Con un riesgo país mayor, dada la caída en el precio del cobre, el bajo crecimiento y un altísimo nivel de deuda, se derrumba la confianza internacional, confianza que tomó décadas en construir y se ve alterada por factores mayoritariamente internos. Sin embargo, es el momento de mirar hacia adelante y, reitero, las condiciones están dadas. La próxima administración tiene muchas tareas, pero este segundo semestre la actual administración debe cuidar el gasto público y mantener la regla fiscal con tal de poder elaborar un acertado presupuesto fiscal 2018.
Reza el dicho: “Una golondrina no hace primavera”. Sin embargo, los últimos datos parecieran anticipar una recuperación económica. ¿Estamos saliendo de la desaceleración o es solo un efecto transitorio?
Desde la crisis subprime del año 2009 que Chile no mostraba un desempeño económico tan débil. No solo eso, las dramáticas «5D» se han congregado en forma despiadada: Desaceleración, Desempleo, Desconfianza, Deuda y Delincuencia. Estas y otras variables, han golpeado al país en todas las áreas económicas en estos últimos 3 años.
El 2009 fue un año fatal para el mundo, que afectó obviamente a nuestra economía al estar integrada a los mercados internacionales tanto en forma comercial como financiera. No obstante, con adecuadas políticas macroeconómicas, se logró revertir la «caída libre».
Lamentablemente, hemos vuelto a vivir el fantasma de aquel periodo, pero con mucha más fuerza, ya que esta vez no fue un shock externo el causante de esta gran desaceleración. El mayor problema fue la crisis de confianza interna que vivió su peak con casos como Caval, SQM, entre muchos otros «detonantes» internos que afectaron al Gobierno, que, al mismo tiempo, implementó una serie de reformas causando total incertidumbre en los inversionistas.
Asimismo, la mayor fuente de ingresos del país, el cobre, sufre una fuerte y sostenida caída bordeando los US$ 2 la libra, que hizo pensar en el fin de la era del metal rojo.
Con esta introducción, el escenario que tenemos es un conjunto de ítems que pasamos a enumerar:
• Inversión: Casi “desapareció” en un clima adverso, pues no hubo incentivo, solo total incertidumbre como para correr el riesgo de invertir en capital fijo, mano de obra u otras implementaciones. El primer trimestre de este año la inversión total tuvo una caída de un 2.4%… alarmante cifra.
• Empleo: Actualmente tenemos una tasa de desempleo que bordea el 8%. Esta cifra no constituye sorpresa, pues no hubo contratación que contrarrestara el fuerte impacto de los despidos o contratos a plazo fijo. Como nunca el emprendimiento fue la clave de muchas personas para mantener el sustento.
• Desaceleración: Con las reformas implementadas por el Gobierno, principalmente laboral y tributaria, el sector industrial, manufacturero y comercial tienen su peor desempeño en siete años. Al igual que el sector minero que como nunca ve resentida su producción, las huelgas llevaron a tener bajísimos e incluso negativos índices de actividad económica mensual. La nula inversión conlleva una caída en la producción país en general, un efecto dominó que repercute en las grandes empresas y plantas de producción, así como también en Pymes. El Fondo Monetario Internacional nuevamente rebajó la proyección de crecimiento a 1.6% para este año, lo que incluso podría ponerse en duda, pues en el periodo enero-junio el crecimiento solo ha sido 0.4%, mientras que en el mismo periodo del 2016 habíamos crecido un 2.3%.
• Deuda: El nivel de deuda pública actualmente está en casi 25% del PIB, lo que es nefasto. Lamentablemente mucho gasto fue financiado con endeudamiento vía bonos. Esta situación llevó a la calificadora de riesgo internacional S&P a cambiar nuestra calificación de riesgo país y a liderar listas de endeudamiento a nivel mundial. De la mano, el déficit fiscal para este año superaría el 3%. Cifras nada alentadoras.
• Delincuencia: Si bien este ítem no es una variable macroeconómica, es un factor que ha ocasionado una crisis paralela. No hay seguridad en locales comerciales y de servicios, y la ciudadanía en general manifiesta temor. Muchos negocios locales y Pymes han cerrado debido a los reiterados robos y violencia. La delincuencia tiene relación con calidad de vida y, se quiera o no, influye directamente en las variables económicas.
• Desconfianza: Al igual que el punto anterior, sin ser una variable macroeconómica, la crisis de confianza generada por casos como Penta, Caval, SQM , colusiones, entre otras, mostraron la peor cara del país, pues se perdió la confianza en las autoridades, “terremoto” que aún tiene réplicas. Ello fue causa directa de la especulación financiera, crisis en expectativas e incertidumbre en general, que fue la principal causa del desmedro en la inversión privada y el empleo.
