No asumirá el cargo hasta el 1 de enero, pero será entonces cuando Brasil deje atrás 13 años de políticas de izquierda del Partido de los Trabajadores. Bolsonaro, de la mano de su «superministro» formado en la cuna del neoliberalismo, Paulo Guedes, quien declaró su admiración por las políticas económicas de Pinochet, pretende hacer cambios en la economía del país.
El «gurú económico» del presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, vivió en Chile al inicio de la década de los 80, cuando Augusto Pinochet había dejado en manos de los «Chicago boys» la economía del país.
Casi 40 años después, Paulo Guedes asumirá el timón económico de la mayor economía de América Latina, convertido en un «superministro» al mando de las carteras de Hacienda, Industria y Comercio, Planificación y la secretaría encargada de Asociaciones e Inversiones del Estado.
Formado en la cuna del neoliberalismo, Guedes declaró su admiración por las políticas económicas de Pinochet-quien instauró un régimen militar tras el golpe de Estado en 1973- poco después del triunfo electoral.
«Los economistas de Chile, de Chicago, la universidad donde yo fui, hicieron 30 años antes que Brasil un Banco Central independiente, un cambio fluctuante, la responsabilidad fiscal, la privatización de estatales, un sistema previsional de capitalización y por eso Chile se convirtió en el país con la mayor renta per cápita de América Latina».
«Ahora nosotros lo haremos todo en democracia», cuando el nuevo gobierno dirigido por el excapitán de ejército Bolsonaro asuma la presidencia el 1 de enero.
La receta que ha promovido el inversionista y banquero gira en torno a principios como la apertura económica, la reducción del Estado, la baja de impuestos y las privatizaciones, para encarar el gigantesco déficit fiscal que está ahogando las arcas fiscales del país.
Tan convencido está de que su fórmula dará resultados, que prometió dejar el déficit fiscal «en cero» en apenas un año, algo que pocos economistas se atreverían a predecir.
Lejos de proponer reformas graduales y concertadas con otras fuerzas políticas, el estilo Guedes muestra la influencia de su gran mentor, Milton Friedman, quien en 1975 durante una visita a Chile, le habría dicho a Augusto Pinochet que para cortarle la cola a un perro hay que hacerlo rápido.
«No lo haga de pedacitos, hágalo de una vez».
Y eso fue precisamente lo que hicieron los Chicago boys chilenos con su plan de shock económico que incluyó medidas como congelar los salarios, establecer un tipo de cambio fijo o recortar drásticamente el gasto público.
«La idea de un shock liberal que está detrás de la estrategia de Guedes es el único camino viable», le dice a BBC Mundo Carlos Langoni, exgobernador del Banco Central, quien fue profesor del próximo superministro en la Fundación Getulio Vargas y dirigió su tesis doctoral.
«Su estrategia es muy similar a lo que se hizo en Chile, pero cada país es distinto. En Brasil el desafío es mucho mayor por el tamaño de la economía», agrega.
«Muchos de nosotros fuimos Chicago boys, pero ahora somos Chicago abuelos«.
Langoni cree que Brasil necesita urgentes reformas estructurales para cambiar profundamente la seguridad social, los impuestos, las empresas públicas y abrir la economía del país al resto del mundo.
«Es un mito lo del supuesto milagro económico chileno de Pinochet», le dice a BBC Mundo Ricardo Ffrench-Davis, académico de la Universidad de Chile, quien paradójicamente también estudió en la Universidad de Chicago, pero no tiene ninguna cercanía con los discípulos de Friedman.
Al contrario, cuenta riéndose. «Entre las ovejas negras, yo terminé siendo la oveja blanca».
Galardonado en Chile con el premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades, el economista dice que para evaluar las políticas de shock aplicadas en los 80, basta con mirar sus resultados.
El poder adquisitivo de las personas cayó abruptamente; el desempleo registró una tasa promedio de 19% anual durante el régimen militar; el 20% más rico de la población aumentó sus ingresos; creció la pobreza y se redujo el salario mínimo.
«La dictadura creó desigualdad«, dice Ffrench-Davis y el shock tuvo un efecto social desastroso.
«Con Pinochet el crecimiento económico cayó 15% en 1982, en medio de la crisis de la deuda, y el desempleo se disparó a 31% en 1983″, explica.
Por otro lado, las empresas estatales se vendieron a precios muy bajos y «unos grupos de pirañas» se hicieron ricos.
