Este año podríamos crecer un 2%. No es una cifra “dorada”, pero la desaceleración económica no es algo que repunte en forma mágica de un año a otro. Lo importante es salir de esta desaceleración, lo que toma tiempo. Tengamos presente también que las materias primas son una gran fuente de ingresos, pero ya no son el sustento de Chile. El sector industrial, comercial y de servicios es el que debe contar con las condiciones para repuntar. Las condiciones no solo las provee el sector público, sino también el privado. Chile debe reestructurar urgentemente su matriz productiva y exportadora, no podemos depender de un solo producto, como lo fue alguna vez el salitre y hasta hace poco el cobre.
Marzo es un mes en que pareciera comenzar el año, aunque este ya lleve dos meses de actividad. Enero y febrero, meses en que nos conectamos con “otras cosas”, pasan inadvertidos generalmente en términos económicos, pero dejan huella. Un botón de muestra: IPC de enero 0.5%, mes en que además el Banco Central realiza un cambio, que se anticipaba, en la tasa de interés.
En este momento del año es idóneo revisar, a grandes rasgos, lo ocurrido el 2016, en que producto de múltiples factores, y como pocas veces en nuestra historia, han sido temas internos, mucho más que los externos, los que han inclinado la balanza hacia una situación económica que no deja de ser motivo de preocupación.
El magro desempeño económico de los últimos años, sobre todo del 2016, podrían hacer prever una condición similar para el 2017. Básicamente las expectativas son las que nos sugieren que no “tenemos motivos para esperar un repunte”. El año pasado no solo se caracterizó por una crisis de confianza devastadora, sino también por la crisis de la industria minera y nuestro principal producto de exportación: el cobre que tocó fondo al llegar a US$2 la libra.
La incertidumbre mundial con la llegada del Presidente Trump al poder, no dejó a Chile fuera, resintiéndose el tipo de cambio y los mercados bursátiles. La inversión tocó fondo con cifras históricamente bajas en todos los sectores de la economía y, con ello, aumentó el desempleo, pues no hubo condiciones para crear plantas de trabajo o aumentar la dotación de personal (al contrario). El emprendimiento fue el sustento de muchas personas, emprendimiento que sin duda fue la gran característica del 2016.
Este panorama hizo que el crecimiento del pasado año fuese apenas un 1.5%, muy por debajo de nuestros socios comerciales y países vecinos. ¿Por qué nuestros vecinos crecen y nosotros no lo hacemos al mismo ritmo? Es una interrogante no menor, dado que el escenario externo es similar. La respuesta es simple: es primera vez que los factores internos logran una desaceleración tan marcada, porque la experiencia siempre nos ha hecho lamentar que “lo que ocurre en el resto del mundo nos afecta de forma inmediata”, lo que es obvio siendo una economía pequeña e integrada a los mercados internacionales.
Los temas internos, como la crisis de confianza, las múltiples reformas, las AFP, entre varios otros “ingredientes” han causado estragos. Ello se nota claramente en la actitud de los consumidores y más aún en los inversionistas quienes finalmente otorgan empleo: cautela, especulación, incertidumbre es una trilogía devastadora a la hora de hablar de producción, inversión, empleo y consumo. No olvidemos que esto es un efecto dominó, basta mover solo una pieza (en economía, una variable económica) para que todo cambie.
No obstante, las autoridades a cargo de las políticas económicas (fiscal y monetaria) han tomado importantes medidas, y por qué no decirlo… se ha hecho a tiempo. La política fiscal, que dirige el ministro Valdés, acotó el gasto público y el Banco Central adoptó una política monetaria expansiva con la reducción de la tasa de interés de un 3.5% a un 3.25%. Con ello se incentiva el consumo, la inversión y, aunque no es objetivo del Banco Central, se crean instancias para recuperar la senda de crecimiento. Esto se pudo llevar a cabo, ya que la inflación se encuentra baja y estable, que es el gran objetivo del instituto emisor.
No obstante, el desempleo ha aumentado, teniendo en enero una cifra de 6.9%, criticada fuertemente estos días, dadas las características de su medición. En efecto, podría ser mayor, pero la medición tiene “detalles” que es imperativo corregir.
Pese a todo, y aunque el presente año podría ser visto con iguales condiciones, hay motivos para prever un mejor escenario económico. Se espera un aumento de la inversión privada, no antes de la primera mitad del año, lo que permite aumentar el empleo. La inflación debiese estar dentro del rango meta (3%) y las condiciones en el ámbito de la minería debieran estabilizarse, esperando que el precio del cobre no baje de US$ 2.5.
Hay factores externos, como las elecciones en Europa, la desaceleración de China y la incertidumbre en las políticas del Presidente Trump; no obstante, estos son shocks menores que afectan en forma pasajera las condiciones de nuestro país, y no se mantienen en el mediano o largo plazo. Por ende, hay una esperanza que viene dada por las menores tasas de interés. Al aumentar la inversión y el consumo hay condiciones para crecer… más que el 2016. Como país integrado al comercio internacional hay que tener claro que, mientras el escenario se encuentre relativamente estable, no antes del 2018 podríamos superar el 2% de crecimiento anual.
Hay que mantener la cautela, no obstante, este año podríamos crecer un 2%. No es una cifra “dorada”, pero la desaceleración económica no es algo que repunte en forma mágica de un año a otro. Lo importante es salir de esta desaceleración, lo que toma tiempo. Tengamos presente también que las materias primas son una gran fuente de ingresos, pero ya no son el sustento de Chile. El sector industrial, comercial y de servicios es el que debe contar con las condiciones para repuntar. Las condiciones no solo las provee el sector público, sino también el privado. Chile debe reestructurar urgentemente su matriz productiva y exportadora, no podemos depender de un solo producto, como lo fue alguna vez el salitre y hasta hace poco el cobre.
Lo que ocurra en China siempre es importante, pues es uno de nuestros principales compradores. Es urgente también crear vínculos con otras áreas económicas, ya que no podemos ser dependientes de un país, aunque sea una potencia. En el área financiera existe un clásico dicho: “Hay que poner los huevos en distintas canastas”… en materia económica es similar decir: “Diversificar la canasta exportadora y los socios comerciales”. Una tarea no menor, pero tampoco imposible. Adicionalmente, es momento de reorganizar, reordenar y reestructurar las prioridades del país.
Miremos este año, dentro de lo posible, con un poco de optimismo, dejar “la nube negra” y dejar de mirar de reojo el escenario, pues ello crea incertidumbre, especulación y expectativas negativas que solo promueven condiciones negativas (lo negativo atrae lo negativo, dicen).
Necesitamos confiar en nuestra gente, en los trabajadores, en los emprendedores y en las características y recursos que Chile ha tenido siempre, independientemente de la crisis de confianza o las autoridades de turno.
Nicole M. Carvallo
Economista
Universidad de Concepción