Aunque el marxismo chino más heterodoxo, el de las granjas colectivas y las fuerzas productivas en manos del Estado murió con Mao Zedong en 1976, el régimen que ahora preside Xi Jinping sigue considerándose heredero de las teorías del pensador alemán, y hoy lo mostró con un acto solemne en la sede del Legislativo nacional.
China, un país donde Karl Marx seguramente nunca pensó que podrían aplicarse sus teorías, conmemoró hoy con gran ceremonial el bicentenario del nacimiento del padre del comunismo, convencida de que su éxito económico prueba que el filósofo alemán tenía razón.
Aunque el marxismo chino más heterodoxo, el de las granjas colectivas y las fuerzas productivas en manos del Estado murió con Mao Zedong en 1976, el régimen que ahora preside Xi Jinping sigue considerándose heredero de las teorías del pensador alemán, y hoy lo mostró con un acto solemne en la sede del Legislativo nacional.
«El marxismo, como un amanecer espectacular, ilumina el camino de la humanidad en su exploración de las leyes históricas y en la búsqueda de su propia liberación», destacó el presidente Xi en un discurso de hora y media pronunciado en el Gran Palacio del Pueblo, presidido hoy por un gigantesco retrato del filósofo de Tréveris.
«Doscientos años después, debido a los enormes y profundos cambios en la sociedad humana, el nombre de Karl Marx es todavía respetado en todo el mundo y su teoría aún resplandece con la brillante luz de la verdad», afirmó Xi en un discurso emitido en directo por la radio y la televisión estatales.
El bicentenario se ha conmemorado en China con numerosas actividades que van desde la organización de exposiciones a la reedición por editoriales estatales de clásicos marxistas como «El Capital» y «El Manifiesto Comunista», este último escrito junto a su compatriota Friedrich Engels.
Xi, que está intentando cierto regreso a las raíces teóricas del comunismo desde su llegada al poder, ordenó la semana pasada en una reunión del Politburó -los 25 altos cargos más poderosos del régimen- que se promueva la lectura y el estudio del citado manifiesto, hoy olvidado por las generaciones más jóvenes.
La veneración en el país asiático hacia Marx también se notará mañana, sábado, cuando se celebre el bicentenario propiamente dicho en Tréveris, ya que uno de los principales actos conmemorativos será la inauguración en la localidad alemana de una estatua del pensador donada por China.
Cabe siempre la duda de si la China actual, donde los gigantescos centros comerciales son nuevos templos del materialismo y que es el mayor mercado mundial de productos de lujo, es realmente lo que Marx tenía en mente cuando lanzó sus ideas, que tantas consecuencias tuvieron en todo el planeta durante el siglo XX.
Sin embargo, para los pensadores de este país, la China de los rascacielos, donde los Ferraris cruzan a toda velocidad las grandes avenidas de Pekín y Shanghái, no contradice el marxismo, porque sus ideas «eran flexibles, no dogmáticas», en palabras del historiador de la Universidad Popular de Pekín, Xu Haiyun.
«En este país el marxismo ya comenzó a cambiarse, a ‘sinizarse’, con Mao Zedong y, mientras la URSS copiaba sus ideas, China las adaptó mejor a su propia situación», destacó en declaraciones a Efe el catedrático, quien aseguró que «el camino actual de nuestro país no lo previó Marx, pero tampoco el capitalismo».
Zhu Jiangnan, experta en China Contemporánea de la Universidad de Hong Kong, también insiste en que el marxismo tuvo que readaptarse desde el principio al país, dado que Mao hizo la revolución con campesinos y no con trabajadores proletarios como preveía el panfleto de Marx y Engels.
«El Partido Comunista de China, desde sus inicios, se dio cuenta de la importancia de ir adaptando el marxismo a la situación real de China y sus cambiantes condiciones sociopolíticas», según el análisis que hizo Zhu para Efe.
El sinólogo español Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, lo define como un «eclecticismo ideológico» en el que las ideas de Marx han ido cambiando según las circunstancias, incluso con los anteriores presidentes chinos, cuando el capitalismo parecía triunfar en el país tras la caída del Muro de Berlín.
«Jiang Zemin (presidente entre 1993 y 2003) tenía que asegurar el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio y eso le obligó a gesticular en cierta dirección, y Hu Jintao (2003-2013) incorporó en mayor medida la sensación confuciana al ideario del Partido Comunista en un momento de cierta crisis social», resumió.
Pese a todo, no deja de percibirse cierta contradicción con el marxismo en una China, que sobre todo tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, se ha aupado como la gran defensora global del libre comercio, pero el presidente Xi lo tiene claro: hoy aseguró que Marx es «el mayor pensador de los tiempos modernos».