El problema de Europa es que recuperar la soberanía no es fácil ni barato. Tomemos la computación en la nube, un área donde Francia y Alemania consideran construir infraestructura doméstica «soberana» para el uso de las empresas nacionales y europeas. Este es un mercado global de US$220.000 millones dominado por proveedores estadounidenses con valores de mercado cercanos a US$1 billón, que invierte decenas de miles de millones de dólares cada año en infraestructura. Su poder no es solo tecnológico: cuando Microsoft Corp. gasta US$7.500 millones en adquisiciones como GitHub, una plataforma para la codificación de código abierto, está trayendo valiosos desarrolladores a su propia órbita. Del mismo modo, AWS de Amazon tiene la escala, precios económicos y ventajas que atraen a los clientes.
La «soberanía tecnológica» es uno de los conceptos de moda de la Unión Europea en este momento que evoca la imagen de un espacio seguro para zettabytes de datos locales, libres de interferencia o captura por parte de Estados Unidos y China.
Tanto el francés Emmanuel Macron como la alemana Angela Merkel han usado la frase para poner en marcha todo tipo de iniciativas, desde programas de inteligencia artificial hasta computación en la nube respaldada por el estado. La nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha grabado el concepto en sus directrices políticas.
Es un objetivo noble, aunque solo lo sea porque reconoce que Europa es cualquier cosa menos tecnológicamente soberana en este momento. Los gigantes de internet están en Estados Unidos y China (Alphabet Inc., Facebook Inc., Amazon.com Inc., Alibaba Group Holding Ltd.) y se estima que el 92% de los datos digitales del mundo occidental se almacenan en EE.UU., según el grupo de expertos CEPS. China contabiliza más de un tercio de las solicitudes de patentes mundiales para la tecnología móvil 5G. Amazon se jacta de que el 80% de las empresas alemanas de primer nivel en el índice bursátil DAX utilizan su negocio de servicios en la nube AWS.
El detonante que motivó hacer algo al respecto es la carrera por la supremacía entre Pekín y Washington, que se extiende al sector tecnológico y debilita la capacidad de la UE para proteger su territorio. La prohibición del presidente Donald Trump contra Huawei Technologies Co. y sus intentos de intimidar a los aliados para que hicieran lo mismo fue un llamado de atención, por más válidas que fueran sus preocupaciones de seguridad. La «Ley de la Nube» de EE.UU., que obliga a las empresas estadounidenses a entregar datos si se les ordena, independientemente de dónde estén almacenados, fue otro llamado. Tanto China como EE.UU. ven a la UE como una presa fácil en la lucha tecnológica global. Y tienen razón.
El problema de Europa es que recuperar la soberanía no es fácil ni barato. Tomemos la computación en la nube, un área donde Francia y Alemania consideran construir infraestructura doméstica «soberana» para el uso de las empresas nacionales y europeas. Este es un mercado global de US$220.000 millones dominado por proveedores estadounidenses con valores de mercado cercanos a US$1 billón, que invierte decenas de miles de millones de dólares cada año en infraestructura. Su poder no es solo tecnológico: cuando Microsoft Corp. gasta US$7.500 millones en adquisiciones como GitHub, una plataforma para la codificación de código abierto, está trayendo valiosos desarrolladores a su propia órbita. Del mismo modo, AWS de Amazon tiene la escala, precios económicos y ventajas que atraen a los clientes.
Francia y Alemania no ganarán una batalla frontal en este campo. París todavía está dolido por un intento fallido de hace años para construir una nube soberana por la magnífica suma de 150 millones de euros (US$165 millones). Alemania tiene a Gaia-X, que parece un espacio común para el intercambio de datos por parte de las luminarias del DAX, desde SAP SE hasta Siemens AG. Sin embargo, es difícil ver cómo este tipo de iniciativas conducirán a una verdadera soberanía digital, no solo por la falta de una inversión seria, sino porque es difícil evitar el uso de la tecnología en la nube de EE.UU.
Sin embargo, no estaría mal si esta tendencia llevara a Francia y Alemania a colaborar más —a sentar las bases para un gasto más ambicioso— y a Bruselas a hacer lo que hace mejor: establecer las normas del juego para las empresas tecnológicas en todas partes. La comisionada digital Margrethe Vestager desde ya exige una aplicación más estricta de las leyes de protección de datos y adopta un enfoque sistemáticamente firme ante las violaciones antimonopolio cometidas por los gigantes de Silicon Valley y Seattle. Aunque esto no es soberanía, sí es un comienzo.