El Ministerio busca reducir la extensión curricular con el fin de poder profundizar más en los aprendizajes de los estudiantes. Esto sin duda es un avance, sobre todo cuando en el marco curricular actual existen decenas de objetivos de aprendizaje sin reconocer a alguno como indispensable, lo que se intenta resolver con el concepto de aprendizajes nucleares (no más de cinco por asignatura). La idea tiene sentido, pero se propone una estructura horaria que consta de 10 asignaturas a las que se suman los cursos de formación diferenciada. Las mismas asignaturas que durante décadas se han enseñado en la educación formal. Si lo que busca el nuevo currículum es que los estudiantes puedan profundizar en el conocimiento, ¿qué posibilidad de hacerlo tiene un estudiante cuando la forma de desarrollar competencias es a través de bloques parcelados de conocimiento en más de 15 asignaturas? Más aún, nos parece relevante cuestionar si esta estructura curricular es adecuada para enfrentar los desafíos que enfrentarán los ciudadanos en la segunda mitad del Siglo XXI.
¿Qué porcentaje de las profesiones actualmente existentes quedarán obsoletas en los próximos años debido al avance de la inteligencia artificial?
¿Cuál es la vigencia de los sistemas democráticos en un mundo donde el límite de la individualidad es cada vez más difuso debido a la ausencia de privacidad en el espacio digital?
¿Cómo enfrentamos desde espacios locales – como los estados nacionales – problemas mundiales como el calentamiento global?
¿Cuál es el valor de lo humano, si los sistemas informáticos ya nos están sobrepasando en inteligencia, cualidad que tanto apreciamos de nosotros mismos?
El historiador Yuval Noah Harari explora estas inquietantes preguntas acerca del futuro próximo de la humanidad en su último libro Homo Deus. Al abordarlas con seriedad, lo único que podríamos concluir es que ni siquiera las mejores mentes de la ciencia ficción podrían tener alguna certeza de qué desafíos nos deparará la segunda mitad del siglo XXI. El presente, incluso, parece imaginado en una novela cyberpunk.
Hace algunas semanas, Alemania anunció la creación de un ciber ejército que tendrá una dotación de más de 13000 efectivos . En Japón, acaban de sustituir a los trabajadores de una empresa – trabajo cognitivo y no manual – por un sistema de inteligencia artificial . En este escenario, es más que relevante preguntarnos sobre el sistema educacional que preparará a los ciudadanos de nuestro país para el futuro próximo.
El Ministerio de Educación, a través de la Unidad de Currículum y Evaluación (UCE), propone iniciar este debate mediante la discusión de las bases curriculares para los terceros y cuartos medios, lo que constituye el cierre de un ciclo de reformas curriculares, y a su vez, pretende ser el inicio del próximo. El debate lleva por nombre, justamente, “Las Bases del Futuro”. Probablemente estas bases curriculares serán las que regirán los contenidos, habilidades y actitudes que se enseñarán durante muchos años más.
¿Qué hay de nuevo en la propuesta del Ministerio? ¿Será capaz de preparar a los ciudadanos para el futuro próximo? En la siguiente columna nos proponemos presentar brevemente dicha propuesta y plantear críticamente algunas interrogantes que nos parecen urgentes si es que lo que se pretende es plantear una respuesta a las necesidades de la sociedad de la segunda mitad del siglo XXI.
Dentro de los objetivos de la propuesta, el Ministerio busca reducir la extensión curricular con el fin de poder profundizar más en los aprendizajes de los estudiantes. Esto sin duda es un avance, sobre todo cuando en el marco curricular actual existen decenas de objetivos de aprendizaje sin reconocer a alguno como indispensable, lo que se intenta resolver con el concepto de aprendizajes nucleares (no más de cinco por asignatura).
La idea tiene sentido, pero se propone una estructura horaria que consta de 10 asignaturas a las que se suman los cursos de formación diferenciada. Las mismas asignaturas que durante décadas se han enseñado en la educación formal. Si lo que busca el nuevo currículum es que los estudiantes puedan profundizar en el conocimiento, ¿qué posibilidad de hacerlo tiene un estudiante cuando la forma de desarrollar competencias es a través de bloques parcelados de conocimiento en más de 15 asignaturas? Más aún, nos parece relevante cuestionar si esta estructura curricular es adecuada para enfrentar los desafíos que enfrentarán los ciudadanos en la segunda mitad del Siglo XXI. ¿Qué conocimientos, habilidades y actitudes serán necesarios para la sociedad de 20, 30 o 40 años más? La propuesta de la UCE esboza una posible respuesta a estas interrogantes: integrar la educación basada en proyectos, a la que se destinan dos horas semanales.
