«El nuevo rol de esta élite (ya en declinación) será facilitar la emergencia de un nuevo sistema de repartición de poder. Parapetarse en poderes decrecientes augura para la élite un final poco feliz; intentar recuperar el espacio perdido es estéril: una élite no se puede autolegitimar. No hay muchas opciones».
En el Chile de hoy no estamos frente a cambios de corrientes superficiales o corrientes intermedias (interpretables mediante la política y la sociología): enfrentamos un proceso evolutivo cultural de cambios profundos en el lecho del río. ¿Tenemos un problema de gobernabilidad? Sí, y grande.
¿Tenemos un problema de legitimidad? Sí, y grande. ¿Tenemos un problema de desigualdad? Sí, y grande. El desafío es entender por qué y cómo abordarlo.
Estamos ante una mezcla potencialmente explosiva. La débil gobernabilidad, la escasa legitimidad de las élites y la alta desigualdad están generando una tensión que no está siendo bien administrada actualmente, y actúa cual motor de conflictividad. La falta de seguridad social, las malas pensiones, la mala salud y la mala educación representan condiciones de vida deficientes, y la limitación de recursos y la débil gobernabilidad no permiten evolucionar rápido dando señales de avance hacia el sistema solidario emergente. Estamos ante un quiebre importante.
No tendremos más gobernabilidad sin legitimidad. ¿Por dónde empezar? Claramente, por la legitimidad.
Sin mayor legitimidad de élites políticas, económicas e institucionales no hay conducción viable para un proceso de cambio. No se trata, como tantas veces se ha dicho, de “recuperar las confianzas” (léase: retornar a la alianza del sistema empresarial y político, y el resto observa). Ello ya no es posible; es una etapa evolutivamente superada. El desafío es construir una nueva confianza basada en un nuevo sistema de repartición del poder.
Ello requiere una transición desde el punto en que estamos hacia un sistema nuevo. Estamos frente a lo que podríamos llamar el fin de la transición y el inicio de una nueva ola. Una Segunda Transición, pero esta vez, para que pueda quedar asentada de forma transversal en nuestra sociedad, se requiere tomar en cuenta la realidad evolutiva cultural, más que el sustrato superficial político. La Primera Transición estableció el contexto político actual: cerró su ciclo, con sus luces y sombras; esta, la Segunda, debe dar cuenta del nuevo contexto, debe tomar el desafío de interpretar de qué a qué estamos cambiando como país.
La Segunda Transición no reniega de la primera, sino que, por el contrario, la incluye y trasciende, parapetándose tras sus logros para profundizar el proceso evolutivo cultural que ya describimos en el libro La Nueva Élite. La primera transición crea las condiciones culturales para la segunda. La segunda profundizará esas condiciones y dará pie a una nueva etapa evolutiva.
Sabiendo que su poder de antaño seguirá declinando, lo que aún resta de poder y legitimidad de la actual élite deberá ser puesto al servicio de colaborar en la conducción de esta Segunda Transición, la más importante de Chile en las últimas décadas después del retorno a la democracia. El nuevo rol de esta élite (ya en declinación) será facilitar la emergencia de un nuevo sistema de repartición de poder. Parapetarse en poderes decrecientes augura para la élite un final poco feliz; intentar recuperar el espacio perdido es estéril: una élite no se puede autolegitimar. No hay muchas opciones.
¿Cómo salir? Construyendo una visión de futuro ordenadora, colaborativa y creíble, a la que se sume una gran mayoría (una “luz de esperanza”).
El debate sobre la Nueva Constitución es una buena oportunidad. No para arbitrar entre derechos y deberes, sino para integrar armónicamente las diferentes visiones de sociedad mediante procesos legitimados. No se trata de gestionar el presente, sino de compartir anhelos y generar espacios de encuentro de cara hacia el futuro; de aceptar al otro: no ya solo como sujeto de protección o control del Estado; no ya solo como un individuo que tiene derechos para competir con el otro; no ya solo como un desadaptado que hay que reprimir; sino aceptarlo (también) como un legítimo otro, un humano igual que yo (Humberto Maturana).
Daniel Fernández Koprich
Director Ejecutivo de Memética
Ex presidente de directorio de Metro, ex gerente general Enap, ex director ejecutivo TVN
Pablo Reyes A.
Ingeniero
Director de Plataforma Áurea
Académico Universidad Adolfo Ibáñez, investigador asociado en el Instituto de Sistemas Complejos de Valparaíso.
Coautores del libro «La nueva élite: la transición evolutiva de la sociedad chilena»
*Esta es la segunda de una serie de tres columnas de los autores para este medio. La anterior puede ser vista aquí.