A diferencia de Perú, en Chile ha caído la confianza, reina la incertidumbre y la carencia de “reglas claras”. Esto mantiene deprimida la Inversión, lo que afecta directamente el empleo, el consumo y lógicamente al producto. Así, vemos que la economía chilena ha perdido “capacidad productiva”, lo que ha llevado al Ministerio de Hacienda a corregir a la baja el supuesto de PIB de tendencia de 3,6 a 3,0 para el cálculo de este nuevo Presupuesto, el cual, dada la coyuntura actual, crecerá un 2,7% respecto del año previo.
Chile está creciendo poco. Durante el período 2009-2013 promediamos un crecimiento del 5,3%, mientras que para el período 2014-2017 se proyecta un pobre crecimiento de 2%.
Al respeto, hay varias explicaciones sobre la mesa. La más usual es que hemos estado expuestos a volatilidad externa, sobre todo en lo que respecta al precio de nuestra materia prima estrella. El precio del cobre, ha caído fuertemente, sí. Pero tenemos países cercanos, con una estructura de exportaciones parecidas –como es el caso de Perú– que ha registrado tasas de crecimiento bastante mayores a las nuestras: se espera que este 2016 cierre con un crecimiento de 3,7% y el 2017 con un 4,1%. Así, hay que tener presente que las estimaciones dan cuenta de que, de cada 3 puntos menos de crecimiento, solo uno es atribuible a la caída en el precio del metal rojo.
A diferencia de Perú, en Chile ha caído la confianza, reina la incertidumbre y la carencia de “reglas claras”. Esto mantiene deprimida a la Inversión, lo que afecta directamente el empleo, el consumo y lógicamente al producto. Así, vemos que la economía chilena ha perdido “capacidad productiva”, lo que ha llevado al Ministerio de Hacienda a corregir a la baja el supuesto de PIB de tendencia de 3,6 a 3,0 para el cálculo de este nuevo Presupuesto, el cual, dada la coyuntura actual, crecerá un 2,7% respecto del año previo.
Estamos creciendo poco. Y, como consecuencia, el gasto fiscal también crecerá poco. Pero ¿por qué no gastar mucho ahora “que se necesita”? Esto es lo que algunos sectores han planteado. ¿No será más razonable que sea precisamente el fisco el que impulse la economía vía inversión en infraestructura, por ejemplo, tal como se está discutiendo en países desarrollados como Canadá o Alemania?
Se dan explicaciones que parecen razonables a simple vista, pero falta tomar en cuenta cruciales antecedentes adicionales antes de simplemente querer “imitar” lo que se hace en materia fiscal en otras latitudes.
Primero: el shock que está enfrentando nuestra economía es uno de Oferta (es decir, de capacidad productiva), por lo que enfrentarlo mediante una política fiscal expansiva –que fomente la demanda–, no va a ser efectivo. Incluso podrían generarse efectos adversos.
Segundo: los efectos de una Política Fiscal Expansiva (o multiplicador del Gasto Fiscal) dependen de las características de la economía, tales como el régimen cambiario, el nivel de deuda, nivel de desarrollo y grado de apertura.
Así, según un estudio publicado por el Fondo Monetario internacional (Ilzetzki et al., 2011) puede concluirse que los efectos de un estímulo fiscal en el producto son mayores en economías industrializadas que en economías en desarrollo (como es nuestro caso), que el multiplicador fiscal es efectivo en economías con tipo de cambio fijo, pero cero en economías con tipo de cambio flexible (como el nuestro), que el multiplicador fiscal es menor en economías abiertas (como la nuestra) que en economías cerradas y, finalmente, este multiplicador es cero en países con alto nivel de deuda. Al respecto, recordemos que en Chile la Deuda Bruta ha escalado bastante en los últimos años, y se estima que esta alcance un nivel del orden del 33% del PIB hacia el mediano plazo.
Por lo tanto, una Política Fiscal Expansiva no es el camino por estos días. Es más, aumentar el Gasto más allá de lo que nos podemos permitir, podría incluso empeorar la clasificación de riesgo, con un consecuente aumento de tasas que ralentizarían aún más nuestro desempeño económico.
Claudia Grünwald
Libertad y Desarrollo