• Sector externo: La elección de Donald Trump solo provocó un efecto especulativo y de incertidumbre pasajero que se disipó en el corto plazo. En este ítem el gran drama económico fue la caída sostenida en el precio del metal rojo, nuestro principal producto de exportación, que llegó a bordear los US$ 2 la libra.
Con el escenario mencionado grosso modo, pasamos a ver la gran interrogante que da título a este columna.
¿Tenemos oportunidad de repuntar?
Con este inmenso escenario económico, político y social, podemos ver lo que ha ocurrido en estos últimos meses. El análisis económico y estadístico hace prever que vienen tiempos mejores. Los términos de intercambio mantienen la tendencia al alza, lo que es el primer indicador de “buenas noticias”. Está demostrado que ellos tienden a anticipar el ciclo económico en dos o tres trimestres.
Por otra parte, el Banco Central ha mantenido una inflación baja y estable, además de una fuerte política monetaria expansiva este 2017, que actualmente está en 2.5%, cifra históricamente baja. Una caída en la tasa implica que baja el costo del endeudamiento, lo que es un incentivo para los consumidores, ya sea para refinanciar deudas o adquirir bienes. En otras palabras, ayuda al poder adquisitivo de las familias. El Instituto Emisor ha dado un “empujón” a la economía sin ser su rol, pero que permite ver incentivos para la inversión, principalmente en capital fijo.
Vemos que la demanda agregada ha crecido, aún empujada principalmente por el consumo, y el clima de desconfianza se está disipando, lo que permitiría un mejor escenario para la inversión y con ello una caída del desempleo antes de terminar el año.
El precio del cobre ha dado una sorpresa, pues se ha mantenido al alza, bordeando los US$ 2.6-2.8 la libra, e incluso los analistas creen que puede llegar a los US$ 3 la libra, lo que es un escenario ideal para nuestras exportaciones mineras y con ello un repunte en esta gran área de nuestra producción total como país.
Otra buena noticia es la caída del dólar, moneda que no logra repuntar (y que no lo hará en el corto plazo), favoreciendo a nuestras exportaciones e importaciones, y mejorando así la balanza comercial.
En términos de producción, la minería está mostrando signos de recuperación –como ya dijimos– y el Imacec de mayo que fue un 1.3% (anticipado por los términos de intercambio).
Con términos de intercambio al alza, un menor precio del dólar, bajas tasas de interés, un repunte en el precio del cobre, un aumento proyectado de las exportaciones en general (no solo minería), nivel de inflación estable, y lo más importante: un clima de desconfianza que, pese a no desaparecer, se está disipando y además con condiciones externas realmente favorables; así podemos afirmar que el ciclo económico debiese revertirse.
Las condiciones están dadas para salir de esta desaceleración, pero no sin antes dejar claro que ello no se verá materializado antes del 2018. La era de las reformas que generaron incertidumbre ya pasó y debemos mirar ya el año próximo, que se ve alentador, no obstante, la cautela siempre debe estar y ahora hay que poner especial cuidado en la deuda.
La próxima administración deberá velar por bajar el nivel de endeudamiento del país, que si he sido reiterativa con la palabra “histórico”, aquí tambien tenemos un nivel de endeudamiento histórico, que no solo hizo que el riesgo país cambiara su clasificación, lo que no había ocurrido jamás en más de 20 años, y nos pone en una situación en que Chile tiene un mayor riesgo crediticio, en otras palabras, para el resto del mundo somos un país con mayor probabilidad de no cumplir con los compromisos financieros. En letras, pasar de un AA- a un A+ es una percepción del país que no es la óptima en términos financieros.
Con un riesgo país mayor, dada la caída en el precio del cobre, el bajo crecimiento y un altísimo nivel de deuda, se derrumba la confianza internacional, confianza que tomó dácadas construir y se ve alterada por factores mayoritariamente internos.
Sin embargo, es el momento de mirar hacia adelante y, reitero, las condiciones están dadas. La próxima administración tiene muchas tareas, pero este segundo semestre la actual administración debe cuidar el gasto público y mantener la regla fiscal con tal de poder elaborar un acertado presupuesto fiscal 2018.
El camino está mostrando las señales para avanzar, solo debemos avanzar con cautela, mirando atrás solo como aprendizaje, cuidando el gasto y moderando la deuda… como todo en la vida.
Nicole M. Carvallo
Economista
Universidad de Concepción