esa situación.

En el plano interno, Chile debe adoptar políticas que le permitan diversificar su matriz productiva de manera sustentable y competitiva. Esto tiene implicancias desde cosas bien generales, como lo es nuestro sistema educativo y la infraestructura, que debieran permitir que lo que hoy tenemos funcione mejor. Pero además Chile deberá adoptar una nueva estrategia de desarrollo productivo que, de manera más decisiva y creativa, permita desarrollar nuevas actividades económicas. En un escenario como el descrito, este tipo de políticas se hará más necesario que antes.

En el plano internacional, Chile deberá profundizar su participación activa y constructiva en los foros multilaterales. Si en el mundo desarrollado se llega a iniciar una lógica proteccionista, nuestra participación en foros como la OCDE será crucial (¡para nosotros!). Chile tiene más reputación que peso en la economía mundial y deberá sacarles partido a esas fortalezas.

Finalmente, Chile deberá persistir en promover una mayor integración regional con países a los que, como a Chile, no les interese entrar en una dinámica proteccionista. Una posibilidad obvia es fortalecer sus lazos con los países de la Alianza del Pacífico (Colombia, México y Perú), aunque en términos de intercambio comercial esta asociación sea de utilidad limitada. No importa.

Por el contrario, la posibilidad que la Alianza se transforme en un polo de atracción de capitales (que en el tiempo serían más escasos) es de enorme importancia. Chile debiera acrecentar los lazos diplomáticos, comerciales y financieros con países menos implicados en la lógica proteccionista, como probablemente sería el caso de Australia, Canadá o Nueva Zelandia.

Finalmente, hay que recordar que parte del problema en el mundo desarrollado se asocia a fallas importantes en la forma en que funciona su democracia y sus sistemas de protección social. Chile debe avanzar decididamente en perfeccionar sus instituciones democráticas. Los tiempos difíciles no se manejan bien con instituciones desacreditadas. Perseverar en establecer una nueva Constitución será un activo país que estaremos adquiriendo para enfrentar un período que seguramente sería largo. Las incertidumbres que lo acompañarían deberían ser mitigadas por un perfeccionamiento de nuestro sistema de participación y protección social.

La historia económica mundial de los últimos 100 años nos recuerda que, tal como hemos vivido períodos de estabilidad y crecimiento, podemos pasar un buen tiempo en otros escenarios, de conflicto, confusión e incertidumbre. Brexit es un síntoma de que tal escenario se ha hecho hoy más probable que antes. Chile debe estar preparado.

Guillermo Larraín
Economista
Académico Universidad de Chile
Ex presidente de BancoEstado, ex superintendente de Pensiones y ex superintendente de Valores y Seguros

*Esta es la tercera de una serie de tres columnas dedicadas al impacto de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. La primera y la segunda pueden leerse aquí.

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