Es verdad que las AFP compiten entre ellas, pero su competencia por rentabilidad es más ruido que nueces por una razón muy simple: la normativa actual atenta en contra de la competencia por rentabilidad y fomenta la uniformidad.
Uno de los objetivos de la reforma previsional enviada por el Ejecutivo al Congreso, es aumentar la competencia entre las AFP.
Para ello, se anuncian cambios al proceso de licitación de afiliados y se contemplan medidas que faciliten el ingreso de nuevos actores al mercado de las administradoras.
La lógica es que una mayor competencia reducirá las comisiones de administración, lo que irá en beneficio de los afiliados (aunque no necesariamente sea por mayor pensión).
Las AFP desde hace mucho han insistido en que el mercado es competitivo y argumentan que la competencia debería incluir también el factor de rentabilidad.
Es verdad que las AFP compiten entre ellas, pero su competencia por rentabilidad es más ruido que nueces por una razón muy simple: la normativa actual atenta en contra de la competencia por rentabilidad y fomenta la uniformidad.
Efectivamente, las AFP solamente pueden invertir en los instrumentos que la ley señala y dentro de márgenes que se establecen tanto a nivel legal como reglamentario.
El Estado fija la política de inversión y asume el rol de risk manager. Una ridiculez. Nadie sabe lo que va a pasar con los mercados, incluso en el corto plazo, pero tenemos un sistema que para adaptarse requiere procesos larguísimos y que, al poner tantos límites, impide la diferenciación entre las distintas administradoras.
Complementando este problema está el famoso efecto manada, que se genera por el hecho de obligar a las AFP a mantener una cantidad de plata invertida de igual forma que los fondos administrados, como garantía para complementar la rentabilidad obtenida por una AFP si ella es fuertemente inferior a la del promedio del mercado. Es lo que se conoce como encaje.
A primera vista, castigar a la AFP que tiene una rentabilidad muy por debajo del resto suena razonable, pero la práctica demuestra que, al igual que en el dilema del prisionero, el incentivo ha sido a monitorearse mutuamente y hacer lo mismo que el otro.
La mejor evidencia de lo anterior es que desde el inicio de los multifondos (16 años) ninguna AFP ha perdido parte del encaje por tener una rentabilidad sensiblemente inferior a la del sistema. Todas se mueven en los mismos rangos. El marco regulatorio transforma la competencia por rentabilidad en una ilusión. Competencia de cartón.
Competencia de cartón y competencia de verdad
Como el proyecto de ley no cambia la forma en que se regula la inversión de las AFP, el ingreso de nuevos actores, de producirse, será más de lo mismo, e incluso peor, porque se genera el riesgo de fragmentar innecesariamente los fondos, afectando la eficiencia del proceso de inversión. Justamente la dirección contraria a la seguida por países con mejores resultados.
Muy distinto sería si el Ejecutivo hubiese apuntado a atraer administradores extranjeros; managers con capacidad de desafiar realmente a las AFP actuales, aprovechando economías de escala y know how especializado. Esa sería competencia de verdad.
Por ejemplo, se podría apostar por abrir el mercado a los grandes administradores de fondos de pensiones canadienses, los que tienen rentabilidades muy superiores a los fondos chilenos y toda una experticia que no existe en Chile. Estos fondos podrían ser muy competitivos en comisiones, por las economías de escala con que cuentan y por el hecho de ser entidades sin fines de lucro (elemento valorado por los afiliados).
Sin embargo, si la invitación es a administrar bajo criterios fijados por la autoridad chilena, con muy poco espacio real para desplegar su experiencia y usar sus plataformas de inversión, simplemente no se van a interesar, porque ahí pierden la posibilidad de aprovechar sus economías de escala y convertir su experiencia en una ventaja competitiva.
En definitiva, si la convicción es que la competencia es la forma de contribuir a solucionar el problema de pensiones en Chile, que se fomente una competencia de clase mundial, porque la que tenemos ahora es de segunda o tercera clase. Competencia de cartón.