Si queremos un sistema progresivo, podemos tomar la palabra del presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Alfonso Swett, y subir la tasa de impuesto de los más ricos. Es decir, con integración, tributación de la compra y venta de acciones en bolsa, fin de la renta presunta y alza de la tasa del impuesto global complementario para las personas de mayores ingresos, tendríamos no solo equidad horizontal sino además progresividad.
El debate sobre el proyecto de reforma tributaria estos días ha sido de antología. Primero, con un ministro de Hacienda que no parecía dominar el detalle de los cálculos financieros que justifican una iniciativa de gran complejidad. Luego, con parte importante de la oposición anunciando su rechazo a un texto que no conocían. Los chilenos, sobre cuyos impuestos es precisamente este debate, merecemos más que eso.
Para ser consistente con mi argumento, difícilmente podría entrar a calificar el detalle de un proyecto que todavía requiere mucho estudio. Pero aquí aventuro algunas ideas.
En primer lugar, contrariamente a lo que parece reclamar la mayoría de la oposición, la integración tributaria es una medida de justicia. A igual ingreso, igual tributación. Lo relevante no es la empresa, sino las personas que pagan los impuestos. Eso se llama equidad tributaria. No está de más recordar que la reforma tributaria original de la Presidenta Bachelet planteaba precisamente un sistema integrado. Tampoco sobra el señalar que el sistema atribuido, al que adscribe la mayoría de las empresas, es un sistema integrado.
Así las cosas, si lo que queremos es aún más justicia tributaria, existen múltiples opciones para debatir a propósito de este proyecto. Distintas, por cierto, de oponerse a una integración que parece razonable.
[cita tipo=»destaque»] Contrariamente a lo que parece reclamar la mayoría de la oposición, la integración tributaria es una medida de justicia. A igual ingreso, igual tributación. Lo relevante no es la empresa, sino las personas que pagan los impuestos. Eso se llama equidad tributaria. No está de más recordar que la reforma tributaria original de la Presidenta Bachelet planteaba precisamente un sistema integrado. Tampoco sobra el señalar que el sistema atribuido, al que adscribe la mayoría de las empresas, es un sistema integrado.[/cita]
La primera, de enorme impacto, es terminar con el verdadero “forado” que representa la exención tributaria por ganancias de capital derivadas de la venta de acciones con alta presencia bursátil. Comprenderán ustedes que no son los más pobres ni los sectores medios quienes viven de esto, por lo que terminar con esta figura es un avance real en progresividad. Si no lo creen, pregunten a los accionistas de SQM que entendieron bien (para variar) hace pocas semanas, las ventajas impositivas de dar a sus papeles en venta “presencia bursátil” mediante la contratación de un market maker.
En segundo lugar, un sistema más progresivo pasa por terminar con la renta presunta. ¿Se atreverán nuestros parlamentarios a revisar este espacio atávico de injusticia tributaria? ¿O se atreverán a revisar al alza el impuesto al diésel, mantenido arbitrariamente bajo para evitar conflictos políticos con gremios poderosos?
Por último, si queremos un sistema progresivo, podemos tomar la palabra del presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Alfonso Swett, y subir la tasa de impuesto de los más ricos. Es decir, con integración, tributación de la compra y venta de acciones en bolsa, fin de la renta presunta y alza de la tasa del impuesto global complementario para las personas de mayores ingresos, tendríamos no solo equidad horizontal sino además progresividad.
Más allá de este debate, está en la cancha del Gobierno el demostrar que efectivamente su propuesta no disminuye la recaudación. La experiencia de la reforma tributaria anterior demuestra que las expectativas de recaudación siempre están sobreestimadas. Nada hasta ahora parece indicar lo contrario. De hecho, el mayor ingreso vía boleta electrónica parece marginal cuando se piensa que los mayores resultados ya se produjeron con la conversión de los recibos de tarjetas en boletas y con la incorporación de la factura electrónica. Deberá el Gobierno además trabajar, durante el proceso legislativo, para modificar su propuesta hasta asegurar la progresividad que resulta razonable exigir a cualquier sistema tributario.
Así las cosas, lejos de considerar esta reforma como una excusa más para las escaramuzas entre el Gobierno y la oposición, estoy convencido de que se trata de una gran oportunidad para construir un mejor sistema tributario. Uno que no solo haga nuestro país más justo, sino también le ayude a recuperar el dinamismo económico indispensable para abrir más oportunidades.
Entonces, ¿qué tal si conversamos en serio?