Una de las reformas más controvertidas en Brasil se refiere al sistema de pensiones de los jubilados.
Y en este tema, Paulo Guedes dijo claramente que estaba mirando el modelo chileno.
Se trata de un sistema diametralmente opuesto al de Brasil, que fue creado por el régimen de Pinochet y que se basa en la capitalización individual de las personas.
Los fondos son manejados por las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP).
El sistema, que fue promovido por sus creadores como la gran solución para jubilarse con pensiones similares a los salarios, acabó generando masivas protestas en las calles con pancartas que denunciaban «pensiones de hambre», lo que llevó a que en años posteriores fuera reformado.
Incluso actualmente el gobierno de Sebastián Piñera (hermano de José Piñera, el creador de las AFP) envió un proyecto al Parlamento para incorporar nuevas modificaciones.
«Tanto Jair Bolsonaro como Paulo Guedes han dicho que en muchos aspectos se inspirarán en el caso chileno», le dice a BBC Mundo, Rolf Lüders, exministro de Hacienda de Pinochet.
«No obstante, no es lo mismo hacer una revolución institucional en un país como el Chile de 1973, que estaba prácticamente en bancarrota y que había tocado fondo, que en un país como el Brasil de hoy, que está con problemas, pero cuyas instituciones siguen intactas».
Lüders, actualmente profesor de la Universidad Católica, apunta que Brasil debe hacer reformas muy profundas.
«Cabe esperar que durante el gobierno de Bolsonaro se inicie el camino de la liberalización económica y de la responsabilidad fiscal y monetaria», agrega.
Entre otras cosas, el exministro destaca que en la década de los 80, Chile independizó su Banco Central, definió una meta inflacionaria baja e implementó otras medidas que permitieron llegar a «niveles razonables de estabilidad de precios y de empleo».
Por otro lado, resalta el logro de que en el país se implementara una economía de libre mercado totalmente abierta al comercio y al financiamiento internacional, una decisión que «ha contribuido a generar la economía más competitiva de la región».
Según Néstor Castañeda, profesor de University College London, «es un poco exagerado argumentar que el nuevo gobierno de Brasil seguirá el modelo de Pinochet».
«El gobierno de Bolsonaro implementará políticas económicas de mercado, pero ese tipo de políticas no han sido poco comunes en Brasil», dice en conversación con BBC Mundo.
Planes de ajuste estructural, explica, fueron implementados en la década de los 90, justo antes de que Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores se convirtieran en la fuerza política dominante.
«Vamos a ver políticas económicas más ortodoxas y mayor austeridad fiscal. Pero no se sabe cuán profundas serán las reformas, ni cómo el gobierno hará alianzas en el Parlamento», explica.
«A diferencia de Pinochet, Bolsonaro tendrá que construir una coalición relativamente estable para conseguir la aprobación de leyes económicas en el Congreso«.
En Brasil existe bastante incertidumbre sobre cómo será el plan económico del próximo gobierno.
Mientras Guedes ha puesto las privatizaciones como un tema central de su agenda, Bolsonaro ha sido más cauto diciendo que no tiene en sus planes vender empresas como Petrobras, Eletrobras o el Banco do Brasil.
Y cuando Guedes dijo que Mercusur no era prioridad, se vio obligado a tener que salir a explicar sus declaraciones.
Discrepancias similares entre el exmilitar ultraderechista y el superministrotambién han surgido en el plano de las reformas impositivas.
Estas divergencias han hecho que muchos analistas se pregunten si el gurú económico sobrevivirá en el campo de batalla política.
Una fuente del actual gobierno, que pidió no ser identificada, le dijo a BBC Mundo que hay un consenso bastante generalizado de que hay que disminuir el déficit público con máxima urgencia.
«Hay una presión muy grande sobre el déficit fiscal. Hay que hacer algo porque aritméticamente es insostenible«.
«Por ahora no sabemos qué tipo de reforma a la seguridad social piensa hacer el próximo gobierno. La información no es clara».
Y sobre las privatizaciones, sostiene que «una cosa es el discurso para las elecciones y otra muy distinta es lo que realmente es factible de hacer», agrega.
Lo que está en duda es si efectivamente en los planes de Guedes está hacer reformas estructurales a ultranza, siguiendo el estilo de sus colegas de Chicago que optaron por cortarle la cola al perro de una sola vez.