Al parecer, la incertidumbre respecto al futuro político y económico sigue siendo importante al momento de tomar decisiones de inversión. Como lo muestran nítidamente las experiencias de tantos países retratadas en el libro “Por qué Fracasan los Países”, de Acemoglu y Robinson, la diferencia principal para entender el éxito en el camino al desarrollo no está ni en la raza, ni en la ubicación geográfica, ni en el clima, ni en la riqueza en materia de recursos materiales. El éxito, queda bien demostrado en el libro, depende de la calidad de las instituciones. Una buena institucionalidad, que tienda a la inclusión y no a la extracción, es fundamental para conseguir el desarrollo sostenido.
El último Informe de Política Monetaria generó un positivo efecto sobre las expectativas económicas. Por primera vez, en años, el Banco Central, revisó al alza el rango para la proyección de crecimiento para el año en curso, mantuvo la proyección para el próximo año y entregó una estimación más bien optimista de crecimiento tendencial de largo plazo.
De hecho esto último ha generado discusión en el gremio de los economistas, tanto respecto de si le corresponde a la entidad hacer estimaciones de crecimiento del largo plazo, como de la proyección misma, que algunos consideran excesivamente optimista.
Vamos por parte, respecto de la proyección de corto plazo, hay antecedentes que permiten validarla, toda vez que el buen IMACEC de julio hace un aporte relevante, y que la baja base de comparación que constituye el cuarto trimestre del año pasado, facilita la obtención de buenos números para el último cuarto de este año.
De hecho las últimas encuestas de expectativas económicas lo recogen, subiendo la proyección de crecimiento para el presente año. También mejoran las proyecciones de crecimiento para 2018 y 2019, lo que guardaría relación con el mejor entorno externo y el cambio político.
Por sobre el efecto estadístico de baja base de comparación, corresponde preguntarse si hay argumentos que permitan una recuperación real en el crecimiento. La respuesta es distinta para lo que queda de este año, lo que suceda el próximo y las perspectivas para el mediano y largo plazo.
Para lo que queda de este año, aunque los números serán mejores, no deberíamos observar un mayor dinamismo efectivo. Por un lado, el importante aporte que realizó el gasto público en el primer semestre, tiende a revertirse en lo que queda del año, sin descartar incluso una caída en los desembolsos efectivos en el último trimestre, si asumimos que el gasto se ajustará al presupuesto.
Se debe agregar que los indicadores de inversión no dan una muestra clara de cambio de tendencia, y más bien corroboran que tendremos un cuarto año consecutivo de caída en la inversión.
Así, aunque las importaciones de bienes de capital muestran un repunte bastante sostenido, las colocaciones del sistema financiero a las empresas no registran recuperación, indicador preocupante si se tiene en cuenta la alta correlación histórica entre colocaciones e inversión privada. Se agrega que los permisos de edificación distintos de vivienda, tampoco muestran algún repunte.
Al parecer, la incertidumbre respecto al futuro político y económico sigue siendo importante al momento de tomar decisiones de inversión. Recordemos que, aunque el escenario más probable es que la próxima elección la gane la centroderecha, se desconoce el resultado parlamentario y es difícil anticipar las dificultades que tendrá el próximo gobierno de materializar iniciativas legislativas, particularmente, en lo laboral y tributario, que aporten a mejorar el crecimiento futuro.
Por el lado del consumo, tampoco debemos esperar un cambio de tendencia positivo en lo que resta del año. El efecto rezagado del deterioro en el mercado laboral de los últimos años se seguirá sintiendo por algún tiempo. Solo hacia los últimos meses, quizás con más claridad en las compras navideñas, se puede esperar alguna reaceleración, motivada por mejores expectativas de los hogares, atractivo costo del crédito e importante caída en el tipo de cambio.
Para el 2018 sí debemos esperar un mejor desempeño, tanto por un importante “regalo estadístico”, dado que la huelga de Escondida genera una muy baja base de comparación para el primer trimestre, como por recuperación real. Esto, en la medida que se dé el escenario base que actualmente internaliza el mercado, con una economía mundial y regional creciendo algo más rápido, la mantención de un buen precio para el cobre y un cambio político que ayuda a recuperar algo las confianzas, de manera de destrabar la inversión.
No podemos saber cuán significativo será el efecto de este mejor escenario sobre las expectativas y las decisiones de consumo e inversión, pero podemos esperar algún círculo virtuoso, con recuperación de la inversión y el empleo, y un consecuente efecto favorable sobre el ingreso y el consumo.
Se debe agregar un efecto positivo sobre la inversión en minería, a partir de la recuperación que muestra el precio del cobre, lo que además tendría un efecto multiplicador sobre otros sectores. Sin embargo, no basta el mejor precio del cobre para reactivar con fuerza las decisiones de inversión, sobre todo en proyectos de gran envergadura.
El daño al clima de negocios por el rechazo al proyecto Dominga es significativo, es muy importante que el próximo gobierno entregue señales prontas y claras tendientes a una revisión del actual sistema de evaluación ambiental y aprobación de proyectos, si de verdad se quiere desentrabar la inversión en el sector.