Actualmente, la educación basada en proyectos es un paradigma educativo que va en contra del conocimiento parcelado en asignaturas. Sin embargo, cabe preguntarse, ¿qué sentido tiene esta metodología cuando se le considera una asignatura más, separada del resto? ¿qué impacto puede tener cuando solo se le destinan dos horas a la semana? Evidentemente no es fácil “sacar” asignaturas del currículum. Las preguntas que debiésemos intentar responder en una consulta que esté pensando en una educación del futuro, son ¿qué saberes queremos integrar, y cómo queremos integrarlos?, ¿qué asignaturas podemos combinar para lograr mejor calidad en el aprendizaje, entendiendo ésta desde un punto de vista de integralidad que nos lleve a tener vidas con sentido?
Otro objetivo de la propuesta, emanada de un proceso consultivo previo, se relaciona con buscar una educación más centrada en el desarrollo personal y comunitario. La propuesta recoge esta inquietud reconociendo tres áreas de aprendizaje: Lengua y humanidades, Naturaleza y sociedad, y Desarrollo personal. Al observar qué asignaturas se consideran en cada área, se puede observar que mientras en Naturaleza y Sociedad aparecen asignaturas como Ciencias Naturales, Historia, Matemática y Educación Ciudadana, el área de Desarrollo personal cuenta con Educación Física, Orientación y Religión. Si se mide el peso horario de cada área, la de Desarrollo personal es claramente la más desfavorecida.
Si bien es cierto que se proponen “Dimensiones de la Realidad” que articulen estas áreas, también lo es que las evaluaciones a partir de pruebas estandarizadas guían y relevan ciertas asignaturas en desmedro de otras. Por lo tanto, no es claro cómo este objetivo se cumplirá en la práctica, sobre todo si los incentivos y la carga horaria favorece ciertas formas de conocimiento por sobre otras.
Finalmente, cabe destacar que se está haciendo una consulta a la comunidad educativa en su conjunto: profesores, estudiantes y ciudadanía en general. Si bien esta idea parece ir en la dirección correcta al hacer del nuevo currículum uno construido en base a los intereses de la comunidad educativa, el modo en que se pregunta a los estudiantes deja mucho que desear. Para responder de forma informada, se presenta el documento de propuesta que consta con más de 100 páginas, difícil de leer para un estudiante de enseñanza media.
A cambio de esto se presentan infografías donde se señalan los principales cambios. Pero la brevedad de éstas ocultan información que puede ser relevante para la toma de decisiones: una cosa es decirle a un joven que tendrá dos horas de matemática en el plan común, y una muy distinta es que dentro de esta asignatura se encuentre como objetivo “Resolver problemas y modelar situaciones o fenómenos que involucran la función potencia y funciones trigonométricas tales como sen(x), cos(x) y tan(x), para tomar decisiones fundamentadas respecto al cuidado del medioambiente u otros contextos.” (p.52). Además a los estudiantes se les pregunta por una propuesta ya hecha, solo con la posibilidad de apoyar o disentir de ella. No hay un reflejo real de los intereses de éstos.
Realizando un balance, podemos decir que la propuesta recoge aspectos interesantes de destacar, como la reducción de objetivos, el concepto de calidad integral en la educación y la incorporación de la comunidad educativa en el proceso de elaboración.No cabe duda que la educación requiere reformas que apunten a mejorar su calidad en un sentido integral. Tampoco cabe duda de la urgencia de éstas. Pero si queremos plantear la educación del futuro, como lo señala el Ministerio de Educación, el debate debe ser entorno a una educación nueva, distinta en sus concepciones de conocimiento, con énfasis en habilidades y actitudes que preparen a los futuros estudiantes para enfrentar un mundo del que poco podemos imaginar.
Las Recomendaciones para una política nacional de desarrollo curricular (2016) reconocen la importancia de ciclos de actualización curricular, lo que parece ser una muy buena forma de institucionalizar la reflexión que planteamos. De implementarse esta idea, la instancia para pensar en las bases del futuro debe comenzar ahora.
Daniel Araneda
Ingeniero Comercial