Publicidad
Un dilema (del) Central Opinión

Un dilema (del) Central

Publicidad

«La credibilidad del Banco Central no se verá amenazada por una sorpresa aislada, por lo que la tentación aún existe. El verdadero riesgo es que una movida agresiva podría ser interpretada como un reconocimiento de que la situación está peor de lo que se creía, deteriorando más las perspectivas para la economía y, en un escenario más extremo, desanclando las expectativas de inflación».


En los últimos años, la política monetaria ha sido la encargada del rescate del mundo desarrollado, sin el apoyo de otras instituciones o de reformas estructurales que agreguen competitividad. Lamentablemente su diseño original y los instrumentos que tiene a disposición no le permiten hacer mucho más que afectar la demanda agregada de la economía, suavizando las fluctuaciones de corto plazo. En el largo plazo, el crecimiento de un país depende de su capacidad productiva.

Esto no quiere decir que la tarea sea simple. De hecho, uno de los elementos que contribuyó a la última crisis financiera en EE.UU. fue un periodo de tasas muy bajas por mucho tiempo, que fomentó la toma de riesgo. También hay evidencia de que ciclos más volátiles pueden ser negativos para el crecimiento de largo plazo, especialmente en países con sistemas financieros poco desarrollados.

El Banco Central de Chile (BCCh) ha sido exitoso en su tarea de estabilizar la inflación y es una institución reconocida a nivel global, pero no por eso está exento de críticas. En 2015 estas apuntaban a que no estaba actuando lo suficiente para combatir el alza en la inflación; actualmente pasa exactamente lo contrario y se apunta a la falta de agresividad en la baja de la Tasa de Política Monetaria (TPM) para enfrentar una desaceleración que ha sido incluso más pronunciada de lo que se preveía.

Hoy no hay mucha discusión sobre la necesidad de recortar la TPM. Donde sí la hay es en la magnitud de estas bajas. Según la última Encuesta de Expectativas Económicas, el rango de respuestas para la TPM a fin de año va entre 2,75% a 3,25% (desde el 3,5% actual), mientras que los precios de mercado incorporan entre dos y tres recortes en el mismo periodo.

Para la autoridad, probablemente lo mejor sea no apurarse. La menor inflación se debe en buena parte a la caída del tipo de cambio y su efecto sobre el crecimiento en los precios de los bienes importados. Al ser un shock externo, no hay mucho que hacer (las fuerzas que mueven el dólar globalmente son bastante ajenas al BCCh), por lo que la TPM no debiera responder en demasía a estos factores.

Lo que sí justifica un cambio es la desaceleración en la actividad, que a su vez ha contribuido a otra parte de la menor inflación. Las muy malas cifras del Imacec en octubre y noviembre se escaparon del escenario de consenso y llevaron a reducciones en los pronósticos de crecimiento para este año. Como hay evidencia de que recortes de tasas más allá de lo esperado tienen un efecto positivo sobre los precios de activos y además tienen un impacto favorable sobre la actividad, la tentación es bajar la tasa más allá de lo incorporado en las expectativas.

Pero el mercado aprende rápido, por lo que eventualmente la sorpresa deja de serlo. Para la política monetaria, las teorías más tradicionales sobre las sorpresas sucesivas es que llevan a una expectativa de mayor inflación en el largo plazo, lo que solo se resuelve a través de un compromiso creíble de la autoridad a no buscar ese beneficio de corto plazo, que en el caso chileno se resolvió en parte mediante un esquema de metas de inflación.

La credibilidad del Banco Central no se verá amenazada por una sorpresa aislada, por lo que la tentación aún existe. El verdadero riesgo es que una movida agresiva podría ser interpretada como un reconocimiento de que la situación está peor de lo que se creía, deteriorando más las perspectivas para la economía y, en un escenario más extremo, desanclando las expectativas de inflación.

Una respuesta gradual permite evitar este riesgo, así como el de agregar volatilidad innecesaria a los precios de mercado. Además le entrega al BCCh tiempo para mirar la situación desde una perspectiva más amplia y esperar antes de acelerar en el ritmo de recortes de tasas. Al final del día, los bancos centrales tienen un rango acotado de cosas que pueden hacer, resumido en un estímulo transitorio de la demanda a través de un menor costo de financiamiento. Como hay muchos otros factores que afectan la actividad e inflación, es prudente que la autoridad monetaria no busque sobrerreaccionar a estas, con el riesgo de incumplir con el mandato que se le encargó.

Jorge Cariola
Economista Grupo Security

Publicidad

Tendencias