Por el lado del consumo, esperamos un mercado laboral más favorable, con mayor crecimiento del empleo y las remuneraciones reales, alguna recuperación adicional de expectativas económicas de los hogares y condiciones financieras atractivas, todo lo cual permite incrementar algo el dinamismo observado el presente año.
Por el contrario, el impulso fiscal en el mejor de los caos sería neutral, dado que en el actual escenario de estrechez de recursos cuesta concebir un presupuesto para el próximo año con un crecimiento por sobre el 3,0%.
Con todo, de acuerdo con lo anterior, pensar que el 2018 el crecimiento se sitúe en 3,0%, e incluso algo más, parece ajustado. Las señales políticas y/o económicas que entregue el próximo Presidente electo a partir de la elección, probablemente en segunda vuelta, junto con el resultado de la elección parlamentaria, serán elementos centrales en su impacto sobre las expectativas y el ritmo de recuperación en el crecimiento.
El Banco Central entregó también un estudio en el cual se estima el crecimiento tendencial de largo plazo, el que cifra entre 3,0% y 3,5%. Por sobre analizar dicho estudio, que se centra como es habitual en supuestos para crecimiento del factor trabajo, del capital y de la productividad total de factores, parece interesante hacer una reflexión menos mecánica, y más cualitativa, sobre aquellos elementos que contribuirían a incrementar el potencial de crecimiento de largo plazo.
Podemos separarlos en elementos que favorecerían un incremento en la inversión, una mayor disponibilidad de mano de obra, incrementos de productividad y otros llamados “de entorno” que favorecen que dichos factores se potencien.
En ese mismo orden, para incentivar la inversión, es decir, para poner en riesgo capital, luego de cuatro años de caída en la inversión, se requiere “reglas claras y estables”, con una regulación laboral más flexible, una carga tributaria razonable y bien diseñada, que no genere desincentivos al ahorro, y una normativa medio ambiental que genere mucho menos incertidumbre respecto a la factibilidad de obtener la aprobación de un proyecto en un plazo prudente.
Da la impresión que existe consenso suficiente, a nivel político, para al menos revisar el actual régimen tributario y la regulación medioambiental.
En lo que respecta al factor trabajo, se requiere aumentar la participación de la mujer en la fuerza de trabajo, facilitar el trabajo a tiempo parcial y el trabajo a distancia, o teletrabajo. Avanzar en una política migratoria que favorezca la llegada de mano de obre calificada también realizaría un importante aporte, en el contexto de un bajo crecimiento y envejecimiento de la población, que experimenta nuestro país.
En materia de productividad, entre muchas áreas relevantes, destacan propuestas que apuntan a generar más “investigación y desarrollo”, incentivada vía incentivos tributarios para que empresas financien centros de investigación.
En educación, el foco debe ponerse en la calidad y contingencia, generando un vínculo entre empresas y centros de formación técnica, con beneficios para ambos (ejemplo alemán).
Por último, podemos hablar de factores de entorno, que potencian un círculo virtuoso de mayor crecimiento. Estabilidad regulatoria y certeza jurídica, son elementos esenciales para incentivar la inversión.
Infraestructura de calidad y reducción de la burocracia ayudan a rentabilizar los proyectos. En la misma línea, mantener la apertura comercial, incrementar fuertemente la integración financiera, pudiéndose contratar servicios financieros directamente en el exterior, mantener bajas las barreras a la entrada en las distintas industrias, de manera de hacerlas más eficientes y arbitrar utilidades sobre normales, también haría un aporte significativo.
Muy importante, se debe vigilar atentamente el correcto funcionamiento del mercado, desincentivando con costos muy altos todo tipo de acciones tendientes a la colusión o que atenten contra la libre competencia.
Finalmente, la calidad de las políticas públicas en general juega un rol central. Deben existir agencias independientes que estén evaluando permanentemente las iniciativas legislativas y regulatorias en general, con un foco en su impacto sobre el crecimiento económico, y que además realicen un seguimiento de su impacto a través del tiempo, una vez aprobado el cambio legal o regulatorio respectivo.
Un contexto adecuado en los ámbitos antes reseñados, tiene además un corolario positivo en generar una sociedad más inclusiva y en mejorar, en forma sostenida, la distribución del ingreso de la economía, lo que de paso contribuye también como estímulo de la demanda y el crecimiento.
Como lo muestran nítidamente las experiencias de tantos países retratadas en el libro Por qué Fracasan los Países, de Acemoglu y Robinson, la diferencia principal para entender el éxito en el camino al desarrollo no está ni en la raza, ni en la ubicación geográfica, ni en el clima, ni en la riqueza en materia de recursos materiales.
El éxito, queda bien demostrado en el libro, depende de la calidad de las instituciones. Una buena institucionalidad, que tienda a la inclusión y no a la extracción, es fundamental para conseguir el desarrollo sostenido.
Tomás Izquierdo Silva
Economista
(N.d.R. – Este análisis apareció originalmente en el Informe Mensual de septiembre de la consultora Gemines)